lunes, 30 de septiembre de 2013

Yo no te pido la luna


Por estas épocas, además de los gastos en matrículas de colegios y universidades y de libros y útiles escolares, toca meterse la mano en el bolsillo para renovaciones de seguros y algunos arreglos domésticos necesarios. Finalizan las vacaciones y las tarjetas de crédito están agónicas.

En Chile la carne bajó su costo en 10% y la cesta básica para la celebración de sus fiestas patrias (el 18 de septiembre) decreció en 2%. Es decir, los chilenos están de fiesta.

Ir al mercado en Venezuela es un ejercicio de circo. Nos tenemos que convertir en los hombres y mujeres elásticos para estirar los reales y, cual trapecistas, tenemos que hacer maromas para encontrar cómo sustituir lo que no hay en las estanterías.

La electricidad aumenta sin que consigamos entender el reporte. Y el blableo mareante del ministro Jesse se incrementa aunque los apagones sean asunto de todos los días. No tienen el coraje de aumentar la gasolina, cuyo costo en los hechos es el doble pues nos morimos de vergüenza ante lo ridículo del asunto y terminamos dejándole al bombero una propina que equivale a lo mismo que nos surtió. Por fortuna, los venezolanos nunca hemos sido pichirres, ni aún antes de los diversos booms petroleros.

Algunos piensan que las elecciones del próximo 8 de diciembre tratan sólo de la esfera de lo local, que no comportan implicaciones de mayor dimensión. Las tienen y mucho. Seremos ingenuos y hasta tontos si a los candidatos sólo los vemos y evaluamos en su calidad de gerentes municipales y no como lo que además tienen que ser, líderes de la democracia. De hecho, los rojos rojitos tienen muy claro que sus abanderados no serán apenas alcaldes o concejales; serán, por encima de todo, dirigentes de la revolución y su principal deber es salvarla de caer por el despeñadero. Si para ello tienen que destruir el municipio, triturarlo y obviar las necesidades de las comunidades, sea pues. No les temblará el pulso para cargar contra las muy constitucionales instituciones municipales ni para cepillarse y malversar el presupuesto para ponerlo al servicio de lo que para ellos es primordial, a saber, el poder.

En un país normal el 8D acudiríamos a elegir burgomaestres y legisladores municipales. Pero Venezuela es cualquier cosa menos un país normal. Tenemos que ser bilingües, hablar de lo cotidiano que nos afecta en el municipio donde vivimos y/o trabajamos y también hablar de lo que significa permitir que la revolución arrecie su sistemático proceso de destrucción nacional. Hay que hablar de la basura y de la cloaca, pero no sólo de las físicas sino de las económica y moral en la que han sumido a esta nación.

El objetivo de la revolución no es obtener el mayor número de alcaldías. Eso ya lo tienen por seguro y, créanme, no les quita ni un minuto el sueño. Necesitan aumentar su caudal de votos, dar el palazo en varias ciudades capitales y quitarle a la Unidad municipios emblemáticos como Maracaibo, Sucre, Baruta y la Alcaldía Metropolitana de Caracas. Necesitan recuperarse de las inmensas pérdidas de votos que han contabilizado en los últimos procesos. Mister Danger necesita pasar a la historia como el sucesor y no como el enterrador.

Yo no te pido la luna. Te pido sí que veas los árboles y el bosque. Que evalúes que hay táctica y estrategia. Que el proceso democrático debe verse en su conjunto y no sólo en partes aisladas. Te pido que el 8 de diciembre vayas a votar.


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