viernes, 10 de mayo de 2013
La tregua
Quizás la palabra “diálogo” le eriza la piel a muchos, considerando la historia que hemos vivido en los últimos catorce años en los que ese vocablo fue usado con frecuencia pero sin que el gobierno lo honrara. Todos recordamos bien el desastre de los conversatorios y las mesas de acuerdos y negociaciones, instrumentos que acabaron siendo trampajaulas y redes para atrapar nuestra decencia y buenos deseos y democráticas intenciones Pero, para entender bien el asunto, quien irrespeta a la larga termina perdiendo más que el irrespetado, aun cuando no lo parezca.
Nicolás tiene que promover una tregua. No le queda de otra. Porque así como va lleva las de perder. Tiene que entender que si mantiene activados los agentes de perturbación y acoso, si persiste en su verbo ofensivo y denigrante, si insiste en una política de confrontación, si continúa ofendiendo a cuanto menos la mitad de la población, su situación será cada vez más tambaleante. Abrió demasiados frentes (dentro y fuera de las fronteras) y sus abanderados no le están resultando en lo absoluto eficientes. Lo están hundiendo en un lodazal.
En una circunstancia como la que existe y que no se puede tapar con discursitos y cuñas mal hechas, la única válvula para liberar tensiones es cambiar este funesto “mientrastanto” por un mucho más inteligente “entretanto”. El sabe –y si no lo sabe toca que lo vaya sabiendo- que la oposición tiene una agenda que no va a abandonar. Que el camino escogido no es el de los rutilantes gritos sino uno más difícil pero harto más sólido: el de las impugnaciones, las defensas legales de los miles de penalizados por el delito de disentir, la develación de la verdad y el concierto de cacerolas. Nicolás sabe que sus errores (y de sus apoyadores) le han costado ya mucha popularidad. El ve encuestas. Sabe que sus números van palo abajo y que su gobernabilidad se va desmoronando cual casa construida con bloques de arena.
Entonces, un frenazo en el modo de tregua es su única oportunidad que quedar más o menos bien en todo este melodrama. Claro, esto exige ciertos gestos, por ejemplo, demostrar que tiene liderazgo y dar la orden de sacar del juego a personajes como el gordo feroz ese que atacó a Julio Borges y a la catira platinada que literalmente agarró por los moños a Ma. Corina y le escachapó la nariz. Tiene que ordenarle a Diosdado que se deje de comportamientos atrabiliarios. Eso de andar exigiéndole a los diputados rendirle pleitesía para aceptar dar el derecho de palabra es una tremebunda pachotada, un expediente impresentable. Y tiene que ponerle preparo a cuatro personajes que le están poniendo el caldo muy morao´: el “yernísimo” Arreaza, el frustrado Jaua, bola de billar Rodríguez y el enloquecido Villegas, a cual peor.
Si Nicolás no acepta promover una tregua, hará cada vez más evidente su condición de perdedor. Hasta sus mismos votantes ponen hoy en duda su triunfo. Piensan que aquí hubo manos peludas que parieron votos ilegales. Y eso les disgusta, porque una cosa hay que entender, que a los chavistas les gusta ganar y restregarle en la cara a los opositores un triunfo por paliza, con catarata de votos, no una partida amañada con un “pa´que cuadre”. Si Nicolás no pone orden en esta borrachera, todo se le irá poniendo color de hormiga amazónica en celo y esto terminará en que hasta en las casas rojas rojitas en todo el país sonarán las cacerolas.
smorillobelloso@gmail.com
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