martes, 25 de noviembre de 2008

ADORADA MIMINA


Hay mujeres que poseen la gracia y el encanto que las hace vivir eternamente en el corazón de quienes la conocieron y amaron.
 
Mimina estaba dotada en abundancia del don de la simpatía, de la afabilidad y de la elegancia de alma. Con su manera de vivir demostraba y enseñaba la verdadera forma de amar, de sufrir, de reír, de ser feliz. En su espíritu daba hospitalidad a nuestras ideas; en su corazón acogía nuestras alegrías y nuestras penas. Nunca fue mera espectadora de la vida. Mimina siempre estaba en el mismo centro de la vida. Sabía vivir el instante e igualmente tenía una notable capacidad para dibujar el futuro.

Mimina tenía un talento innato para descubrir los mejores rasgos en otras personas. Si alguien era ingenioso, pero su timidez le impedía revelar su ingenio a los demás, Mimina encendía la chispa del tímido e iluminaba su agudeza.

Mimina descubría las flores escondidas. En todo momento irradiaba una impresión de serenidad y de equilibrio personal pues sus mayores goces eran interiores; en su espíritu y en su imaginación llevaba una vida radiante. Esta íntima plenitud la dotaban de una sencillez maravillosa y le impedían caminar la senda de la mezquindad.

Mimina era tremendamente femenina y extraordinariamente poderosa. Era inteligente, pero su inteligencia era además el complemento de un corazón inmenso y abierto capaz de comprender.

Mimina era inspiradora e impulsaba a todos a avanzar mas allá de lo que pensable. Sus brazos siempre se abrían cuando queríamos un abrazo. Su corazón comprendía cuándo necesitábamos un apoyo. Sus ojos tiernos se endurecían cuando hacía falta darnos una lección. Su fuerza y su amor nos guiaron, y nos dieron alas para volar.

Mimina era permanente poesía en prosa.

Por eso la adorábamos. Por eso siempre la adoraremos.

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