¡Qué nochecitas, colegas! Han sido de mucha peor turbulencia de lo que los ciudadanos han podido sentir. El pulseo entre comadrejas y sabandijas ha sido de pronóstico reservado, como lo es la enfermedad de Chávez. Las comadrejas no lograron vencer a las sabandijas. Estas llegaron hasta donde pudieron, no donde quisieron.
El hombre está de vuelta. El visitante más peso pesado en los actos de Los Próceres fue Mujica. El presidente oriental le lavó la cara al desastre mediático del equipo comandado por Izarra pero faltaba que también prestara su buen nombre y reputación a un desfile que prometía ser patético y grimoso, como todo últimamente en este país.
El comandante a su regreso, de madrugada, lejos de las luces que permiten diagnosticar verdades, pudo usar sus pocas energías no para las babosadas que dijo, sino, antes bien, para hablarle a los presos de El Rodeo y sus familiares y ofrecerles una solución pacífica. Pero nada, ni chuío sobre uno de los problemas más gordos que enfrenta la república, eso que ya en las calles llaman una “rebelión”. Los soldados desfilaban por la avenida de célebre recordación. Los pranes siguen mandando en la prisión convertida en reducto. ¿Será que de allí saldrá algo así como una declaración de independencia?
Llegamos al Bicentenario y no hubo por inaugurar sino unas gradas con techos tipo “country” para que la gente que asiente allí sus posaderas no agarre una quemazón y largue el cuero. Claro, diseñada por vaya uno a saber qué maestro de obras, la construcción poca o ninguna gracia hace a los monumentos de la zona de Los Ilustres. Otra bofetada para la Caracas que no encuentra presidente que la quiera.
En este país, el gobierno celebró poco y mal el Bicentenario. No hay una obra magna que bendecir, no hay una escultura a la que poner al calce la fecha, no hay ni tan siquiera una avenida nueva, un puente, una trocha. En su escasez intelectual, no se les ocurrió algo tan sencillo y elemental como la construcción de una Plaza Bicentenario en todas las poblaciones con más de 50 mil habitantes. O que en todas las poblaciones de tal tamaño se bautizase a una avenida con el nombre 5 de julio (la avenida más importante de la ciudad de Maracaibo lleve ese nombre desde que tengo memoria). Pudieron, por ejemplo, ordenar una placa alusiva a los doscientos años en todas las poblaciones de Venezuela con Plaza Bolívar. No se les ocurrió acuñar una moneda conmemorativa de curso legal (sólo hicieron una estampilla).
El Bicentenario pasa así sin pena ni gloria, lo cual me ofende. Porque yo formo parte de esos millones de venezolanos que creemos que la historia es importante. Si no sabemos de dónde venimos mal podemos saber a dónde vamos. Gracias a Dudamel, algún respirito pudimos darle al alma. Ningún mérito lleva el gobierno en eso.
La revolución es así, cacarea pero no pone los huevos. Lo dicho, el comandante regresó y encontró el mismo país, el mismo caótico y desastroso país. Y a él simplemente no puede importarle menos.
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