miércoles, 2 de junio de 2010

Parranda en el cafetal


Hay que lamentar la pérdida de dos o tres jarrones históricos que adornaban el Palacio de Miraflores y que seguramente el presidente destrozó cuando supo que Santos había duplicado la votación de Mockus y que ya es virtualmente el nuevo presidente de Colombia. Eso debió ocurrir antes de tener que pasar a ingerir varios potes de antiácido y algunas pepitas de Nervocalm.

Las elecciones en Colombia resultan particularmente educativas. Comencemos por advertir (y aplaudir) que a las dos horas ya se sabía los resultados de unos comicios nacionales manuales. La Registraduría Nacional (órgano electoral), además, comenzó a liberar boletines nomás cerraron los centros, lo cual permitió a los electores ir monitoreando la situación. Nada de esperar a la madrugada. Nada de silencios sospechosos. Nada de darse bomba ni creerse la pepa del queso. Un organismo que manejó las elecciones con voluntad de puro servicio público y puro respeto. Como debe ser. Doña Tibi y Misia Socorro estaban allá. Ojalá tomaran nota. Bien sabido es que aquí los resultados no se anuncian rápido no porque no se pueda (lo podrían hacer más o menos a la media hora de cerrados los centros) sino porque tienen que esperar que el gran jefe les autorice.

Santos estuvo a puntico de ganar en primera vuelta. Le faltaron apenas unos 500 mil votos. Colombia votó no sólo para premiar a Uribe, sino con racionalidad de buen elector. Votó así porque sabe que aún necesita un presidente que no caiga en tentaciones ni guabineos. Votó así porque la seguridad democrática se ha traducido en libertad para los ciudadanos, libertad para trabajar, libertad para movilizase, libertad para comerciar, libertad para vivir. Y eso Colombia no lo iba a poner en riesgo. Mockus no garantizaba eso. Ofrecía cuanto menos una angustiante duda razonable. Y en Colombia, un país donde se ha sufrido mucho, sus electores consideraron que la cosa no está como para dar pasos atrás y que esa duda razonable no cabe en sus aspiraciones y planes de desarrollo.

Santos no es un “osito cariñoso”. Ni quiere serlo. No tiene ese carisma que se le atribuye a Mockus. Pero a los colombianos eso poco les importó, poniendo de bulto una altura ciudadana francamente envidiable. Pesó más la experiencia en el gabinete de gobierno, la eficacia demostrada en el manejo del comercio y las finanzas, la gallardía y el coraje en la defensa. Santos es un tipo sólido.

Cayeron estrepitosamente tanto el Partido Liberal como el Conservador. Sus tradicionales electores optaron por apoyar a Santos, a Mockus y a Vargas Lleras, quien es a todas luces el batacazo de la jornada electoral. Sorprendió (negativamente) ver a Noemí Sanín apareciendo en los medios a través de un video grabado quién sabe en qué estudio o locación, como si fuera una “prueba de vida”. Rafael Pardo sí dio la cara. Eso hay que reconocerlo. A César Gaviria, dizque prócer del liberalismo, ni se le vio el pelo. Petro pierde. Llegó de cuarto y acumulando muchos menos votos que su predecesor partidario en las elecciones presidenciales anteriores. ¿Entenderá el mensaje que le mandaron sus coterráneos?

La declaración de Mockus pasados los hechos fue un homenaje al dislate y el absurdo. Aquel hombre estaba simplemente extraviado, sin lograr entender qué diantres había pasado o cómo fue que perdió – y por tamaña diferencia – cuando todas las encuestas predecían un “empate técnico”. Habló como predicador que la recompensa en la próxima vida.

Cabe un comentario sobre el tema de las encuestas. Una ve la metodología aplicada y no tiene menos que angustiarse. El universo no medía la “Colombia adentro”, en un país donde el “adentro” es estadísticamente inmenso. Además, las encuestas suelen utilizar el teléfono, lo cual las hace de suyo poco confiables, al menos para asuntos electorales. Pero, la pregunta es: ¿son culpables las encuestas? No, la responsabilidad de una campaña es del candidato y de su equipo. Echarle la culpa a las encuestadoras de la derrota sufrida es tanto como reconocer que se carece de inteligencia electoral, esa que advierte que soñar peces de colores puede resultar muy caro. Si Mockus no tiene inteligencia electoral todavía, pues no estaba preparado para la Presidencia.

Santos ganará en la segunda vuelta. Para perder tendría que ocurrir que Mockus lograra convencer a todos los electores de Vargas Lleras, Petro, Noemí y Rafael Pardo. Y eso es bien improbable y hasta descabellado pensarlo.

Santos será el nuevo presidente de Colombia. Algunos tendrán que darse sobas con Hirudoid y tragarse potes enteros de Mylanta y Voltarén, amén de muchas pepitas de Nervocalm. Los colombianos seguirán en su vía de progreso, para beneplácito de muchos y desagrado de unos pocos. No la tendrá fácil Santos, como no la tuvo Uribe. Los terroristas guerrilleros tendrán ver cómo se las ingenian para devolver a los secuestrados. Los colombianos les han dicho claramente que no apoyan a insurrectos salvajes. Santos tendrá también que lucirse como hábil constructor de acuerdos. Al fin y al cabo, tendrá que gobernar con todos los colombianos y para todos los colombianos y con suficiente oposición en el parlamento. Me parece bien. Así es la democracia.

En veinte días será la segunda vuelta. Pero desde ya los vallenateros preparan sus acordeones. El 20 de junio habrá parranda en el cafetal.

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