Miseria política
- Soledad Morillo Belloso (Notitarde / )
Soledad Morillo Belloso
Tania Díaz, hoy diputada a la Asamblea Nacional, máxima exponente del “enchufismo” y reputada líder del llamado clan de vampiros como fuera apuntado por Mario Silva, se pone de pie en una sesión del Parlamento y lanza acusaciones de albañal. Nunca dejará de asombrarme el comportamiento de bajos fondos de los diputados en un recinto de tanta majestad como el hemiciclo. Díaz habla con impudicia. Grita mucho pero calla mucho más. No le dice al país las verdades que los venezolanos queremos saber, como por ejemplo cómo es eso de ir a ver Madonna en un show en París. Tampoco cuenta cuánto costó su operación de las lolas que la convirtió en una suerte de Mansfield criolla, aunque ya esté pasada de años como para andar con semejantes fruslerías. O cómo sufraga sus compras constantes en las tiendas de marca haute couture de los centros comerciales en las que, por cierto, como me reportan, avisa siempre a los vendedores que hará la operación sin factura y cancelando en efectivo. Esa señora tiene el tupé de reclamar corrección política.
En la misma sesión se relucieron con su lenguaje de cloaca otros diputados, como uno de nombre Andrés Eloy no sé cuantos, el inefable Darío Vivas y un muy gordo Diosdado Cabello. Una diputada ataviada de mantel de encaje habló de “epitétos”, con acento en la “e”, cambiando porque se le antojó la acentuación en una de las esdrújulas más conocidas de nuestra lengua. Es el atrevimiento de la ignorancia.
Todo el evento estuvo cargado de vulgaridades e improperios de esos que a cualquier mortal producen nausea y ensucian hasta el aire que se respira. Más que diputados estos parlamentarios parecían pranes de la peor calaña.
Pero a pesar de la vergüenza que uno puede sentir como venezolano y como ser humano, la sesión fue, digamos, didáctica. Que el país entero los vea en acción, exhibiendo su miseria política e intelectual, es bueno. Doloroso y asquiento, pero bueno.
La réplica de Dinorah Figuera, diputado a la Asamblea Nacional por Primero Justicia, miembro de la Unidad y mujer de alto calibre a quien tengo el privilegio de conocer desde hace muchos años, fue una de las mejores piezas de oratoria que he escuchado en los muchos años que llevo en mis lides tanto de periodista como de activista de la democracia. A Tania Díaz la puso en su sitio. Se las cantó claras. Dinorah dijo cosas así: “Ustedes quieren voltear la moral de quienes tenemos la moral bien en alto”. “Yo me siento orgullosa de que me llame capitalista una mujer que fue a París a ver a Madonna”. “Soy de Primero Justicia porque considero que este país merece ser distinto a esta bancada de corruptos”, agregó.
La palabra moral debe haber sido la más usada en la sesión de la impostura. Hablan de moral como si fueren unos querubines bajados del cielo. Como si el pueblo no tuviera ojos para ver la inmensa cantidad de dinero que le han escamoteado a la Nación. Y creen que con acusaciones tercermundistas logran disfrazar la realidad. Sí, es tercermundista ser homofóbico.
A mí Dios me va a conceder los suficientes años de vida y facultades mentales como para ser testigo no solo de la condena pública a estos oficiantes de la decadencia sino, más importante aún, para ser parte del triunfo de la decencia, el progreso y el desarrollo. No sé cuánto más nos tomará llegar a esa victoria. No sé cuántas más sesiones de la vergüenza tendremos que presenciar. Pero sí sé que lo lograremos. Y entonces habrá valido cada día de sufrimiento, cada gota de sudor, cada lágrima y cada sacrificio. Por cada Tania Díaz hay miles de Dinorah Figuera.
En la misma sesión se relucieron con su lenguaje de cloaca otros diputados, como uno de nombre Andrés Eloy no sé cuantos, el inefable Darío Vivas y un muy gordo Diosdado Cabello. Una diputada ataviada de mantel de encaje habló de “epitétos”, con acento en la “e”, cambiando porque se le antojó la acentuación en una de las esdrújulas más conocidas de nuestra lengua. Es el atrevimiento de la ignorancia.
Todo el evento estuvo cargado de vulgaridades e improperios de esos que a cualquier mortal producen nausea y ensucian hasta el aire que se respira. Más que diputados estos parlamentarios parecían pranes de la peor calaña.
Pero a pesar de la vergüenza que uno puede sentir como venezolano y como ser humano, la sesión fue, digamos, didáctica. Que el país entero los vea en acción, exhibiendo su miseria política e intelectual, es bueno. Doloroso y asquiento, pero bueno.
La réplica de Dinorah Figuera, diputado a la Asamblea Nacional por Primero Justicia, miembro de la Unidad y mujer de alto calibre a quien tengo el privilegio de conocer desde hace muchos años, fue una de las mejores piezas de oratoria que he escuchado en los muchos años que llevo en mis lides tanto de periodista como de activista de la democracia. A Tania Díaz la puso en su sitio. Se las cantó claras. Dinorah dijo cosas así: “Ustedes quieren voltear la moral de quienes tenemos la moral bien en alto”. “Yo me siento orgullosa de que me llame capitalista una mujer que fue a París a ver a Madonna”. “Soy de Primero Justicia porque considero que este país merece ser distinto a esta bancada de corruptos”, agregó.
La palabra moral debe haber sido la más usada en la sesión de la impostura. Hablan de moral como si fueren unos querubines bajados del cielo. Como si el pueblo no tuviera ojos para ver la inmensa cantidad de dinero que le han escamoteado a la Nación. Y creen que con acusaciones tercermundistas logran disfrazar la realidad. Sí, es tercermundista ser homofóbico.
A mí Dios me va a conceder los suficientes años de vida y facultades mentales como para ser testigo no solo de la condena pública a estos oficiantes de la decadencia sino, más importante aún, para ser parte del triunfo de la decencia, el progreso y el desarrollo. No sé cuánto más nos tomará llegar a esa victoria. No sé cuántas más sesiones de la vergüenza tendremos que presenciar. Pero sí sé que lo lograremos. Y entonces habrá valido cada día de sufrimiento, cada gota de sudor, cada lágrima y cada sacrificio. Por cada Tania Díaz hay miles de Dinorah Figuera.
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