Pintar a las FARC como si fuera un grupete que luce como una comuna hippie de los años 60 es, por decir lo menos, un atentado a la inteligencia, un insulto desmedido a la cordura y la dignidad. El documental estrenado recientemente en la ciudad de Buenos Aires presenta a los terroristas asesinos de las FARC como si en lugar de ser lo que son, una manga de salvajes, fuesen un coro de arcángeles dedicados a la siembra y cultivo de cacao, café y lulo.
El asunto no es leve ni debe ser tomado a la ligera. Que los asistentes al estreno de tan asquerosa pieza de cine documental salgan de la sala festejando no sólo a la producción cinematográfica sino en sí a los homicidas de las FARC es una ignominia, una bofetada a un pueblo que como el colombiano lleva años viendo como la tierra se empapa con la sangre de las víctimas de los horrores cometidos por estos delincuentes. El gobierno de Argentina y también el gobierno de la ciudad de Buenos Aires deben actuar. Contundentemente. Sin contemplaciones. Una cosa es la libertad de expresión y otra muy distinta la apología y fomento del delito, que es lo que en pocas palabras constituye el documental en cuestión.
Para más drama, la pieza no lleva las firmas de sus productores. Hasta cobardes son sus realizadores. Se esconden tras nombres como “Frida Kahlo” y “Jean Paul Sartre”. La coordinadora del festival documental se lava las manos aduciendo que ellos nos censuran a nadie. Vaya, pues. La señora con semejante argumento se erige en cómplice de la atrocidad. De imbéciles está poblado el mundo.
Los colombianos están indignados. Les sobra razón. Las FARC no son ejemplo de dignidad. Son unos asesinos. Matan, secuestran, siembran a Colombia de bombas y dolores. Son causantes de que muchas familias vivan en zozobra, que tengan el alma hundida en el sufrimiento. Mal haremos en dejar pasar esto. La protesta debe ser generalizada en todo el continente y allende los mares. Callar ante esto es acolitar a los asesinos.
Colombia está habitada por héroes. Y no me refiero tan sólo a sus valientes Fuerzas Armadas y a su sólida Policía Nacional. Me refiero también a sus ciudadanos, quienes a pesar de las FARC logran construir un futuro. Yo los respeto, los admiro y, sí, los envidio. No se rinden ante las balas y las bombas. Saben bien que cada ciudadano es fundador de su Patria.
lunes, 11 de enero de 2010
La “idiotería”
No busque el lector la palabra “idiotería” en el Diccionario de la Real Academia Española. El vocablo no existe y asumo toda responsabilidad por su creación. La he parido para significar un espacio donde se produce, se distribuye o se expende toda gama de idioteces. Este país nuestro, al que pomposamente llamamos Patria y Nación, está bajo el comando del dueño de la “idotería”, que es ya una marca registrada. Las idioteces, de todo color, sabor y estilo, son obra y gracia de los idiotas que comandan (no digo “gobierno”, porque en Venezuela no existe tal cosa como gobierno; aquí lo que hay es una pinche comandancia).
En la “idiotería” se inventan cifras para engañar a la opinión pública nacional e internacional, como si tal cosa fuese eternamente posible. Una escucha al Presidente decir que cerramos el año 2009 con menos de 7% de desempleo, y no sabe bien si reír, llorar o enfurecer. Cuando las estadísticas se ponen al servicio de esa oligarquía obesa y marrullera que comanda el país, todas las cobas caben, incluso las más insólitas y descabelladas. ¿En qué cabeza cabe que Venezuela, país inundado de jóvenes y no tan jóvenes que desesperadamente buscan empleo y no lo encuentran, puede haber casi un 94% de personas en condición de empleo? Semejante desatino sólo puede caber en quienes creen que una mentira dicha y repetida ad nauseam se torna en verdad. Tal cual como cuando se fajan a decir que tienen la inflación bajo control y que a la inseguridad la han dominado. Así las cosas, pues resulta que todo el sufrimiento que padecemos los millones de venezolanos que habitamos esta tierra caída en desgracia es simplemente producto de un delirio colectivo. Y como hemos enloquecido, pues por ello no nos damos cuenta que estamos en Jauja, que esto es un nirvana, que aquí todo está de maravilla y que los problemas que nos acucian pues son producto de nuestra incapacidad para comprender el paraíso terrenal en el que vivimos. Aquí no hay inflación, todo el mundo tiene empleo y bien remunerado, a uno que otro lo asaltan y eso muy de vez en cuando, las escuelas y los hospitales están en maravilloso estado y funcionan a la perfección. En Venezuela no hay pobres, aunque así lo digan unos cuantos disociados que lo único que desean es perturbar la paz nacional. Aquí los servicios públicos son de primer nivel; de hecho, somos la envidia de eso que mientan “países del primer mundo”. Aquí jamás se va la luz, el agua nunca falla y nuestros mercados están repletos de la más variada gama de productos y de producción nacional. Báilame ese trompo en la uña. Y de nuestras vías de comunicación, no hay derecho a queja. En nuestras calles y autopistas no hay ni un huequito. Todas están magníficamente señalizadas y los accidentes, los poquísimos que ocurren, son producto de la inconsciencia de los conductores, que cuando son malos es porque su estirpe es escuálida.
En Venezuela estamos casi tan bien como en Cuba, que es (todo el mundo lo sabe) el non plus ultra del progreso y el mejor modelo de desarrollo a escala mundial. Y estamos en el estupendo nivel social que disfrutamos gracias al mejor presidente del planeta Tierra, un hombre humilde, comedido, breve en el verbo, tímido en el hablar, genio de las finanzas públicas, artífice de una gestión exitosísima que no tiene parangón, un demócrata a carta cabal, un ser humano respetuoso de la diversidad de pareceres, un verdadero pacifista. En pocas palabras, un primor, un angelito serenado.
Entonces, no cabe duda. En septiembre hay que votar por Chávez. Poner a todos los integrantes de la idiotería a ocupar los cargos en la Asamblea Nacional, para que hagan las leyes que el jefe ordene, pues ellas son producto de su incomparable inteligencia. Y en el 2012 también hay que votar por Chávez y así cuantas veces sea necesario. Todo sea por consolidar esta maravillosa “idiotería”.
En la “idiotería” se inventan cifras para engañar a la opinión pública nacional e internacional, como si tal cosa fuese eternamente posible. Una escucha al Presidente decir que cerramos el año 2009 con menos de 7% de desempleo, y no sabe bien si reír, llorar o enfurecer. Cuando las estadísticas se ponen al servicio de esa oligarquía obesa y marrullera que comanda el país, todas las cobas caben, incluso las más insólitas y descabelladas. ¿En qué cabeza cabe que Venezuela, país inundado de jóvenes y no tan jóvenes que desesperadamente buscan empleo y no lo encuentran, puede haber casi un 94% de personas en condición de empleo? Semejante desatino sólo puede caber en quienes creen que una mentira dicha y repetida ad nauseam se torna en verdad. Tal cual como cuando se fajan a decir que tienen la inflación bajo control y que a la inseguridad la han dominado. Así las cosas, pues resulta que todo el sufrimiento que padecemos los millones de venezolanos que habitamos esta tierra caída en desgracia es simplemente producto de un delirio colectivo. Y como hemos enloquecido, pues por ello no nos damos cuenta que estamos en Jauja, que esto es un nirvana, que aquí todo está de maravilla y que los problemas que nos acucian pues son producto de nuestra incapacidad para comprender el paraíso terrenal en el que vivimos. Aquí no hay inflación, todo el mundo tiene empleo y bien remunerado, a uno que otro lo asaltan y eso muy de vez en cuando, las escuelas y los hospitales están en maravilloso estado y funcionan a la perfección. En Venezuela no hay pobres, aunque así lo digan unos cuantos disociados que lo único que desean es perturbar la paz nacional. Aquí los servicios públicos son de primer nivel; de hecho, somos la envidia de eso que mientan “países del primer mundo”. Aquí jamás se va la luz, el agua nunca falla y nuestros mercados están repletos de la más variada gama de productos y de producción nacional. Báilame ese trompo en la uña. Y de nuestras vías de comunicación, no hay derecho a queja. En nuestras calles y autopistas no hay ni un huequito. Todas están magníficamente señalizadas y los accidentes, los poquísimos que ocurren, son producto de la inconsciencia de los conductores, que cuando son malos es porque su estirpe es escuálida.
En Venezuela estamos casi tan bien como en Cuba, que es (todo el mundo lo sabe) el non plus ultra del progreso y el mejor modelo de desarrollo a escala mundial. Y estamos en el estupendo nivel social que disfrutamos gracias al mejor presidente del planeta Tierra, un hombre humilde, comedido, breve en el verbo, tímido en el hablar, genio de las finanzas públicas, artífice de una gestión exitosísima que no tiene parangón, un demócrata a carta cabal, un ser humano respetuoso de la diversidad de pareceres, un verdadero pacifista. En pocas palabras, un primor, un angelito serenado.
Entonces, no cabe duda. En septiembre hay que votar por Chávez. Poner a todos los integrantes de la idiotería a ocupar los cargos en la Asamblea Nacional, para que hagan las leyes que el jefe ordene, pues ellas son producto de su incomparable inteligencia. Y en el 2012 también hay que votar por Chávez y así cuantas veces sea necesario. Todo sea por consolidar esta maravillosa “idiotería”.
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