lunes, 24 de diciembre de 2012

Pruebas de la existencia de Dios

Levántese usted muy tempranito un sábado o un domingo y venga al pueblo de El Hatillo. En la calle que baja hacia la plaza Sucre, bordeando el centro comercial, a su izquierda encontrará un carrito que vende empanadas. ¿A qué negarlo? Engordan. Y seguramente contribuirán al aumento del colesterol del malo. Pero son suculentas. A mi marido le encantan las de caraota y las de queso. Yo, si voy a engordar, me voy por las de pollo. Acompañadas de un guayoyito en una mañana de esas bien hatillanas cuando el frío sabroso acompaña la felicidad, créame, esas empanadas son una prueba irrefutable de que Dios existe. Y si hablamos de mi adorado pueblo de El Hatillo, frente a la plaza Bolívar, dándole cara a la Iglesia está la dulcería de los Nowak, quienes más que una familia son un institución. Ahí hay maravillas de la gastronomía criolla. Las tortas de zanahoria y de cambur y también las de chocolate son un espectáculo. Pero no se vaya sin probar la torta de queso criollo. Y chúpese los dedos con toda confianza, que hacerlo allí no es mala educación ni pecado sino más bien homenaje. Habiendo atravesado el pueblo, en la ruta a La Unión, se topará a la derecha de la vía con un lugar que es como un merendero. Bueno, prepárese. Allí todo es de muerta lenta y sin apuro. Esa cocina con sazón criolla para degustar verdaderos milagros para el paladar. Pero hay más. Siga por esa ruta y luego de varias curvas, a su izquierda encontrará un lugar que comenzó siendo una choza y hoy sigue siendo una taguara pero muy cómoda, limpia y muy bien montada. Ha llegado usted a un paraíso, casi el cielo. Allí sirven -lo escribo sin temor a exagerar- las mejores cachapas de Venezuela, acompañadas de variedades de quesos, a saber, de mano, telita, amarillo, de cabra y un largo etcétera. Y si usted llega a una hora prudente, habrá un pernil de cochino que es un obsequio a la vida. Pida también jugos naturales de frutas. Amor por su oficio Y ya que anda por la zona, deténgase en los puestos de ventas de verduras de los granjeros hatillanos. A ellos se les nota el amor por su oficio. Sin desmedro de lo que se expende en los supermercados, hay que reconocer que los vegetales frescos, cultivados con cariño, tienen un sabor especial. Variedad de lechugas, tomates, ajos, acelgas, cebollas blancas y moradas, berros. La atención es personalizada. No se asombre si le dicen que tal o cual verdura que usted se empeña en comprar "hoy no está buena". Ellos trabajan su negocio con la sinceridad del que prefiere mantener a su clientela contenta y no pretenden hacer su agosto en un solo día. Hay pruebas Pero de que Dios existe hay pruebas más allá de nuestras fronteras. El asunto es planetario. Ejemplo de ello, lo que yo llamo las glorias chilenas, en su mayoría moluscos y mariscos que son insignia de la gastronomía de ese largo y flaco país del Sur. Entre esas glorias, las machas, unos moluscos de gusto extraordinario, de bajo costo y alto rendimiento. En Venezuela, se consiguen en lata. Prepararlas es muy fácil. Basta con ponerlas en una bandeja refractaria, condimentarlas con sal y pimienta, bañarlas en salsa blanca y regarlas con abundante queso parmesano. Las lleva al horno por unos 20 minutos a 300 grados y están listas. Acompáñelas con un arrocito blanco o con un pan blanco de corteza dura como el campesino que venden en nuestras panaderías. No menos deliciosos son los "choritos", que también se consiguen enlatados en los mercados en Venezuela. Hay muchas formas para prepararlos, pero mi favorita es a la marinera. Le doy la receta. Para unas cuatro latas de choritos, necesitara una taza de vino blanco, una cebolla, sal, pimienta, dos ajos, media taza de ajoporro o célery, un limón, dos cucharadas de mantequilla y un ramito de perejil fresco. Comience por freír en una sartén o paila la cebolla picada en cuadritos, el ajo machacado y 2 ramas de ajoporro o célery picado en dos cucharadas de mantequilla. Cuando la cebolla claree ponga los choritos sobre este sofrito, agregue el vino, sazone con sal, pimienta y agregue dos cucharadas de perejil. Baje el fuego, tape la olla y deje cocinar por unos cinco minutos. Luego retire del fuego y saque los choritos de la sartén o paila. Agregue el jugo de limón al caldo que quedó en la olla, hágalo hervir hasta que se reduzca un poco y cuélelo. Vierta el caldo sobre los choritos reservados y sirva en fuentes pequeñas individuales para cada comensal. Si los acompaña con bastoncitos de yuca frita descubrirá que en la sencillez está el paraíso. Como pajarita... Como suelo escribir sobre delicias gastronómicas, mucha gente cree que soy una gorda. Nada que ver. Es cierto que como un pájaro como, pero no me privo de nada, ni de lo salado ni de lo dulce. Disfruto, sí, cada delicia como si fuera lo último que comiera en la vida. Mi marido, en cambio, come como lima nueva. Ha tenido siempre un excelente metabolismo, pero ya se le va asomando una barriguita impertinente. Pero a él no le importa. Dice que es un creyente. Que todas esas cosas maravillosas que preparamos y comemos son pruebas de la existencia de Dios. ¡De gloria! Termino estas líneas con una receta gloriosa de un dulce que hará que ustedes se reconcilien con todo lo que les ha molestado este año que ya termina. El Sur de Chile recibió la inmigración de familias alemanas que ofrecieron su laborioso aporte al país que les abría las puertas y los recibía con generosidad. Hoy los chilenos se enorgullecen de contar con la más variada gastronomía adaptada de los campos alemanes. Allí también hay pruebas de la existencia de Dios. Una de ellas es el Kuchen, suerte de tarta recubierta de infinidad de posibilidades, tanto saladas como dulces. Esta receta es del Kuchen de manzana. Necesitará (para la masa) 250 grs de harina de trigo, dos cucharaditas de polvo de hornear, 125 grs de mantequilla, media taza de azúcar, un huevo y ralladura de limón al gusto. Para el "Royal" precisará dos yemas de huevo, una y un cuarto taza de crema de leche, 70 grs de azúcar, extracto de vainilla, una cucharada de maicena y un cuarto de cucharada de azúcar flor. Para el relleno, un kilo de manzanas peladas y ralladas en tiras finas. Precaliente el horno a 180 grados C. La masa se prepara así: en un cazo coloque la harina y los polvos de hornear y reserve. En otro cazo coloque la mantequilla y el azúcar y bata hasta que la mezcla esté suave. Agregue el huevo y bata bien. Añada la ralladura de limón y la mezcla de harinas reservada. Bata hasta integrar. Vierta sin dejar de batir agua fría necesaria hasta obtener una masa húmeda. Enmantequille un molde para tarta con fondo removible de 30 cms de diámetro y vierta en él la masa presionándola con una espátula. Hornee durante diez minutos o hasta dorar ligeramente. Retire del horno y reserve. Para el Royal coloque en una licuadora todos los ingredientes hasta que la mezcla esté homogénea y reserve. A la masa ya horneada cúbrala con pan rallado. Agréguele encima el kilo de manzanas peladas y ralladas en tiras finas. Espolvoree con bastante canela en polvo y azúcar. Vierta encima el Royal y hornee a 180 grados C hasta cuajar. Retire del horno y deje enfriar. Luego desmolde. Acompañado de un helado o de crema batida, usted descubrirá que ha llegado al cielo. ¡Feliz Navidad! Smorillobelloso@gmail.com