martes, 2 de marzo de 2010

“Símiamor”

Como andamos en tiempos electorales, y aunque ello sea violación a las leyes que rigen la materia, se multiplicarán las cadenas del “comandantepresidente”. De seguro en ellas nos sorprenderá con algo, pero en líneas generales nos aburrirá como sólo él sabe hacer. Algunos habremos de calarnos las interminables horas de su tóxico verbo, no por gusto sino por razones de trabajo, y seremos testigos de no pocas gracias de las focas domesticadas que constituyen el “espontáneo” público. Veremos algunos gestos de admiración, algunas risas, algunas caras lánguidas, algunas improvisaciones y muchas inclinaciones de cuello. Es decir, rutina.

“Como usted ordene, mi comandante”, “… así será, mi comandante”. Frases así son pan de cada día en este país. No son dichas tan sólo por miembros de las FAN, que si a ver vamos alguna justificación tendría. Son harto más frecuentes en los civiles en puestos gubernamentales y de estado. En este circo, todos estás amaestrados.

El presidente no gobierna. Comanda. Gira órdenes que deben ser acatadas al punto, so pena de vejación pública o hasta destitución ipso facto. Eso no debe sorprendernos dada la inexistente educación civilista del que te conté. Lo que asombra y ofende es ver a civiles acatando órdenes como si fueren pulgas de circo. Peor aún es ver a mujeres sometidas por el macho con botas y dejándose ningunear como si estuviéramos en tiempos de Trucutrú.

No importa si es el Palacio Legislativo, la Plaza Bolívar, el páramo andino o una calurosa avenida de Barquisimeto. El “jefe” no ha terminado de dar una orden cuando el interfecto pone de cara de cachorrito en adiestramiento y procede a soltar alguna frase que revele su domesticación. La cosa se enreda cuando el asunto es de regaño. Entonces el aludido pasa aceite. Puede verse nudos en su garganta y alguna lagrimita lucha por mantenerse en el ojo. Tienen razón en su sumisión. De no complacer al mandamás, pueden pasar de “protegidos” a “descastados”. Y como fuera del gobierno no conseguirían chamba ni de peladores de mandarinas, la “jalada” está justificada. Es trágico un país donde sus funcionarios públicos sean piñatas pintadas de rojo. Es tal la sumisión que cualquier día de éstos ante una orden del jefe les va a traicionar el subconsciente y la respuesta será “símiamor”.

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