viernes, 15 de marzo de 2013
Piel de gallina
Se me eriza la piel al pensar en todo lo que puede haber pasado a lo largo de esos muchos meses en los que Chávez estuvo enfermo y, más aún, en esas semanas en las que se lo tragó la intrincada selva de la dimensión desconocida del poder cubano. Quién sabe qué de truculencias ocurrieron allí. Todo es tan turbio, tan opaco, tan sórdido. Quién sabe cómo fue esa última operación. Espanta pensar en cómo fue cada día posterior a la intervención quirúrgica, qué le hicieron, qué no le hicieron, mientras como en una tragedia shakesperiana unas sanguijuelas se repartieron el botín, es decir, el país. Quién sabe cómo, cuándo y dónde fue su último respiro. A hoy no ha habido ni una sola declaración de uno de sus médicos tratantes que aclare tantas razonables dudas. No hay un solo informe médico que medianamente detalle lo que pasó. Es un acto de vandalismo y de barbarie maquiavélica que Nicolás y su combo hayan privado a los venezolanos de una información valida, oportuna y completa. Ellos le deben al país muchas explicaciones, a todo el país, pero muy especialmente a los millones de personas que lloran. No tengo dudas que lo que han hecho es delito de lesa patria, delito de traición. Y es también un pecado.
Se me eriza la piel al imaginar la sesión del Tribunal Supremo de Justicia en la que -con el cuerpo aún en capilla ardiente- decidieron que “ese muerto no retoña” y que había que hacer a medida una decisión que calzara en los zapatos de sus pérfidas ambiciones.. Se me eriza la piel al ver la riada de personas que con legítimo derecho lloran a su difunto, mientras son manipulados procazmente por quienes quieren aplicar lo de “a rey muerto, rey puesto’’. Se me eriza la piel cuando enciendo la radio o la televisión y encuentro locutores baratos haciéndose una carrera de magnates en los medios oficialistas a punta de manosear con falso fervor la imagen de Chávez con fines inconfesables.
Chávez tenía muchos defectos. Me opuse a él desde que apreció en la escena en 1992. Critiqué con severidad sus ideas y su modo de gobernar. Nunca voté por él ni lo hubiera hecho jamás. Pero Chávez era auténtico. Conocía sus fortalezas y debilidades y nada lo detenía para aprovechar cualquier oportunidad que surgiera en el camino. Creía en la teoría de destrozar para armar encima el país que según él debía ser. Sus aciertos y errores serán analizados por la historia que aún está por escribirse. Son páginas que aún están en blanco.
Se me pone la piel de gallina al ver cómo una banda de sátrapas, una jauría de hienas hambrientas de poder se empina sobre el cuerpo yermo de Chávez, para apropiarse truculentamente del país y de las emociones y sentimientos de muchos a quienes durante estas últimas semanas se les ocultó la verdad, se les mintió con desfachatez, se les atrapó en una pegajosa telaraña de coimas y trapisondas maquilladas de versos y canciones. Que la campaña de Nicolás se base en la figura de Chávez es indigno, inmoral y anti ético. Es un irrespeto a su memoria. Y es, además, un acto de cobardía. Pero, ¿qué otra cosa se puede esperar de esta gente. Estos que están en el poder y que ambicionan los votos son los mismos que llevan ya más de 100 días gobernando, o desgobernando, para ser más precisos. Son los mismos que inventaron el paquetazo, dizque con la aprobación de Chávez. Son los mismos que tienen al país sumido en la peor escena de escasez y desabastecimiento. Los mismos que hicieron trizas el ingreso de los venezolanos con una devaluación con la cual pretenden compensar el gasto superfluo y manirroto. Los mismos que tienen escondida bajo la manga la ristra de anuncios económicos que harían al gobierno y a los boliburgueses más y más ricos y al pueblo más y más pobre.
Sé, porque lo conozco muy bien, que si alguien habrá de hacerle justicia al pueblo y a Chávez, ese será Henrique. Si me faltara alguna razón para votar por él el 14 de abril, me bastaría esa para hacerlo.
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