jueves, 14 de diciembre de 2006
Escribir para no enloquecer
"Escribir es una forma de terapia. A veces me pregunto cómo se las arreglan los que no escriben, los que no componen música o pintan, para escapar de la locura, de la melancolía, del terror pánico inherente a la condición humana". Tan sabio pensamiento es original del escritor inglés Graham Greene. Y eso que él nunca vivió en Venezuela, y menos que menos en esta Venezuela de patéticos gobernantes y legisladores lacayos cuyas manos se levantan en sesiones plenas, pero plenas de servilismo...
La represión que se nos está instalando no es tan sólo un asunto de casuales o circunstanciales arbitrariedades de funcionarios de medio pelo, caracterizados por ese deporte revolucionario que es la lectura reciente. Es, también, es decir, además, una cuestión de atrabiliarios. Censura quien piensa en chiquito, quien teme que en un ambiente de libertades, su ignorancia e incompetencia queden expuestas, a luz, que la gente se dé cuenta de cuán pequeñitos son. Hostigar no es un asunto de demostración de poder, sino de tapar el pánico. No quieren que sepamos, no quieren que hablemos, no quieren que digamos, no quieren que escribamos. No quieren que pensemos.
"Yo escribo para levantar un monumento a mi dolor y convertirlo, por medio de la escritura, en un reclamo persuasivo...", escribió el novelista argentino Adolfo Bioy Casares.
Y eso hago. Escribo sin contemplaciones y aceptando la rutina del teclado, porque "... los textos no se hacen como los niños, si no como las pirámides, añadiendo grandes bloques, uno sobre otro, a fuerza de riñones, tiempo y sudor", como dijo el gran Flaubert.
Al escribir muestro la huella digital de mi alma, aún a riesgo de quedar tan a luz pública, que me convierta en un objetivo de esta guerra que existe, aun cuando a las calles las maquillen de Navidad.. Escribo para que me publiquen. Y escribo también aunque mañana no me publiquen, porque pueden impedirme ser un autor publicado, pero nadie puede impedirme escribir. Para ello tendrían que fracturarme los dedos, y las neuronas...
"Escribo para evitar que al miedo de la muerte se agregue el miedo de la vida". Eso lo leí hace un montón de años de algún texto - ya ni recuerdo cuál - de Augusto Roa Bastos, el paraguayo de las grandes letras.
Mi oficio es escribir, es comunicar. Aprendí hace mucho tiempo que hay que escribir pese a todo, pese a la angustia, pese a la incertidumbre, pese al dolor, pese a la rabia, incluso pese a la desesperación.
O en síntesis, escribo para no perder la razón, en un país donde hasta el más cuerdo puede sufrir un ataque de locura. Escribo para ser libre aunque en mi país me quieran convertir en esclava.
Escribo para no enloquecer.
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