Dirá Nicolás que todo el tema está en que
la tienen agarrada con él. Que están obsesionados con serrucharle el puesto.
Que este país está perfectamente normal, que aquí estamos en jauja y que si no
estamos mejor es porque los “oposicionistas” lo quieren perjudicar.
La declaradera destemplada de Nicolás en
contra de Lorenzo Mendoza fue de proporciones bíblicas. Duró varios días. Toda
una alharaca para al fin acabar reuniéndose con él y teniendo que aceptar que
los empresarios venezolanos no son unos bichos peludos muy malucos sino más
bien piezas fundamentales del desarrollo del país. No sé cómo no le da
vergüenza haber montado tamaño show y terminar haciendo el papelón de entrar en
un beriberi necio con una de las compañías venezolanas más prestigiosas de
nuestra historia industrial y comercial, por la que trabajar en ella se “esmoñan” los profesionales, incluidos los
egresados de las universidades bolivarianas. De hecho, hay un estudio de
opinión que he visto con estos ojos que se han de comer los gusanos en el cual
esa “empresita” genera tal deseo, es tan ansiado el trabajar allí, que he visto
resultados de focus group en los
cuales los entrevistados dicen cosas como: “yo donde quisiera trabajar es en
Polar”, “yo estoy bien donde estoy, pero estaría muchísimo mejor si trabajara
en Polar”. Es decir, Polar es una aspiración laboral, un símbolo de
profesionalismo, progreso, calidad y creatividad. Una buena metáfora criolla.
Lorenzo le explicó a Nicolás –después de explicarle a Venezuela toda- cómo es
el asunto en realidad de la harina Pan y tantos otros productos de nuestra
dieta (azúcar, aceite, mantequilla, margarina, leche, etc., etc., etc.) que
escasean en las estanterías de los supermercados, abastos y bodegas, haciéndolos
parecer un peladero de chivos.
Ese país que tienen en la mente tanto los
que trabajan en Polar como quienes aspiran trabajar allí y en tantas otras
empresas buenas y eficientes, ese país de progreso y desarrollo no se parece en
nada al país que tenemos hoy, gracias a una ‘fina cortesía’ del gobierno de
Nicolás. La Venezuela que tenemos queda retratada de cuerpo entero en los
titulares de varios periódicos
nacionales que recojo a seguir:
“Taxistas bloquearon vías en protesta a
cobro de vacunas en Táchira”
“Contaminación con cloacas afecta a 1.095
alumnos en Barinas”
“El colapso de la red de aguas negras en
la Escuela Básica Antonio José de Sucre y Escuela Técnica Gran Mariscal de
Ayacucho, obligó a la directiva a suspender las clases”
“MUD ha procesado 5 mil denuncias de
trabajadores públicos despedidos”
“Matan a oficial de Policaracas quien era
escolta del director del cuerpo”
“Doble crimen en El Valle ocurrió durante
operativo Patria Segura”
“Asesinan a contador dentro de tienda de
repuestos en La Yaguara”
“41 cadáveres fueron ingresados a la
morgue durante fin de semana”
“Apagón de cuatro horas afectó a
Paraguaná este lunes”
“Venezuela triplica el índice de precios
de alimentos de América Latina”
“Aprueban alza de 20% en precio de carne,
pollo y leche”
“Valencianos hacen largas colas para
comprar aceite y margarina”
“Cepal reporta caída de 15% de inversión
extranjera en Venezuela en 2012”
“Aumento colocaría el kilo de pollo
regulado en casi 20 bolívares”
“Gobierno importará 50 millones de rollos
de papel sanitario”
“Venezuela con la inflación más alta de
América Latina”
El país sabía bien que esto pasaría si
Nicolás llegaba a ser presidente. Por eso votó mayoritariamente por Henrique
Capriles. Que nos hayan robado las elecciones no cambia la verdad.
Lorenzo y Nicolás. Se trata de la
contraposición de dos metáforas, representadas en dos visiones completamente
distintas de enfrentar la vida, las crisis y los problemas. El uno quiere
gobernar y no sabe hacerlo. El segundo sabe gerenciar y producir eficientemente
y con calidad y el gobierno hace todo lo posible para impedírselo.
Por cierto, Lorenzo Mendoza se parece al
verdadero venezolano. Pujante, progre, desarrollista, con responsabilidad
social y ánimos de progreso. Precisamente lo
que no ocurre con Nicolás, quien es un populista a quien el coroto le ha
resultado imposible de manejar. El tiene que detenerse y reflexionar. Entender
que fuimos durante largos años un país que quería montarse en las oportunidades
y con base en ellas producir desarrollo y progreso. Que siempre hemos sido
osados, no cabe duda. Pero también creativos, ambiciosos, deseosos de terminar
cada día sintiendo el sabroso cansancio producido por lo muy bien hecho. Las
oportunidades que nos dio un aumento multimillonario de los ingresos petroleros
se fueron por el desagüe porque una manga de gerentes públicos de quinta
categoría, pésimos planificadores y ejecutores de políticas públicas, se
empecinaron en un populismo baratón y ramplón.
Porque el cerco que le han armado le ha
disminuido el poder para tomar decisiones, Nicolás no pudo responder
afirmativamente a la propuesta de
Lorenzo de venderle una o más plantas de producción de alimentos de esas que el
gobierno tiene en estado catatónico.
Perdió entonces una oportunidad de quedar muy bien parado, casi como un
presidente.
La reunión entre ellos, cada cual con su
equipo de trabajo, discurrió en paz. No hubo espelucamientos, ni mentadas de
madre ni nada que se le parezca. Ojalá lo reporten así los medios gobierneros y
no caigan en el error de emitir una nota de prensa en la cual se diga que
Nicolás le cantó las cuarenta y le puso los puntos sobre las íes a Lorenzo, lo
cual no ocurrió. Al contrario, hubo serenidad y compromisos de parte y parte,
entre ellos sacar al asunto de la producción y distribución de alimentos de la
discusión politiquera.
Se trata al fin y al cabo de poner sobre
la mesa de nosotros los venezolanos cada día un paquete de harina pan, kilos de
azúcar, litros de aceite, margarina, mantequilla, carne, pollo y todos la
canasta alimentaria a precios decentes y asequibles y no una bolsa llena de gorgojos y unos pollos
esmirriados.
Si este gobierno comprendiera que en este
mientras tanto tiene que gobernar, valga la redundancia, otro gallo cantaría.
Lo escribí y lo repito, Nicolás tiene que convertir el ‘mientras tanto’ en un
‘entretanto’. En este entretanto, no puede evitar que la oposición luche con
herramientas democráticas (impugnaciones, protestas pacíficas, campaña de
difusión de las denuncias y otros utensilios). No se persigue otro fin que aclarar y resolver los disparates ocurridos
el 14A y sus muy lamentables consecuencias. Pero lo que sí puede hacer –y ojalá
lo haga- es dejar de sembrar ingobernabilidad. Por su bien… y el de todos.
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