No busque el lector la palabra “idiotería” en el Diccionario de la Real Academia Española. El vocablo no existe y asumo toda responsabilidad por su creación. La he parido para significar un espacio donde se produce, se distribuye o se expende toda gama de idioteces. Este país nuestro, al que pomposamente llamamos Patria y Nación, está bajo el comando del dueño de la “idotería”, que es ya una marca registrada. Las idioteces, de todo color, sabor y estilo, son obra y gracia de los idiotas que comandan (no digo “gobierno”, porque en Venezuela no existe tal cosa como gobierno; aquí lo que hay es una pinche comandancia).
En la “idiotería” se inventan cifras para engañar a la opinión pública nacional e internacional, como si tal cosa fuese eternamente posible. Una escucha al Presidente decir que cerramos el año 2009 con menos de 7% de desempleo, y no sabe bien si reír, llorar o enfurecer. Cuando las estadísticas se ponen al servicio de esa oligarquía obesa y marrullera que comanda el país, todas las cobas caben, incluso las más insólitas y descabelladas. ¿En qué cabeza cabe que Venezuela, país inundado de jóvenes y no tan jóvenes que desesperadamente buscan empleo y no lo encuentran, puede haber casi un 94% de personas en condición de empleo? Semejante desatino sólo puede caber en quienes creen que una mentira dicha y repetida ad nauseam se torna en verdad. Tal cual como cuando se fajan a decir que tienen la inflación bajo control y que a la inseguridad la han dominado. Así las cosas, pues resulta que todo el sufrimiento que padecemos los millones de venezolanos que habitamos esta tierra caída en desgracia es simplemente producto de un delirio colectivo. Y como hemos enloquecido, pues por ello no nos damos cuenta que estamos en Jauja, que esto es un nirvana, que aquí todo está de maravilla y que los problemas que nos acucian pues son producto de nuestra incapacidad para comprender el paraíso terrenal en el que vivimos. Aquí no hay inflación, todo el mundo tiene empleo y bien remunerado, a uno que otro lo asaltan y eso muy de vez en cuando, las escuelas y los hospitales están en maravilloso estado y funcionan a la perfección. En Venezuela no hay pobres, aunque así lo digan unos cuantos disociados que lo único que desean es perturbar la paz nacional. Aquí los servicios públicos son de primer nivel; de hecho, somos la envidia de eso que mientan “países del primer mundo”. Aquí jamás se va la luz, el agua nunca falla y nuestros mercados están repletos de la más variada gama de productos y de producción nacional. Báilame ese trompo en la uña. Y de nuestras vías de comunicación, no hay derecho a queja. En nuestras calles y autopistas no hay ni un huequito. Todas están magníficamente señalizadas y los accidentes, los poquísimos que ocurren, son producto de la inconsciencia de los conductores, que cuando son malos es porque su estirpe es escuálida.
En Venezuela estamos casi tan bien como en Cuba, que es (todo el mundo lo sabe) el non plus ultra del progreso y el mejor modelo de desarrollo a escala mundial. Y estamos en el estupendo nivel social que disfrutamos gracias al mejor presidente del planeta Tierra, un hombre humilde, comedido, breve en el verbo, tímido en el hablar, genio de las finanzas públicas, artífice de una gestión exitosísima que no tiene parangón, un demócrata a carta cabal, un ser humano respetuoso de la diversidad de pareceres, un verdadero pacifista. En pocas palabras, un primor, un angelito serenado.
Entonces, no cabe duda. En septiembre hay que votar por Chávez. Poner a todos los integrantes de la idiotería a ocupar los cargos en la Asamblea Nacional, para que hagan las leyes que el jefe ordene, pues ellas son producto de su incomparable inteligencia. Y en el 2012 también hay que votar por Chávez y así cuantas veces sea necesario. Todo sea por consolidar esta maravillosa “idiotería”.
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