Por estas épocas, además de los gastos en
matrículas de colegios y universidades y de libros y útiles escolares, toca
meterse la mano en el bolsillo para renovaciones de seguros y algunos arreglos
domésticos necesarios. Finalizan las vacaciones y las tarjetas de crédito están
agónicas.
En Chile la carne bajó su costo en 10% y
la cesta básica para la celebración de sus fiestas patrias (el 18 de
septiembre) decreció en 2%. Es decir, los chilenos están de fiesta.
Ir al mercado en Venezuela es un
ejercicio de circo. Nos tenemos que convertir en los hombres y mujeres
elásticos para estirar los reales y, cual trapecistas, tenemos que hacer
maromas para encontrar cómo sustituir lo que no hay en las estanterías.
La electricidad aumenta sin que
consigamos entender el reporte. Y el blableo mareante del ministro Jesse se
incrementa aunque los apagones sean asunto de todos los días. No tienen el
coraje de aumentar la gasolina, cuyo costo en los hechos es el doble pues nos
morimos de vergüenza ante lo ridículo del asunto y terminamos dejándole al
bombero una propina que equivale a lo mismo que nos surtió. Por fortuna, los
venezolanos nunca hemos sido pichirres, ni aún antes de los diversos booms
petroleros.
Algunos piensan que las elecciones del
próximo 8 de diciembre tratan sólo de la esfera de lo local, que no comportan implicaciones
de mayor dimensión. Las tienen y mucho. Seremos ingenuos y hasta tontos si a
los candidatos sólo los vemos y evaluamos en su calidad de gerentes municipales
y no como lo que además tienen que ser, líderes de la democracia. De hecho, los
rojos rojitos tienen muy claro que sus abanderados no serán apenas alcaldes o
concejales; serán, por encima de todo, dirigentes de la revolución y su principal
deber es salvarla de caer por el despeñadero. Si para ello tienen que destruir
el municipio, triturarlo y obviar las necesidades de las comunidades, sea pues.
No les temblará el pulso para cargar contra las muy constitucionales
instituciones municipales ni para cepillarse y malversar el presupuesto para
ponerlo al servicio de lo que para ellos es primordial, a saber, el poder.
En un país normal el 8D acudiríamos a
elegir burgomaestres y legisladores municipales. Pero Venezuela es cualquier
cosa menos un país normal. Tenemos que ser bilingües, hablar de lo cotidiano
que nos afecta en el municipio donde vivimos y/o trabajamos y también hablar de
lo que significa permitir que la revolución arrecie su sistemático proceso de
destrucción nacional. Hay que hablar de la basura y de la cloaca, pero no sólo
de las físicas sino de las económica y moral en la que han sumido a esta
nación.
El objetivo de la revolución no es
obtener el mayor número de alcaldías. Eso ya lo tienen por seguro y, créanme,
no les quita ni un minuto el sueño. Necesitan aumentar su caudal de votos, dar
el palazo en varias ciudades capitales y quitarle a la Unidad municipios
emblemáticos como Maracaibo, Sucre, Baruta y la Alcaldía Metropolitana de
Caracas. Necesitan recuperarse de las inmensas pérdidas de votos que han
contabilizado en los últimos procesos. Mister Danger necesita pasar a la
historia como el sucesor y no como el enterrador.
Yo no te pido la luna. Te pido sí que
veas los árboles y el bosque. Que evalúes que hay táctica y estrategia. Que el
proceso democrático debe verse en su conjunto y no sólo en partes aisladas. Te
pido que el 8 de diciembre vayas a votar.