jueves, 13 de junio de 2013

Síntomas, enfermedad y mengua




En una de sus tantísimas y aburridísimas alocuciones al país, Maduro abordó el tema de la corrupción. Presumiendo de un liderazgo del cual carece, instruyó a la Fiscal General, Misia Luisa, para que procediera con sus oficios para perseguir a los corruptos. Para sonar muy decidido, anunció un procedimiento contra un individuo de nombre poco criollo que fue alto ejecutivo de una de las empresas de Guayana. Todo ese rifirrafe lo armó con cara de poderoso, obviando que la madeja de negociados y coimas la tiene cerquita, muy cerquita.

Dos cosas esperaban los venezolanos de la revolución: el control de la inseguridad y que se limpiara el gobierno de vándalos y saqueadores del erario. En ambas fracasó estrepitosamente. Aunque Rodríguez Torres, con ese lenguaje de caporal urbano que le caracteriza, diga que la inseguridad es más una sensación que una realidad, los ciudadanos viven en estado de pánico ante la certeza que tarde o temprano serán victimas de la delincuencia y que correrán con mucha suerte si consiguen salir con vida del infausto episodio.

Y en cuanto a la corrupción, las recientes grabaciones escuchadas sólo vinieron a certificar lo que ya la gente sabía, que Venezuela es un país carcomido por la más inmunda e impune banda de miserables ladrones.

Confieso que algo de lástima siento por Maduro. Además de ser manejado por esa señora con quien tiene “el dormir comprometío”, es víctima de una pléyade de titiriteros dentro y fuera de nuestras fronteras. Maduro manda poco, manda lento, manda mal.  Y además tiene que pedir permiso a un gentío para cualquier cosa que se le cruce por la mente.  Es una gelatina en manos de muchos. Me pregunto si alguna vez sacará las uñas. O si acaso tiene uñas para sacar.

El nuestro es un país presidencialista. A qué dudarlo. Lo es históricamente y también ello fue determinado en la Constitución del 99, para que la tradición continuara. Ello supone que el presidente tenga garra y liderazgo, como las tenía Chávez y como no las tiene Maduro. Los problemas le reventaron en las manos a Maduro y el poder se le escabulle entre los dedos. Corre sin embargo con la suerte de unos electores de oposición que hoy vuelven a deshojar la margarita y creen que cabe sentarse a dudar sobre si participar o no en las próximas elecciones. Como si el abstencionismo beneficiara a alguien que no sea el que está en el poder.

Si los electores se dejan de consideraciones mustias, las cuentas dan para aumentar significativamente el número de alcaldías y concejos municipales en manos de la oposición. Incluso basándonos en los números del CNE. De una treintena de alcaldías podemos pasar a tener casi cien. O más si nos fijamos en los números reales de los resultados de las últimas elecciones, reforzamos tanto los espacios donde somos fuertes como aquellos donde las oportunidades nos crecieron astronómicamente y si  en lugar de victimizarnos dejamos de lamernos las heridas y nos ponemos de pie.

El eje de la campaña del oficialismo no será Maduro. Será Chávez. Místico y convertido en Perón. Una campaña cargada de epifanías. Por fortuna la MUD ya aprobó e informó que el jefe de la campaña municipal será Capriles, a escala nacional. Tranquiliza esa decisión.

Tenemos un país severamente emproblemado y jorobado. Los síntomas nos hablan de la enfermedad. O nos tomamos los medicamentos y seguimos la terapia o nos iremos sumergiendo más y más en  la mengua.


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