miércoles, 5 de agosto de 2009

El acelerador a la Revolución


En este país unos cuantos mandan, pero esos que mandan no gobiernan

Cuando no es la basura que abunda por todos los rincones, es la falta de agua aunque seamos unos de los países que cuenta con más ríos. Cuando no es la inseguridad que agobia y acecha por todos los rincones es la inmensa cola para poder agarrar el autobús que llega tarde, atestado y es una vieja cafetera. Puede ser el trancón de proporciones colosales porque a algún pánfilo y empantuflado burócrata se le ocurrió la brillante idea de hacer una reparación en pleno horario de trabajo y abrió una tronera en el asfalto que dejó la calle reducida a su mínima expresión. O la cola más larga que ventosidad de culebra en uno de tantos bancos del Gobierno que tienen que hacer los que por esos bancos cobran su misérrima pensión porque sólo hay una taquilla abierta. Claro, hay que contabilizar también las colas para pagar la electricidad, los impuestos, el teléfono. Renovar el RIF es un acto casi heroico.

Maigualida llega a su casa en franco estado de ira. Se pregunta si será que alguien le montó un trabajo y la empavó, porque su día ha sido una retahíla de desesperaciones. De las 12 horas que estuvo en la calle, 6 fueron de desperdicio. Y para acabarla de completar, la conserje le dice que no hay luz, ¡desde hace tres horas! Y que como no hay luz, las bombas no funcionan y no hay modo ni manera de que de las cañerías salga ni media gota de agua. Ah, y que tampoco hoy vinieron a buscar la basura.

Luego de subir los 7 pisos de escaleras, con el recado de olla al hombro (3 plátanos, ½ kilo de cebollas, ½ kilo de tomates, 1 pimentón, dos ramitos de verde y otras "joyas"), Maigualida se encuentra un mensaje de su hijo Chuito pegado en la reja: "Mamá, no hubo campamento, porque había reunión de comando. Estoy en casa de Pedro. Búscame cuando llegues". ¿Reunión del comando? ¡Válgame Dios! O sea, la reunión del comando es más importante que la educación. Y resulta que Pedro vive dos edificios más allá. Y Maigua ya no tiene piernas para bajar, subir, bajar, subir. Bueno, ya se le ocurrirá al chamo regresar antes que oscurezca. Porque luego que cae el sol él sabe que hay "toque de queda".

¿Qué hay que hacer para que gobernantes, burócratas y demás especies aromáticas entiendan que la gente normal, los ciudadanos de a pie, los venezolanos sin pompa y "ciricunstacia" están hartos, hastiados, hasta el remoño de la epopeya de cada día? ¿En qué idioma tienen que hablar los ciudadanos para lograr que a gobernantes, burócratas y demás especies aromáticas les entre en el cacumen que en este país no se vive, se sobrevive, y que eso es un absurdo?

Llueve en Venezuela, pero no hay agua en las viviendas. Nos llenamos la boca pontificando sobre la majestuosidad de nuestros ríos, pero las fallas eléctricas son ya asunto cotidiano. Al país le entró un chorro de petrodólares, más bien una catarata. Pero los venezolanos sin pompa y "ciricunstacia" llevan una vida que va de mal para peor.

En este país unos cuantos mandan, pero esos que mandan no gobiernan. Porque gobernar supone que se trabaje para beneficiar a la gente, no para ser su peor enemigo.

El Presidente, trajeado de militarismo y no de civilidad, se manda con un discurso apocalíptico, en el que en medio de cientos de palabras altisonantes, apunta que va a “seguir metiendo el acelerador a la Revolución”. Es decir, acelerar significa que va a continuar destruyendo. Su revolución acaba cada día con empresas, puestos de trabajo, libertades constitucionales. Su revolución produce una corrupción nauseabunda y pantagruélica. Su revolución no soluciona nada y empeora todo.

Chávez carece del más mínimo sentido de la sensatez y la responsabilidad. Es como una advenedizo chofer en una carrera de Fórmula 1, uno que se colea entre avezados pilotos sin tener la menor idea de cómo se maneja en un circuito de alta competencia.

Y los platos rotos los pagan los ciudadanos de a pie. Y a futuro, los pagarán sus hijos y nietos.

No hay comentarios: