sábado, 25 de agosto de 2012

La alegría ya viene

Quizás lo más interesante de la película titulada "NO" del joven director chileno Pablo Larrain (con producción de su hermano Juan Larrain) no es sólo que versa sobre el trascendental y espinoso asunto del evento electoral que marcó el fin de la dictadura de Augusto Pinochet, sino que hace un muy cercano acercamiento, un primerísimo primer plano, al cómo se desarrolló la campaña de apoyo al No en ese comicio, obteniéndose el triunfo. La película no tiene desperdicio. Es de vista obligada tanto para planificadores y ejecutores de comunicación política como para electores de a pie. De hecho, los protagonistas del film son personas de carne y hueso, gente normal y corriente, que deciden enfrentar con decisión, inteligencia y profesionalismo una situación política, social y comunicacional de niveles altamente complejos. La historia de lo que ocurrió en Chile la conocen muchos. Seguramente usted lee estas líneas y piensa que es un cuento que ya conoce. Lo nuevo en esta producción cinematográfica chilena está en revelación del cómo y no tanto en los entresijos políticos de esos tiempos. Larrain lo hace de una manera comunicacionalmente fresca y cautivante, yo diría que sabrosa. Para hacerlo no recurre a complejidades de producción, sino a eso que es crucial para el logro de una película excelente que llegue a las masas y no se convierta en una pieza "caviar", a saber, un magnifico guión, unos actores que saben ponerse los trajes de los personajes (Gael García Bernal está estupendo pero los demás actores por cierto también), unas cámaras que saben transmitir la historia y, a no dudarlo, un director que se luce en su oficio. No sé cuándo llegara la película a Venezuela, sea a las salas de cine o en formato de DVD. Ojalá sea pronto. Ojalá millones de venezolanos puedan disfrutar en breve el placer de ver con cuánto entusiasmo se hizo una campaña que con el slogan de "la alegría ya viene" logró convencer y conquistar a unos chilenos que, por cierto, enfrentaban el mayor desánimo y la desactivación de la esperanza. No quiero echar a perderle el gusto contándole los detalles. Véala. No se va a arrepentir.

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