Si algo me place día tras día es tener como lengua materna al idioma español. Es hermoso, vibrante, amplio. Sencillo, que no simple. Riguroso, que no inflexible. Es variado, divertido, dinámico. Permite el decir, el intuir, el referir y, sobre todo, el comunicar. Es una de los mejores legados del encuentro de dos mundos.
Algunos datos sobre este maravilloso idioma pueden resultarnos interesantes y hasta sorprendentes: a la fecha es hablado por unos 437 millones de personas en todo el mundo; es la tercera lengua del mundo en hablantes (primero el chino mandarín con casi 1.000 millones y el inglés con 450). El español es lengua oficial hablada en 29 países. Según estimaciones de la UNESCO, por allá por mediados de este siglo un 25% de la población de Estados Unidos hablará español; de hecho, hoy es la lengua materna de casi el 15% de los habitantes de ese país. Pero hay más. Se calcula que unos 100 millones de personas hablan español como segunda lengua. Es tan importante este idioma nuestro que en Estados Unidos y Canadá el español es la lengua extranjera más estudiada. En cuanto a Internet, los hispanohablantes representamos un total cercano a los 81,7 millones de usuarios (aproximadamente el 7,5% de los usuarios de Internet de todo el mundo), lo cual nos convierte en la cuarta comunidad de Internet, luego del inglés, el japonés y el chino.
El español es una de las lenguas más importantes hoy y crecerá en relevancia con el correr de los años. Hay predicciones sensatas que establecen que para 2050 habrá más de 530 millones de hispanohablantes.
Es uno de los idiomas más fáciles de aprender: se habla como se escribe. Es lo que se llama concordancia fonética. Junto al inglés, el francés y dos idiomas más que en este momento no me vienen a la memoria, es uno de los idiomas oficiales de la UE y de la ONU. Por supuesto, es una obviedad escribir que es lengua oficial en la OEA. Es el idioma de la CAN, del Mercosur y de todas las organizaciones existentes en las Américas. Lo es también de un número creciente de empresas internacionales. Paséense ustedes por lo que ello supone en términos de globalización.
Gracias a grandes escritores, ha sido y sigue siendo el idioma del amor y el desamor, de la tristeza y la alegría, de la felicidad y la amargura, del acuerdo y la protesta. En español hacemos el amor, nos pelamos y, más importante aún, nos reconciliamos.
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