viernes, 31 de mayo de 2013

Los incómodos



En la boca, el agridulce de dos noticias. Una, dulce, el ocaso de un salvaje, Mario Silva, personaje deleznable y sociópata que durante años a través de diversos medios y con un lenguaje barbárico y criminal se dedicó a perpetrar con impunidad toda suerte de delitos contra la decencia, la moral y las buenas costumbres y, además, a crear un ambiente de linchamiento que por años habremos de lamentar. Yo le pido a Dios que me dé vida suficiente como para ver a ese individuo juzgado por tribunales serios y pagando años de cárcel como responde a la gravedad de sus actos.

La otra noticia, agria, la angustia por lo que ocurre en Globovisión, canal de noticias al cual algunos, con pérfidas intenciones, desean convertir en una insípida, incolora e inodora Bobovisión.

Me invade un pálpito, una sospecha: se está escribiendo el obituario profesional de quienes le resultamos incómodos al régimen. No es dato menor que el desguace de Globovisión ocurra casi como elegía y epitafio al cierre de RCTV y a 34 emisoras de radio de la cadena CNB. Aquello le cobró duro políticamente a la revolución. Entonces –pues perversamente hábiles son- aprendieron nuevas maneras menos onerosas de aplastarnos. Ernesto Villegas, oh insensato, es el verdugo ejecutor de la sentencia de muerte. Si hoy él piensa que se sienta en su oficina a disfrutar el paso de los cadáveres, acaso debería pensar que si algo hacen bien las revoluciones es tragarse a sus hijos. Antes que revolucionario -y mucho más importante que declararse rojo rojito- Ernesto debería recordar que es venezolano y periodista y que esas dos condiciones le obligan a incómodos pero muy loables compromisos adquiridos, que al ser respetados producen una incomparable satisfacción personal y hace que uno pueda verse en el espejo y no sentir verguenza.

Para el momento que escribo estas líneas, varios colegas ya han salido del canal, sea porque han sido despedidos -o cancelados sus contratos- o porque han decidido poner su renuncia ante su decisión de no tolerar los abusos y la imposición de censuras. O porque prefieren irse y no darles el gusto de que los boten. Ciertamente, los excluidos le resultaban incómodos a los nuevos propietarios del canal, unos individuos que del negocio de hacer periodismo televisivo saben lo que yo de física cuántica y que intuyo han mantenido en reserva sus verdaderas intenciones al comprar un canal de las características y circunstancias de Globovisión. Si de “éxito” hablamos, ya contabilizan en su haber gerencial la pérdida de varios cientos de miles de seguidores en twitter y Facebook y un rechazo que se expresa a viva voz entre la audiencia. Le seguirá una caída estrepitosa del rating y una estampida de los anunciantes, asunto que quizás no les “quita el sueño”, persuadidos como acaso estén de que contarán con nuevos anunciantes con tal sólo levantar el teléfono y marcar los números de Miraflores o la Asamblea Nacional.

Muchos –entre gerentes y anclas del canal- buscan afanosamente la manera de arreglar los entuertos generados por la nueva tropa de dueños. Los inspiran las mejores intenciones. No es cosa tonta el saber que todo esto puede conducir a poner en la calle a un montón de buenos profesionales en un país donde las fuentes de empleo para periodistas honestos son cada vez más escasas. Sin referirme a rumores, creo sí que hay más en el plan de pase por la trituradora. Porque en el canal habitan muchos “incómodos”. Baste ver a los voceros oficialistas pasando aceite cuando son entrevistados en vivo y en directo.

Tanto los que se fueron -o “los fueron”- como los que aún están se han convertido en la noticia. Mal estamos cuando la noticia son los periodistas. Créanme que es una situación delicada y dolorosa, que está demandando coraje, hidalguía y aplomo. Es un enfrentamiento entre el más indecoroso poder político/económico y unos profesionales que están defendiendo los derechos que están consagrados en la Constitución y todos los tratados internacionales y sus irrenunciables deberes profesionales. Es el poder del mastodonte contra la gallardía de las hormigas.

Hacer periodismo de calidad no se limita a un relato de lo que ocurre. No basta abordar el qué, quién, cómo, cuándo y dónde. Esos son datos que, sin el debido y profundo análisis, pasan a engrosar el grueso expediente de la inutilidad y jamás se convierten en información. Al reporterismo, que es sólo una fase del periodismo, hay que sumar la búsqueda del porqué y el para qué, hay que adicionar investigación y opinión e incluso prospección. Buscar las causas y las consecuencias. Desentrañar las madejas, quitar las tapaderas, iluminar la escena para que la sociedad pueda ver con claridad. Todo ello tiene que estar pringado de ética y moral, de altísimos grados de responsabilidad. Esta no es una profesión inocua. Se puede hacer mucho daño al callar, al silenciar, al informar a medias, al manipular los datos y al usar los medios como armas de guerra al servicios de bajas ambiciones.

Pero una cosa sabemos: el silencio es una daga directo al corazón de la sociedad. Es precisamente la sociedad la que más pierde cuando el periodismo se convierte en “pasquinerismo”, en “palangrismo” y en “propagandismo”, que son los tres pecados del mal periodismo, de ese periodismo vulgar que se transa en los burdeles del poder. Por eso hay que ponerse de pie y enfrentar con valentía a los silenciadores de oficio, a esos que quieren ponerle veto a nuestras conciencias y convertirnos en complacientes meretrices. Y en estos momentos en los que una peligrosa lluvia radioactiva cae sobre nuestras espaldas, hay que tragar grueso y entender que si somos incómodos para los poderosos, entonces estamos ejerciendo bien la profesión.

Yo ejercito aquello de “Escribe, que algo queda”, como decía Kotepa. Nunca nadie podrá acusarme de silencios cómplices. Me complace poder afirmar que no estoy sola en esta lucha. Por cada periodista indigno, arrastrado y castrado que presta sus servicios a bastardos propósitos, hay cientos cuya dignidad no está en venta ni su ética en alquiler. Somos los incómodos.


Como si nada

Escribo. Tengo que entregar mi artículo al periódico. Reviso páginas web. Ya van más de 24 horas desde la difusión de la grabación. Nada. Como si nada. Nada. Como si hubiera sido poco. Como si no hacer comentario borrara lo ocurrido. Vuelvo a escuchar la grabación. Leo de nuevo la transcripción. Nada hay en ella que no esperáramos de semejante calaña de humanoide. Me indigna que en algunos medios nacionales e internacionales se refieran a él como “periodista” o “comunicador social”. ¿Graduado en cuál universidad o escuela especializada? Me pongo a pensar en los años dejando las pestañas pegadas en los libros, en los muchos exámenes difíciles que hay que aprobar, en las tantísimas horas que hube de prepararme, en las miles de cuartillas que tuve que escribir para ganarme el certificado. Y ahora resulta que cualquier tipejo recibe el título. Haría bien el Colegio Nacional de Periodistas en pronunciarse. Aunque sólo sea para que conste en los anales de nuestra historia como desagravio a esta noble profesión que algunos escogimos. O para que muchos de los jóvenes que se inician en esta carrera no crean que no hay manera de evitar la podredumbre. Alguien tiene que decirles que es posible ser un buen profesional sin vender los principios. Sintonizo VTV. Anclas y reporteros se hacen la vista gorda, como si nada. Reviso internet. Busco la noticia en la que se dé cuenta de la investigación iniciada por el Ministerio Público. Nada. De la Contraloría. Nada. De la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Nada. De la Defensoría del Pueblo. Nada. Del Despacho de la Presidencia de la República. Nada. De la presidencia de Venezolana de Televisión. Nada. Del señor ministro de Comunicación e Información. Nada. Como si nada. Ni un solo pronunciamiento oficial en papel membrete. Todos parecen tenerle pavor al soez esperpento y su sórdido proceder. La misma noche anunció que dejará de estar al aire unos días pues va a dedicarse a reparar una dolencia en la vesícula. Es decir, por decirlo en criollo, se va con la cabuya en la pata. Como si nada. Aunque para el país de verdad no sea como si nada. Pregunto en twitter a los penalistas qué fue de la vida de eso que mientan “notitia criminis”. Con harta razón se enfurecen los abogados, a quienes el ejercicio de su loable oficio se les ha convertido en una tortuosa travesía por un basural. Tienen la desgracia de tener que trabajar en un sistema que está bajo la égida de personas en cuyo vocabulario la palabra justicia sólo causa hilaridad. Si el asunto produce en muchos el más profundo asco, a mí me da tristeza, un hondo pesar. Este país, tu país, mi país, nuestro país, un vergel atacado por una plaga de hambrientos salvajes. Me da por pensar en Antonio Cova, mi adorado profe que hace unos días se nos fue al cielo. El no se quedaría como si nada. Tarde o temprano hablarán. Nos obsequiarán declaraciones destempladas con las cuales inundarán todo los medios. Hablarán con el desparpajo del infeliz. Para ellos los valores no son más que inútil fardo. Hablarán sin papel membrete, para intentar minimizar la podredumbre que ha quedado al descubierto, para que el país entienda que todo quedará como si nada. Hasta nombrarán un fiscal investigador que será un militante abierto. Pero para cuando procedan a hacer algo, ya será tarde. Para el pueblo no es como si nada. La vulgaridad de su silencio ya fue confesión de complicidad. smorillobelloso@gmail.com

jueves, 16 de mayo de 2013

Al profe con cariño




A él no le gustaría que estas fueran unas tristes líneas para despedirlo. Así que, aun a riesgo de sonar irrespetuosa, escribiré lo que a él le gustaría escuchar allá en esa nube donde se sentó a ver para abajo.

Decir que fue un estupendo profesor significaría quedarme muy corta. Porque una clase con él era una maravillosa aventura por el saber y el entendimiento. Un enciclopedista, era capaz de disertar sobre cualquier tema, regar sus palabras con cuatro o cinco anécdotas y soltar frases que quienes fuimos sus alumnos corríamos a copiar para evitar que se nos perdieran en la maraña de conocimientos.

Pero su sapiencia no era su única cualidad. Hay que añadir tres: 1. Un glorioso sentido del humor rociado del más sutil e inteligente sarcasmo; 2. Una disposición total a escuchar las preguntas que le hicieran, por muy tontas que fueran o descabelladas que sonaran; 3. Una franqueza y una altura moral que quedaba al descubierto incluso en los momentos más comprometedores.

Tuvo cientos de alumnos. Yo me di el lujo de ser una de ellos en varias asignaturas. Todos los que pasamos por sus clases salíamos encantados y deseando que llegara en breve el momento de encontrarlo de nuevo. Antonio Cova era un hombre sin desperdicio. Si verlo en televisión, escucharlo en la radio o leerlo en las páginas de opinión era un regalo para el intelecto, tenerlo en vivo y en directo en un aula o compartiendo una tertulia era, como alguna vez le dije, una experiencia sociológica inolvidable.

Antonio me regaló muchas reflexiones. Y muchos ataques de risa. El entendía como pocos el alma del venezolano. Nuestros modos nunca le eran ajenos. Nuestras angustias las diseccionaba y diagnosticaba. Nuestros sueños encontraban en él nutritivo aliciente.

Era de esos cuyas insolencias estaban más que justificadas. Las soltaba a granel sin perder un ápice de caballerosidad y elegancia. Nos queríamos un montón. Chateábamos todo el tiempo. Y siempre estaba dispuesto para la consulta. Desde que nos conocimos hace un montón de años me llamó “Chiquitica”.

No pudo cumplir su deseo: meterse desnudo en la fuente de la plaza Venezuela cuando cayera este gobierno por votos. Logramos los votos pero seguimos peleando para que nos los reconozcan.

Le fascinaba la música. Adoraba el Bolero de Ravel. Decía que era una magnífica demostración de que la repetición, cuando bien hecha, no es un defecto sino una virtud. “Menos en política”, decía él, “porque ahí sí aburre”.

Copio a seguir su último tuit: "Los cambios pueden tener lugar despacio, pero lo importante es que tengan lugar (Para los desesperados... entre quienes me cuento)"
Allá en la esquina entre dos nubes, allí está el, escuchando el Bolero y diciendo: “¡qué vaina tan buena!”.

Chao, profe. Te quise mucho. Y te seguiré queriendo.

miércoles, 15 de mayo de 13

Lorenzo y Nicolás




Dirá Nicolás que todo el tema está en que la tienen agarrada con él. Que están obsesionados con serrucharle el puesto. Que este país está perfectamente normal, que aquí estamos en jauja y que si no estamos mejor es porque los “oposicionistas” lo quieren perjudicar.

La declaradera destemplada de Nicolás en contra de Lorenzo Mendoza fue de proporciones bíblicas. Duró varios días. Toda una alharaca para al fin acabar reuniéndose con él y teniendo que aceptar que los empresarios venezolanos no son unos bichos peludos muy malucos sino más bien piezas fundamentales del desarrollo del país. No sé cómo no le da vergüenza haber montado tamaño show y terminar haciendo el papelón de entrar en un beriberi necio con una de las compañías venezolanas más prestigiosas de nuestra historia industrial y comercial, por la que trabajar en ella  se “esmoñan” los profesionales, incluidos los egresados de las universidades bolivarianas. De hecho, hay un estudio de opinión que he visto con estos ojos que se han de comer los gusanos en el cual esa “empresita” genera tal deseo, es tan ansiado el trabajar allí, que he visto resultados de focus group en los cuales los entrevistados dicen cosas como: “yo donde quisiera trabajar es en Polar”, “yo estoy bien donde estoy, pero estaría muchísimo mejor si trabajara en Polar”. Es decir, Polar es una aspiración laboral, un símbolo de profesionalismo, progreso, calidad y creatividad. Una buena metáfora criolla. Lorenzo le explicó a Nicolás –después de explicarle a Venezuela toda- cómo es el asunto en realidad de la harina Pan y tantos otros productos de nuestra dieta (azúcar, aceite, mantequilla, margarina, leche, etc., etc., etc.) que escasean en las estanterías de los supermercados, abastos y bodegas, haciéndolos parecer un peladero de chivos.

Ese país que tienen en la mente tanto los que trabajan en Polar como quienes aspiran trabajar allí y en tantas otras empresas buenas y eficientes, ese país de progreso y desarrollo no se parece en nada al país que tenemos hoy, gracias a una ‘fina cortesía’ del gobierno de Nicolás. La Venezuela que tenemos queda retratada de cuerpo entero en los titulares  de varios periódicos nacionales que recojo a  seguir:

“Taxistas bloquearon vías en protesta a cobro de vacunas en Táchira” 
“Contaminación con cloacas afecta a 1.095 alumnos en Barinas”
“El colapso de la red de aguas negras en la Escuela Básica Antonio José de Sucre y Escuela Técnica Gran Mariscal de Ayacucho, obligó a la directiva a suspender las clases”
“MUD ha procesado 5 mil denuncias de trabajadores públicos despedidos”
“Matan a oficial de Policaracas quien era escolta del director del cuerpo”
“Doble crimen en El Valle ocurrió durante operativo Patria Segura”
“Asesinan a contador dentro de tienda de repuestos en La Yaguara”
“41 cadáveres fueron ingresados a la morgue durante fin de semana”
“Apagón de cuatro horas afectó a Paraguaná este lunes”
“Venezuela triplica el índice de precios de alimentos de América Latina”
“Aprueban alza de 20% en precio de carne, pollo y leche”
“Valencianos hacen largas colas para comprar aceite y margarina”
“Cepal reporta caída de 15% de inversión extranjera en Venezuela en 2012”
“Aumento colocaría el kilo de pollo regulado en casi 20 bolívares”
“Gobierno importará 50 millones de rollos de papel sanitario”
“Venezuela con la inflación más alta de América Latina”

El país sabía bien que esto pasaría si Nicolás llegaba a ser presidente. Por eso votó mayoritariamente por Henrique Capriles. Que nos hayan robado las elecciones no cambia la verdad.

Lorenzo y Nicolás. Se trata de la contraposición de dos metáforas, representadas en dos visiones completamente distintas de enfrentar la vida, las crisis y los problemas. El uno quiere gobernar y no sabe hacerlo. El segundo sabe gerenciar y producir eficientemente y con calidad y el gobierno hace todo lo posible para impedírselo.

Por cierto, Lorenzo Mendoza se parece al verdadero venezolano. Pujante, progre, desarrollista, con responsabilidad social y ánimos de progreso. Precisamente lo  que no ocurre con Nicolás, quien es un populista a quien el coroto le ha resultado imposible de manejar. El tiene que detenerse y reflexionar. Entender que fuimos durante largos años un país que quería montarse en las oportunidades y con base en ellas producir desarrollo y progreso. Que siempre hemos sido osados, no cabe duda. Pero también creativos, ambiciosos, deseosos de terminar cada día sintiendo el sabroso cansancio producido por lo muy bien hecho. Las oportunidades que nos dio un aumento multimillonario de los ingresos petroleros se fueron por el desagüe porque una manga de gerentes públicos de quinta categoría, pésimos planificadores y ejecutores de políticas públicas, se empecinaron en un populismo baratón y ramplón.

Porque el cerco que le han armado le ha disminuido el poder para tomar decisiones, Nicolás no pudo responder afirmativamente  a la propuesta de Lorenzo de venderle una o más plantas de producción de alimentos de esas que el gobierno tiene en estado catatónico.  Perdió entonces una oportunidad de quedar muy bien parado, casi como un presidente.

La reunión entre ellos, cada cual con su equipo de trabajo, discurrió en paz. No hubo espelucamientos, ni mentadas de madre ni nada que se le parezca. Ojalá lo reporten así los medios gobierneros y no caigan en el error de emitir una nota de prensa en la cual se diga que Nicolás le cantó las cuarenta y le puso los puntos sobre las íes a Lorenzo, lo cual no ocurrió. Al contrario, hubo serenidad y compromisos de parte y parte, entre ellos sacar al asunto de la producción y distribución de alimentos de la discusión politiquera.

Se trata al fin y al cabo de poner sobre la mesa de nosotros los venezolanos cada día un paquete de harina pan, kilos de azúcar, litros de aceite, margarina, mantequilla, carne, pollo y todos la canasta alimentaria a precios decentes y asequibles  y no una bolsa llena de gorgojos y unos pollos esmirriados.

Si este gobierno comprendiera que en este mientras tanto tiene que gobernar, valga la redundancia, otro gallo cantaría. Lo escribí y lo repito, Nicolás tiene que convertir el ‘mientras tanto’ en un ‘entretanto’. En este entretanto, no puede evitar que la oposición luche con herramientas democráticas (impugnaciones, protestas pacíficas, campaña de difusión de las denuncias y otros utensilios). No se persigue otro fin que  aclarar y resolver los disparates ocurridos el 14A y sus muy lamentables consecuencias. Pero lo que sí puede hacer –y ojalá lo haga- es dejar de sembrar ingobernabilidad. Por su bien… y el de todos.

viernes, 10 de mayo de 2013

La cúpula dorada del republicanismo


Acaso su sobrecogedora belleza pasa inadvertida para quienes carecen de los conocimientos y el buen gusto necesarios para poder apreciarla. Aunque encargada su construcción por quien de democracia sabía lo que yo de arameo antiguo, nuestro Capitolio, ubicado en pleno casco histórico de la capital, es un edificio imponente con el cual su arquitecto/ingeniero, Luciano Urdaneta (a saber, hijo del general Rafael Urdaneta) se propuso dar a nuestra república uno de sus mejores espacios.

Allí han jurado presidentes, se han desarrollado asambleas constituyentes (varias, porque en este país al parecer nos encanta hacer constituciones), se han dirigido discursos sobresalientes, se han redactado excelentes leyes, se han procurado incluyentes acuerdos y también se han pronunciado loas adulantes y producido vergonzosas reyertas cual si fuere un lupanar.

Hubo una época en la que se podía acudir allí para conocerlo, sin más limitación que la de anotarse a la entrada previa muestra de algún documento de identificación y un tácito compromiso de respeto. Había amables guías que mostraban cada salón y explicaban magistralmente sus detalles históricos y artísticos. Fueron muchos los extranjeros a quienes llevé a conocerlo. Quedaban extasiados. Los sábados, en medio del clásico bullicio del centro, entrar allí era como penetrar a una suerte de declaratoria de sosiego. Si el tiempo no andaba de lluvias, podía observarse el transitar de ardillas saltando de rama en rama y de árbol en árbol. Destaco la preciosa fuente, fabricada por la compañía británica “The Crumlin Works & Co.¨. En ella muchos hallaron inspiración para buenas leyes. Hoy el patio de la legalidad democrática está vedado a los ciudadanos de a pie que no estén dispuestos a inclinar la cerviz ante unos mandones que han confundido el ejercicio del poder con la actuación de un ejército de ocupación.

La instrucción de Guzmán Blanco a Urdaneta fue clara y precisa: “… quiero sentir que estoy en Francia”. Al presidente, el Ilustre Americano como lo bautizó la historia, (quien no ha sido jamás santo de mi devoción, pero a quien empero reconozco el buen gusto) le apasionaba todo lo de allá y sentía que afrancesar a Caracas, amén de una meta de belleza, tenía un propósito civilizatorio. De estilo neoclásico, comenzose su construcción el 21 de septiembre de 1872. La inauguración de su primera etapa ocurrió el 19 de febrero de 1873, un claro ejemplo de eficiencia y demostración de que cuando se quiere se puede. Guzmán Blanco declaró ese día que “este edificio es el emblema de la Revolución de Abril”. Se emplearon técnicas muy innovadoras. Originalmente hospedó al poder Ejecutivo, luego a la Corte Federal y posteriormente se convirtió en sede del poder Legislativo. En una pared del lado norte fue colocada una placa en la que se leía: “Los obreros del Capitolio premian el arte, el ingenio y el talento dedicando esta losa al Ing. Luciano Urdaneta”. Su ampliación estuvo bajo la batuta del genial Malaussena.

Nuestro Capitolio alberga obras de arte esplendorosas, que no sé en qué estado se hallan. Entre ellas, la Firma del Acta de la Independencia el 5 de julio de 1811 de Juan Lovera, la Batalla de Carabobo y la Batalla de Boyacá de Tovar y Tovar, la Batalla de Junín y la Batalla de Ayacucho de Herrera Toro, el Tríptico Bolivariano de Tito Salas, Venezuela recibiendo los símbolos del Escudo Nacional, de Centeno Vallenilla. Debe haber además muchas otras que ilustran a héroes de nuestra gesta emancipadora y una estupenda y valiosísima colección de retratos de nuestro Libertador. Debe haber, según mis registros ya desactualizados, una centena de piezas de arte, además de una nutrida biblioteca en la que destacan incluso incunables.

El Capitolio tiene enorme trascendencia histórica para los venezolanos. A qué dudarlo. Fue declarado Patrimonio Nacional en 1997, en mi humilde juicio tardíamente. Nunca nadie ha logrado explicarme por qué no ocurrió antes. No es tan lejana la época en la que no se hubiera permitido que los parlamentarios comieran en las sesiones. Hoy, engullen alimentos que destilan grasa y salsa como si estuvieran en un chiringuito cualquiera. No falta quien habla con la boca llena y de bolsas salen a relucir cuantas chucherías pueda uno imaginar. Y qué decir del espanto que produce el ver la colección de vasos y botellines de plástico que quedan esparcidos sobre escritorios y curules y como decorado en el piso. Advierto que en el Capitolio hay una hermosa vajilla, sencilla y sin exageraciones, que cuenta (o contaba) con suficientes tazas para uso de los parlamentarios, así como los correspondientes vasos de cristal. Pero eso no parece importarle a quienes dirigen la institución.

Durante muchos años hubo un respeto enorme por el protocolo en el vestir, tanto para los empleados y visitantes como para los hombres y mujeres elegidos por el pueblo para allí representarlo. Años ha, las sesiones de cámaras exigían a los caballeros el uso de traje y corbata. De allí que para aquellos parlamentarios que no contaren con un guardarropa indicado, florecieron en el centro tiendas y ventorrillos que ofrecían a precios módicos una amplia gama de “fluxes”, a los cuales se les llamaba “puyaos” pues debían ‘puyarse’ de una estantería alta valiéndose de un palo de escoba al cual en una punta se le había adosado un garfio o gancho. No fue sino hasta tiempos relativamente recientes cuando se permitió a las damas usar pantalones y sandalias, elementos de indumentaria femenina que lucían poco apropiados para la investidura del local y por tanto inadecuados para la altura republicana que allí debía privar. Con esta normativa en modo alguno se perseguía el fin de banalizar con modas y fruslerías los recintos sino, antes bien, respetar al pueblo allí representado. Hoy, en una confusión de la sencillez con la vulgarización, abundan quienes asisten a las sesiones -incluso las especiales y solemnes- trajeados de cualquier modo, hasta de franelillas, bluyines y chancletas, como si estuvieran en una tarde de gallera.

Como ‘estructura modela comportamiento’, no puede sorprendernos que actúen en consonancia con sus lamentables atuendos. El tema, que puede sonar trivial (seguro me acusarán de “pequeña burguesa”), sin embargo no lo es. Algo desastroso ocurrió cuando los parlamentarios decidieron que las formas no importan. Baste verlos en las sesiones en pantalones arrugados, camisolas y franelas, chaquetas de malandro y gorras y mascando chicle cual rumiantes o escarbándose las interioridades bucales con mondadientes. Más de un vez hemos visto a las señoras diputadas despeinadas o calzadas con cholas de playa. Recuerdo una sesión en la que una de ellas curucuteó su cartera hasta hallar un bote de pintura de uñas y a seguir procedió a retocarse la manicura. Esto es un irrespeto al recinto, a la investidura de los cargos, a los ciudadanos a quienes se supone representan. Relajar el vestir habla de indisciplina y genera por consecuencia igual relajo del proceder, el verbo, la gestualidad, la labor. Y así andamos. Cuánto bien le haría a algunos diputados y diputadas tomarse el tiempo para leer el Manual de Carreño.

Es bueno recordar que este país ha tenido parlamentarios con voz sensata, entereza, visión de país, notable discursiva y hasta con brillante sentido del humor. Debe existir un archivo completo de todo lo que se ha dicho, debatido y discutido en el parlamento. Ojalá en el afán de reescribir la historia, no les haya dado también por destruir esos legajos que condensan el tránsito de los venezolanos por la vida republicana.

Hay una diferencia abismal entre la ponderación de hombres como José Antonio “el Negro” Pérez Díaz -por sólo nombrar uno y sin desmérito de muchos otros por demás honorables que han ocupado posiciones de dirección- y quienes han sido las autoridades recientes en el Parlamento.

Esa cúpula dorada que se avista desde casi cada esquina del centro de Caracas debería inspirar pluralismo, sensatez, decoro y talante democrático. El Capitolio es patrimonio de la Nación, pero sus autoridades son las responsables de su cuidado, mantenimiento y protección. Los diputados deben entender que han sido elegidos para servir, no para ser servidos. Su desempeño y conducta debe estar bajo constante escrutinio de nosotros los ciudadanos, los únicos e incontestables soberanos de Venezuela. Es evidente que algunos hoy atrincherados en el Palacio Federal Legislativo tienen los errores muy confundidos. Hay que corregirles.

La tregua

Quizás la palabra “diálogo” le eriza la piel a muchos, considerando la historia que hemos vivido en los últimos catorce años en los que ese vocablo fue usado con frecuencia pero sin que el gobierno lo honrara. Todos recordamos bien el desastre de los conversatorios y las mesas de acuerdos y negociaciones, instrumentos que acabaron siendo trampajaulas y redes para atrapar nuestra decencia y buenos deseos y democráticas intenciones Pero, para entender bien el asunto, quien irrespeta a la larga termina perdiendo más que el irrespetado, aun cuando no lo parezca. Nicolás tiene que promover una tregua. No le queda de otra. Porque así como va lleva las de perder. Tiene que entender que si mantiene activados los agentes de perturbación y acoso, si persiste en su verbo ofensivo y denigrante, si insiste en una política de confrontación, si continúa ofendiendo a cuanto menos la mitad de la población, su situación será cada vez más tambaleante. Abrió demasiados frentes (dentro y fuera de las fronteras) y sus abanderados no le están resultando en lo absoluto eficientes. Lo están hundiendo en un lodazal. En una circunstancia como la que existe y que no se puede tapar con discursitos y cuñas mal hechas, la única válvula para liberar tensiones es cambiar este funesto “mientrastanto” por un mucho más inteligente “entretanto”. El sabe –y si no lo sabe toca que lo vaya sabiendo- que la oposición tiene una agenda que no va a abandonar. Que el camino escogido no es el de los rutilantes gritos sino uno más difícil pero harto más sólido: el de las impugnaciones, las defensas legales de los miles de penalizados por el delito de disentir, la develación de la verdad y el concierto de cacerolas. Nicolás sabe que sus errores (y de sus apoyadores) le han costado ya mucha popularidad. El ve encuestas. Sabe que sus números van palo abajo y que su gobernabilidad se va desmoronando cual casa construida con bloques de arena. Entonces, un frenazo en el modo de tregua es su única oportunidad que quedar más o menos bien en todo este melodrama. Claro, esto exige ciertos gestos, por ejemplo, demostrar que tiene liderazgo y dar la orden de sacar del juego a personajes como el gordo feroz ese que atacó a Julio Borges y a la catira platinada que literalmente agarró por los moños a Ma. Corina y le escachapó la nariz. Tiene que ordenarle a Diosdado que se deje de comportamientos atrabiliarios. Eso de andar exigiéndole a los diputados rendirle pleitesía para aceptar dar el derecho de palabra es una tremebunda pachotada, un expediente impresentable. Y tiene que ponerle preparo a cuatro personajes que le están poniendo el caldo muy morao´: el “yernísimo” Arreaza, el frustrado Jaua, bola de billar Rodríguez y el enloquecido Villegas, a cual peor. Si Nicolás no acepta promover una tregua, hará cada vez más evidente su condición de perdedor. Hasta sus mismos votantes ponen hoy en duda su triunfo. Piensan que aquí hubo manos peludas que parieron votos ilegales. Y eso les disgusta, porque una cosa hay que entender, que a los chavistas les gusta ganar y restregarle en la cara a los opositores un triunfo por paliza, con catarata de votos, no una partida amañada con un “pa´que cuadre”. Si Nicolás no pone orden en esta borrachera, todo se le irá poniendo color de hormiga amazónica en celo y esto terminará en que hasta en las casas rojas rojitas en todo el país sonarán las cacerolas. smorillobelloso@gmail.com

sábado, 4 de mayo de 2013

La agenda de los ciudadanos

El descontento de los ciudadanos, expresado en una simple pero poderosa sinfonía de cacerolas, ha sido respondido por el gobierno-estado-partidopolítico de varias maneras. En primer lugar, montando ollas muy podridas en las que se ha pretendido involucrar a dirigentes de la oposición, organizaciones de la sociedad civil y hasta a representantes de la Iglesia. Baste ver o escuchar la de vilipendios, mentiras, barbaridades y vulgaridades que nutren la programación las 24 horas del día de los medios del sistema hegemónico comunicacional oficial. El traquetear de las cacerolas es ignorada. A ellos no les importa lo que los ciudadanos opinemos sobre la situación del país, una nación que está en una crisis superlativa, para la cual los responsables sólo muestran su más irredenta cara de irresponsabilidad. A una economía hecha jirones, a unos derechos ciudadanos cada día más magreados, a unas calles y avenidas que son territorio de la delincuencia, a una violencia que fue invitada a apropiarse de las instituciones, la respuesta es el silencio. Un silencio que destruye los tímpanos de la decencia. La agenda de los ciudadanos no se parece en nada a la agenda de quienes están enchufadamente en el poder. No puede parecerse porque la agenda del pueblo es legítima y la de los mandones no lo es. Los venezolanos queremos paz en democracia, progreso en democracia, prosperidad en democracia, convivencia en democracia, futuro en democracia. Un gobierno legalizado a los trompicones, pero que carece de la más elemental legitimidad, que no cree en la democracia, no puede ofrecer ni dar paz, progreso, bienestar, convivencia y futuro. Pero más allá de lo que crean los pendencieros, este país tiene más futuro que pasado. Y por las leyes de la supervivencia, triunfará la verdad y la democracia. Y los estafadores habrán de terminar sus días replegados en sus cuarteles de ignominia en los que su mayor castigo será ver el éxito del país al cual trataron de destruir.

viernes, 3 de mayo de 2013

Carta a los hijos de Julio Borges

No creo que sea fácil ser hijos de Julio Borges. Es sin duda un ser humano complejo y exigente consigo mismo y con el resto de la Humanidad. Como se traga libros densos, para llevar una conversación con él hay que tener el diccionario a mano y estar dispuesto a debatir. Pero ustedes vinieron al mundo por esfuerzo y pasión de sus padres. Su mamá es un caramelo de mujer, sin que ello la convierta en débil o banal. Su padre es un católico de pensamiento, fe y ejercicio. Es un hombre que antes de decir o hacer algo, pasa por un largo proceso de reflexión y auto cuestionamiento. Ustedes nacieron y están creciendo en una Venezuela difícil y plagada de falsedades. La más reciente es una versión según la cual a su padre lo maquillaron para hacer creer a los venezolanos que la salvaje golpiza de la que fue objeto en una sesión de la Asamblea Nacional no ocurrió, que fue una pantomima. Yo les digo que conozco mucho a su padre, de vista, trato y trabajo compartido por muchos años. Algunos dirán que fui su mano derecha. Seguramente soy una de las personas que mejor puede dar fe de su estilo, sus convicciones, sus principios y valores, de su dignidad. Créanme que su padre es incapaz de ejercer la violencia física como herramienta política. Y es también incapaz de montar un sainete. No crean ni una sola palabra de las mentiras que se dicen y de las muchas patrañas que se seguirán montando. Sus padres son unos luchadores por Venezuela. Son perseverantes, profundos, militantes de la verdad. Y eso se los están cobrando. Ustedes no tendrán una vida fácil. Pero sepan que tienen el privilegio de ser hijos de dos para quienes Venezuela, los venezolanos, la familia y ustedes serán siempre motivo e inspiración de vida y trabajo. Dios bendijo a sus padres con el nacimiento de ustedes. Y los seguirá bendiciendo.