En
una de sus tantísimas y aburridísimas alocuciones al país, Maduro abordó el
tema de la corrupción. Presumiendo de un liderazgo del cual carece, instruyó a
la Fiscal General, Misia Luisa, para que procediera con sus oficios para
perseguir a los corruptos. Para sonar muy decidido, anunció un procedimiento
contra un individuo de nombre poco criollo que fue alto ejecutivo de una de las
empresas de Guayana. Todo ese rifirrafe lo armó con cara de poderoso, obviando
que la madeja de negociados y coimas la tiene cerquita, muy cerquita.
Dos
cosas esperaban los venezolanos de la revolución: el control de la inseguridad
y que se limpiara el gobierno de vándalos y saqueadores del erario. En ambas fracasó
estrepitosamente. Aunque Rodríguez Torres, con ese lenguaje de caporal urbano que
le caracteriza, diga que la inseguridad es más una sensación que una realidad,
los ciudadanos viven en estado de pánico ante la certeza que tarde o temprano serán
victimas de la delincuencia y que correrán con mucha suerte si consiguen salir
con vida del infausto episodio.
Y en
cuanto a la corrupción, las recientes grabaciones escuchadas sólo vinieron a
certificar lo que ya la gente sabía, que Venezuela es un país carcomido por la
más inmunda e impune banda de miserables ladrones.
Confieso
que algo de lástima siento por Maduro. Además de ser manejado por esa señora
con quien tiene “el dormir comprometío”, es víctima de una pléyade de
titiriteros dentro y fuera de nuestras fronteras. Maduro manda poco, manda
lento, manda mal. Y además tiene que
pedir permiso a un gentío para cualquier cosa que se le cruce por la
mente. Es una gelatina en manos de
muchos. Me pregunto si alguna vez sacará las uñas. O si acaso tiene uñas para
sacar.
El
nuestro es un país presidencialista. A qué dudarlo. Lo es históricamente y
también ello fue determinado en la Constitución del 99, para que la tradición
continuara. Ello supone que el presidente tenga garra y liderazgo, como las
tenía Chávez y como no las tiene Maduro. Los problemas le reventaron en las manos
a Maduro y el poder se le escabulle entre los dedos. Corre sin embargo con la
suerte de unos electores de oposición que hoy vuelven a deshojar la margarita y
creen que cabe sentarse a dudar sobre si participar o no en las próximas
elecciones. Como si el abstencionismo beneficiara a alguien que no sea el que
está en el poder.
Si
los electores se dejan de consideraciones mustias, las cuentas dan para
aumentar significativamente el número de alcaldías y concejos municipales en
manos de la oposición. Incluso basándonos en los números del CNE. De una treintena
de alcaldías podemos pasar a tener casi cien. O más si nos fijamos en los
números reales de los resultados de las últimas elecciones, reforzamos tanto
los espacios donde somos fuertes como aquellos donde las oportunidades nos
crecieron astronómicamente y si en lugar
de victimizarnos dejamos de lamernos las heridas y nos ponemos de pie.
El
eje de la campaña del oficialismo no será Maduro. Será Chávez. Místico y
convertido en Perón. Una campaña cargada de epifanías. Por fortuna la MUD ya
aprobó e informó que el jefe de la campaña municipal será Capriles, a escala
nacional. Tranquiliza esa decisión.
Tenemos
un país severamente emproblemado y jorobado. Los síntomas nos hablan de la enfermedad.
O nos tomamos los medicamentos y seguimos la terapia o nos iremos sumergiendo
más y más en la mengua.
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