jueves, 15 de marzo de 2012

La sucesión

Hay sólo dos escenarios: 1. Que Chávez, con todo y enfermedad y debilitado físicamente, insista en ser el candidato del PSUV en las próximas elecciones de octubre (o de diciembre); 2. Que Chávez no sea el candidato y se nombre (democráticamente a dedo o como consecuencia de unas primarias estrafalarias en ese partido) para que sustituya a Chávez en la competencia electoral.

Si Chávez –contra viento y marea- es el candidato, veremos una campaña oficialista de esas que inunda hasta el más pequeño resquicio, pintando cada milímetro de rojo y con cadenas veinte veces al día. Pero será una campaña totalmente mediática, es decir, sin la participación real del candidato. Todo ello en contraposición a la campaña de Capriles, a quien le abundan la salud, la jovialidad, las energías y el más feliz entusiasmo. Esto meses que tenemos por delante, Henrique se caminará Venezuela, le dará la mano o besará a por lo menos 1.5 millones de venezolanos, participará en unas 100 mil reuniones, asambleas, caminatas, conferencias, ruedas de prensa, mítines, etc., ello sin contar las poquitas cuñas que puedan ser transmitidas a través de los medios audiovisuales. Chávez estará en todas partes pero no estará. Henrique parecerá no estar y sin embargo andará por todas partes. Por cierto, ya aprendió el gobierno/partido que atacarlo con violencia en los lugares que visite le termina resultando carísimo, pues le genera al opositor una visibilidad nacional e internacional enorme.

Por estos días, un colega con quien chateaba y quien es chavista hasta la médula me dijo que yo tengo razón en perfilar ese escenario y que tal situación sería injusta, pues la campaña debe ser equitativa y “si el comandante está enfermo, pues las elecciones deben ser pospuestas hasta que él se recupere totalmente”. Claro, en el planteamiento de semejante disparate a mi colega se le olvidó que la Constitución nada dice con respecto a postergación alguna de una elección porque algún pretendiente al cargo esté enfermo. Eso sería como si suspendieran un juego de la serie mundial porque el pitcher principal de un equipo esté enfermo o lesionado.

De vuelta a los escenarios, en ese primero Chávez puede ganar pero con mucha dificultad. Eso no ocurriría si el país estuviese estupendo y aquí no hubiese ni un solo problemita social, si no hubiera una inflación que nos agujereara los bolsillos, si la inseguridad fuera inexistente, si no hubiera ni un solo niño fuera del sistema escolar, si el transporte público fuera inmaculado y ejemplo mundial de eficacia, si los hospitales fueran eficientes hasta el asombro, si jamás hubiera escasez de producto alguno y si no abundaran las “sensaciones de corrupción de los del gobierno”. Pero la debilidad de Chávez no está realmente en su enfermedad; ella se monta sobre su pésima gestión de gobierno. Por eso la horriblemente llamada Misión Lástima es un fracaso. La gente tiene demasiadas angustias, demasiados problemas, demasiadas carencias y demasiadas rabias y desilusiones como para que haya espacio para la lástima.

Si Chávez pierde, para él, como bien lo dijera en sus exactas palabras, “no es el fin del mundo, ni ahí se acaba todo”. Es sí el acabose para muchos en la revolución, sobre todo para quienes tienen “asuntos pendientes”.

Pero la cosa se complica si Chávez no puede ser candidato, en primer lugar porque no hay un sucesor que le llegue ni por los talones. Todos están a la altura del betún. En todo estos años él mismo se encargó que así fuera pasando por la molienda a cualquiera que medio descollara en liderazgo. Pero si ninguno da la talla, pasa también que ninguno es competencia para Capriles.

Jaua es incoloro, inodoro e insípido. Y a esos atributos suma que exhibe la peor gestión posible en todos los cargos que ha tenido. De hecho, el nombramiento como presidente encargado no ocurrió porque se duda en todas las esferas que hubiera aguantado cuarenta y ocho horas sin que se hubiera armado una pelotera de quinto patio.

Diosdado, con sus ojos azules-azulitos y su proclamación de alma roja-rojita, es un tipo muy poco confiable y además ya Capriles lo revolcó cuando se enfrentó a él en las elecciones por la Gobernación de Miranda. Además, lo de Diosdi en su paso por la gobernación mirandina es una historia de Ali Babá.

Muchos dicen que será Nicolás, quien ha desarrollado toda una campaña de adulación a los Castro y a los otros mandamases del Alba para que le den la buena pro. Y ha sido exitoso en ello. Tiene a su favor que nunca ha tenido gestión ejecutiva como tal (la presidencia de la Asamblea y la Cancillería no valen como elementos de medición de eficiencia de gestión pública) y entonces es una incógnita. Tiene también eso de la juventud, a pesar que se le nota por la abultada panza que estos años en el gobierno le han “magnatizado”. Pero eso se medio parapetea con un mes de gimnasia dirigida por un entrenador personal de esos bien kilúos que abundan por montones en los centros de desarrollo físico en Venezuela.

El problema está entonces en que Chávez transita un tremendo dilema. Si él no es el candidato y tiene que poner a otro, si ese otro gana, pues entonces Chávez es sustituible. Y eso, me perdonan, no cabe en la cabeza de “micomandantepresidente”. Entonces el que ponga como candidato tiene que perder.

Se enreda el asunto pero también se va aclarando. Interesante, muy interesante.

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