jueves, 17 de mayo de 2012

La burla

La burla / Soledad Morillo Belloso Había un debate entre los candidatos. La nación entera estaba a la expectativa. No en balde. Con base en lo que se escuchara esa noche, millones de electores en suelo patrio tomarían una decisión. Otros miles en el exilio también presenciarían la controversia democrática, incluso a través de la redes, y escogerían a quien respondiera a sus necesidades. El escenario lucía bien. Digamos que ha podido ser más moderno. Pero no suponía problemas. Los candidatos llegaron a la hora prevista. Los cuatro se habían preparado para la ocasión. Seguramente habían destinado muchas horas, junto con sus respectivos equipos, a la previsión de respuestas a todas las posibles preguntas. Cada uno tenía un cartapacio de planteamientos. Al fin y al cabo, esa noche se jugaban el favor de electores. Y entonces ocurrió lo inesperado. Apareció ella. Nos referimos al debate de la noche del pasado domingo 6 de mayo. Allá en hermosa tierra mexicana. Tuvo asiento en el World Trade Center de la gigantesca Ciudad de Mexico. En ese país habrá elecciones presidenciales y de otros cargos públicos el primer domingo de julio. Cuatro aspirantes se miden en la gran encuesta electoral para lograr el apoyo y llegar a convertirse en el nuevo residente de Los Pinos. Este debate y los que habrá de haber son montados por el IFE, Instituto Federal Electoral. Pero ello no exime de responsabilidad a quienes produjeron el evento para la televisión, ni a los equipos de los candidatos, ni a ellos mismos y menos a quien fungió de moderadora, la periodista Guadalupe Juárez, quien a saber es conductora del espacio informativo matutino Formato 21 del grupo Radio Centro. Guadalupe no es una recién llegada al periodismo. En su curriculum consta, amén de la Iicenciatura en periodismo en la Escuela Carlos Septién García, donde también fue docente, un diplomado en Análisis Político Estratégico del Centro de Investigación y Docencia Economica, CIDE, con sede en el D.F. Repetimos, ella no es novata en estas lides. No fue su primer debate presidencial a moderar. De hecho, ella estuvo a cargo de aquel famoso debate de 2006, en el cual se midieron los candidatos para la contienda de la cual resultara triunfador Felipe Calderón, actual presidente mexicano. Guadalupe no tenía derecho alguno ni válida justificación para hacerse la vista gorda con respecto a lo que ocurría. Manchó su carrera. Ensució el apellido Juárez, de tanta significación en ese país. Y no hay forma que alguien pueda convencerme de lo contrario. Pero, repetimos, todos son culpables. Todos callaron, todos guardaron cómplice silencio. Todos vejaron a los electores. Y los cuatro candidatos hicieron trizas sus campañas. Para quienes no lo sepan, el debate, que prometía altura, fue empañado por una jugarreta de la más baja ralea. Encargada de actuar como edecán (innecesaria repartición de preguntas, como si hoy en día no hubiera recursos de la tecnología para ello). La "muchacha" en cuestión, la edecana, no era una estudiante de periodismo o de ciencias políticas, económicas o sociales. No. Era una modelito, argentina para más detalles y cuya ampulosa humanidad fue retratada para Playboy. Ella llegó vestida, o más bien desvestida, con un traje de amplio escote por el cual mostraba sus densos y prominentes atributos mamarios. Algo francamente vergonzoso y denigrante. Total, como conclusión, el debate es mucho más recordado por el pasear de la "niña" frente a las cámaras y la cadencia de su cuerpo entre los candidatos, que por las propuestas que éstos fueron a exponer para la evaluación de los millones de mexicanos convocados para votar el próximo mes de julio y elegir a quien habrá de liderar a esa república en el próximo sexenio. O en América Latina nos tomamos la política en serio o no haremos sino seguir sumergiéndonos en la vulgaridad. El haber convertido el importante debate en un reality show más tipico de cualquier canal de programación pornográfica debe ser motivo de bochorno para todos quienes organizaron, coordinaron y participaron en el debate. El silencio de los candidatos, el no haber tomado acción previa o durante lo que estaba sucediendo, revela cuán débiles pueden ser estos cuatro personajes. Y lo más triste, lo más patético está en que, al menos hasta el momento en que escribo estas líneas, esos cuatro no han pedido excusas a los mexicanos por haber permitido - y en cierto modo apañado - semejante atrocidad. Basta ya de la payaseria política. Basta de burlas a la democracia.

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