Recibimos en fin lo que damos. No siempre. Pero digamos que en buena parte de nuestra vida recibimos a cambio la misma calidad de sentimientos que ofrecemos. Si somos ingratos, recibiremos la misma dosis de ese lamentable sentimiento.
El señor presidente está enfermo. Hay quienes se han angustiado por esa circunstancia y se han solidarizado con él. Otros, no lo neguemos, se han alegrado. Pero a una inmensa mayoría, ni le va ni le viene. A esa enorme cantidad de gente, la vida se les va en la búsqueda de soluciones para su crisis cotidiana. No hay tiempo ni energía para invertir en otra cosa que no sea lo propio, lo cercano. Eso no quiere decir en modo alguno que nos hemos convertido en un país carente de todo ánimo social. Sí significa que mientras aumenten los problemas básicos, poco o nada irá quedando para ocuparse del prójimo.
Cuando Noam Chomsky se pronunció con respecto a la situación de la juez Affiuni, alguien con dos dedos de frente ha debido correr a “aconsejarle” al presidente que tocaba abrir las compuertas a una solución digna. Chomsky no tiene nada que perder en esta contienda. Su prestigio existe y no será Chávez quien lo ponga en el asador. Claro, buscar una solución al asunto Affiuni, supone también darla a los temas “policías metropolitanos” y “Peña Esclusa”. ¿Y por qué tiene Chávez que ofrecer una salida a estos engorrosos asuntos? Simple, porque Chávez tiene cáncer. Y si alguien que tiene cáncer no se solidariza con quienes están viviendo la misma desgracia, entonces queda desvelado que es un egoísta. Y eso es políticamente incorrecto, yo diría que intolerable. Tan elemental como que ello resulta inaceptable en alguien que presume de liderazgo de masas y de capacidad para la comprensión.
El reloj está haciendo tic-tac. Si Chávez no hace algo contundente pronto, caerá en lo que llamamos “el infierno del insensible”, que es ese espacio un tanto subido de temperatura, donde van a chamuscarse los desprovistos de alma política y de conciencia. El cáncer es curable, si se diagnostica y atiende a tiempo. No debe ni puede el presidente comportarse como un salvaje medieval, porque eso es imperdonable ya en los tiempos que vivimos. Un mandatario insensible es un pecador y, además, un delincuente, pues las normas internacionales lo obligan al respeto a los derechos humanos.
Pero el costo internacional en términos legales no es lo único que habrá de sufragar el presidente si sigue dejando pasar el tiempo sin actuar. Pagará, además, el costo que le impondrá una sociedad que pondrá por delante la condición del buen cristiano. En un país como el nuestro, donde el cristianismo en sus diversas vertientes es la religión mayoritaria, no se acepta que quien tiene poder para colocarse en la posición del comprensivo no lo haga. La gente dirá (y ya dice) que Chávez tiene el poder para “mandar” a que los presos políticos que padecen cáncer sean atendidos como Dios manda. Y que si no lo hace es porque no quiere.
Si yo fuera Chávez, me cuidaría bien de la evaluación de Chomsky y de la sentencia popular. Hará mal en sumar a su tragedia personal del cáncer el caminar con tanta prisa hacia el infierno del insensible.
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