jueves, 16 de mayo de 2013

Lorenzo y Nicolás




Dirá Nicolás que todo el tema está en que la tienen agarrada con él. Que están obsesionados con serrucharle el puesto. Que este país está perfectamente normal, que aquí estamos en jauja y que si no estamos mejor es porque los “oposicionistas” lo quieren perjudicar.

La declaradera destemplada de Nicolás en contra de Lorenzo Mendoza fue de proporciones bíblicas. Duró varios días. Toda una alharaca para al fin acabar reuniéndose con él y teniendo que aceptar que los empresarios venezolanos no son unos bichos peludos muy malucos sino más bien piezas fundamentales del desarrollo del país. No sé cómo no le da vergüenza haber montado tamaño show y terminar haciendo el papelón de entrar en un beriberi necio con una de las compañías venezolanas más prestigiosas de nuestra historia industrial y comercial, por la que trabajar en ella  se “esmoñan” los profesionales, incluidos los egresados de las universidades bolivarianas. De hecho, hay un estudio de opinión que he visto con estos ojos que se han de comer los gusanos en el cual esa “empresita” genera tal deseo, es tan ansiado el trabajar allí, que he visto resultados de focus group en los cuales los entrevistados dicen cosas como: “yo donde quisiera trabajar es en Polar”, “yo estoy bien donde estoy, pero estaría muchísimo mejor si trabajara en Polar”. Es decir, Polar es una aspiración laboral, un símbolo de profesionalismo, progreso, calidad y creatividad. Una buena metáfora criolla. Lorenzo le explicó a Nicolás –después de explicarle a Venezuela toda- cómo es el asunto en realidad de la harina Pan y tantos otros productos de nuestra dieta (azúcar, aceite, mantequilla, margarina, leche, etc., etc., etc.) que escasean en las estanterías de los supermercados, abastos y bodegas, haciéndolos parecer un peladero de chivos.

Ese país que tienen en la mente tanto los que trabajan en Polar como quienes aspiran trabajar allí y en tantas otras empresas buenas y eficientes, ese país de progreso y desarrollo no se parece en nada al país que tenemos hoy, gracias a una ‘fina cortesía’ del gobierno de Nicolás. La Venezuela que tenemos queda retratada de cuerpo entero en los titulares  de varios periódicos nacionales que recojo a  seguir:

“Taxistas bloquearon vías en protesta a cobro de vacunas en Táchira” 
“Contaminación con cloacas afecta a 1.095 alumnos en Barinas”
“El colapso de la red de aguas negras en la Escuela Básica Antonio José de Sucre y Escuela Técnica Gran Mariscal de Ayacucho, obligó a la directiva a suspender las clases”
“MUD ha procesado 5 mil denuncias de trabajadores públicos despedidos”
“Matan a oficial de Policaracas quien era escolta del director del cuerpo”
“Doble crimen en El Valle ocurrió durante operativo Patria Segura”
“Asesinan a contador dentro de tienda de repuestos en La Yaguara”
“41 cadáveres fueron ingresados a la morgue durante fin de semana”
“Apagón de cuatro horas afectó a Paraguaná este lunes”
“Venezuela triplica el índice de precios de alimentos de América Latina”
“Aprueban alza de 20% en precio de carne, pollo y leche”
“Valencianos hacen largas colas para comprar aceite y margarina”
“Cepal reporta caída de 15% de inversión extranjera en Venezuela en 2012”
“Aumento colocaría el kilo de pollo regulado en casi 20 bolívares”
“Gobierno importará 50 millones de rollos de papel sanitario”
“Venezuela con la inflación más alta de América Latina”

El país sabía bien que esto pasaría si Nicolás llegaba a ser presidente. Por eso votó mayoritariamente por Henrique Capriles. Que nos hayan robado las elecciones no cambia la verdad.

Lorenzo y Nicolás. Se trata de la contraposición de dos metáforas, representadas en dos visiones completamente distintas de enfrentar la vida, las crisis y los problemas. El uno quiere gobernar y no sabe hacerlo. El segundo sabe gerenciar y producir eficientemente y con calidad y el gobierno hace todo lo posible para impedírselo.

Por cierto, Lorenzo Mendoza se parece al verdadero venezolano. Pujante, progre, desarrollista, con responsabilidad social y ánimos de progreso. Precisamente lo  que no ocurre con Nicolás, quien es un populista a quien el coroto le ha resultado imposible de manejar. El tiene que detenerse y reflexionar. Entender que fuimos durante largos años un país que quería montarse en las oportunidades y con base en ellas producir desarrollo y progreso. Que siempre hemos sido osados, no cabe duda. Pero también creativos, ambiciosos, deseosos de terminar cada día sintiendo el sabroso cansancio producido por lo muy bien hecho. Las oportunidades que nos dio un aumento multimillonario de los ingresos petroleros se fueron por el desagüe porque una manga de gerentes públicos de quinta categoría, pésimos planificadores y ejecutores de políticas públicas, se empecinaron en un populismo baratón y ramplón.

Porque el cerco que le han armado le ha disminuido el poder para tomar decisiones, Nicolás no pudo responder afirmativamente  a la propuesta de Lorenzo de venderle una o más plantas de producción de alimentos de esas que el gobierno tiene en estado catatónico.  Perdió entonces una oportunidad de quedar muy bien parado, casi como un presidente.

La reunión entre ellos, cada cual con su equipo de trabajo, discurrió en paz. No hubo espelucamientos, ni mentadas de madre ni nada que se le parezca. Ojalá lo reporten así los medios gobierneros y no caigan en el error de emitir una nota de prensa en la cual se diga que Nicolás le cantó las cuarenta y le puso los puntos sobre las íes a Lorenzo, lo cual no ocurrió. Al contrario, hubo serenidad y compromisos de parte y parte, entre ellos sacar al asunto de la producción y distribución de alimentos de la discusión politiquera.

Se trata al fin y al cabo de poner sobre la mesa de nosotros los venezolanos cada día un paquete de harina pan, kilos de azúcar, litros de aceite, margarina, mantequilla, carne, pollo y todos la canasta alimentaria a precios decentes y asequibles  y no una bolsa llena de gorgojos y unos pollos esmirriados.

Si este gobierno comprendiera que en este mientras tanto tiene que gobernar, valga la redundancia, otro gallo cantaría. Lo escribí y lo repito, Nicolás tiene que convertir el ‘mientras tanto’ en un ‘entretanto’. En este entretanto, no puede evitar que la oposición luche con herramientas democráticas (impugnaciones, protestas pacíficas, campaña de difusión de las denuncias y otros utensilios). No se persigue otro fin que  aclarar y resolver los disparates ocurridos el 14A y sus muy lamentables consecuencias. Pero lo que sí puede hacer –y ojalá lo haga- es dejar de sembrar ingobernabilidad. Por su bien… y el de todos.

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