lunes, 24 de diciembre de 2012

Pruebas de la existencia de Dios

Levántese usted muy tempranito un sábado o un domingo y venga al pueblo de El Hatillo. En la calle que baja hacia la plaza Sucre, bordeando el centro comercial, a su izquierda encontrará un carrito que vende empanadas. ¿A qué negarlo? Engordan. Y seguramente contribuirán al aumento del colesterol del malo. Pero son suculentas. A mi marido le encantan las de caraota y las de queso. Yo, si voy a engordar, me voy por las de pollo. Acompañadas de un guayoyito en una mañana de esas bien hatillanas cuando el frío sabroso acompaña la felicidad, créame, esas empanadas son una prueba irrefutable de que Dios existe. Y si hablamos de mi adorado pueblo de El Hatillo, frente a la plaza Bolívar, dándole cara a la Iglesia está la dulcería de los Nowak, quienes más que una familia son un institución. Ahí hay maravillas de la gastronomía criolla. Las tortas de zanahoria y de cambur y también las de chocolate son un espectáculo. Pero no se vaya sin probar la torta de queso criollo. Y chúpese los dedos con toda confianza, que hacerlo allí no es mala educación ni pecado sino más bien homenaje. Habiendo atravesado el pueblo, en la ruta a La Unión, se topará a la derecha de la vía con un lugar que es como un merendero. Bueno, prepárese. Allí todo es de muerta lenta y sin apuro. Esa cocina con sazón criolla para degustar verdaderos milagros para el paladar. Pero hay más. Siga por esa ruta y luego de varias curvas, a su izquierda encontrará un lugar que comenzó siendo una choza y hoy sigue siendo una taguara pero muy cómoda, limpia y muy bien montada. Ha llegado usted a un paraíso, casi el cielo. Allí sirven -lo escribo sin temor a exagerar- las mejores cachapas de Venezuela, acompañadas de variedades de quesos, a saber, de mano, telita, amarillo, de cabra y un largo etcétera. Y si usted llega a una hora prudente, habrá un pernil de cochino que es un obsequio a la vida. Pida también jugos naturales de frutas. Amor por su oficio Y ya que anda por la zona, deténgase en los puestos de ventas de verduras de los granjeros hatillanos. A ellos se les nota el amor por su oficio. Sin desmedro de lo que se expende en los supermercados, hay que reconocer que los vegetales frescos, cultivados con cariño, tienen un sabor especial. Variedad de lechugas, tomates, ajos, acelgas, cebollas blancas y moradas, berros. La atención es personalizada. No se asombre si le dicen que tal o cual verdura que usted se empeña en comprar "hoy no está buena". Ellos trabajan su negocio con la sinceridad del que prefiere mantener a su clientela contenta y no pretenden hacer su agosto en un solo día. Hay pruebas Pero de que Dios existe hay pruebas más allá de nuestras fronteras. El asunto es planetario. Ejemplo de ello, lo que yo llamo las glorias chilenas, en su mayoría moluscos y mariscos que son insignia de la gastronomía de ese largo y flaco país del Sur. Entre esas glorias, las machas, unos moluscos de gusto extraordinario, de bajo costo y alto rendimiento. En Venezuela, se consiguen en lata. Prepararlas es muy fácil. Basta con ponerlas en una bandeja refractaria, condimentarlas con sal y pimienta, bañarlas en salsa blanca y regarlas con abundante queso parmesano. Las lleva al horno por unos 20 minutos a 300 grados y están listas. Acompáñelas con un arrocito blanco o con un pan blanco de corteza dura como el campesino que venden en nuestras panaderías. No menos deliciosos son los "choritos", que también se consiguen enlatados en los mercados en Venezuela. Hay muchas formas para prepararlos, pero mi favorita es a la marinera. Le doy la receta. Para unas cuatro latas de choritos, necesitara una taza de vino blanco, una cebolla, sal, pimienta, dos ajos, media taza de ajoporro o célery, un limón, dos cucharadas de mantequilla y un ramito de perejil fresco. Comience por freír en una sartén o paila la cebolla picada en cuadritos, el ajo machacado y 2 ramas de ajoporro o célery picado en dos cucharadas de mantequilla. Cuando la cebolla claree ponga los choritos sobre este sofrito, agregue el vino, sazone con sal, pimienta y agregue dos cucharadas de perejil. Baje el fuego, tape la olla y deje cocinar por unos cinco minutos. Luego retire del fuego y saque los choritos de la sartén o paila. Agregue el jugo de limón al caldo que quedó en la olla, hágalo hervir hasta que se reduzca un poco y cuélelo. Vierta el caldo sobre los choritos reservados y sirva en fuentes pequeñas individuales para cada comensal. Si los acompaña con bastoncitos de yuca frita descubrirá que en la sencillez está el paraíso. Como pajarita... Como suelo escribir sobre delicias gastronómicas, mucha gente cree que soy una gorda. Nada que ver. Es cierto que como un pájaro como, pero no me privo de nada, ni de lo salado ni de lo dulce. Disfruto, sí, cada delicia como si fuera lo último que comiera en la vida. Mi marido, en cambio, come como lima nueva. Ha tenido siempre un excelente metabolismo, pero ya se le va asomando una barriguita impertinente. Pero a él no le importa. Dice que es un creyente. Que todas esas cosas maravillosas que preparamos y comemos son pruebas de la existencia de Dios. ¡De gloria! Termino estas líneas con una receta gloriosa de un dulce que hará que ustedes se reconcilien con todo lo que les ha molestado este año que ya termina. El Sur de Chile recibió la inmigración de familias alemanas que ofrecieron su laborioso aporte al país que les abría las puertas y los recibía con generosidad. Hoy los chilenos se enorgullecen de contar con la más variada gastronomía adaptada de los campos alemanes. Allí también hay pruebas de la existencia de Dios. Una de ellas es el Kuchen, suerte de tarta recubierta de infinidad de posibilidades, tanto saladas como dulces. Esta receta es del Kuchen de manzana. Necesitará (para la masa) 250 grs de harina de trigo, dos cucharaditas de polvo de hornear, 125 grs de mantequilla, media taza de azúcar, un huevo y ralladura de limón al gusto. Para el "Royal" precisará dos yemas de huevo, una y un cuarto taza de crema de leche, 70 grs de azúcar, extracto de vainilla, una cucharada de maicena y un cuarto de cucharada de azúcar flor. Para el relleno, un kilo de manzanas peladas y ralladas en tiras finas. Precaliente el horno a 180 grados C. La masa se prepara así: en un cazo coloque la harina y los polvos de hornear y reserve. En otro cazo coloque la mantequilla y el azúcar y bata hasta que la mezcla esté suave. Agregue el huevo y bata bien. Añada la ralladura de limón y la mezcla de harinas reservada. Bata hasta integrar. Vierta sin dejar de batir agua fría necesaria hasta obtener una masa húmeda. Enmantequille un molde para tarta con fondo removible de 30 cms de diámetro y vierta en él la masa presionándola con una espátula. Hornee durante diez minutos o hasta dorar ligeramente. Retire del horno y reserve. Para el Royal coloque en una licuadora todos los ingredientes hasta que la mezcla esté homogénea y reserve. A la masa ya horneada cúbrala con pan rallado. Agréguele encima el kilo de manzanas peladas y ralladas en tiras finas. Espolvoree con bastante canela en polvo y azúcar. Vierta encima el Royal y hornee a 180 grados C hasta cuajar. Retire del horno y deje enfriar. Luego desmolde. Acompañado de un helado o de crema batida, usted descubrirá que ha llegado al cielo. ¡Feliz Navidad! Smorillobelloso@gmail.com

sábado, 25 de agosto de 2012

La alegría ya viene

Quizás lo más interesante de la película titulada "NO" del joven director chileno Pablo Larrain (con producción de su hermano Juan Larrain) no es sólo que versa sobre el trascendental y espinoso asunto del evento electoral que marcó el fin de la dictadura de Augusto Pinochet, sino que hace un muy cercano acercamiento, un primerísimo primer plano, al cómo se desarrolló la campaña de apoyo al No en ese comicio, obteniéndose el triunfo. La película no tiene desperdicio. Es de vista obligada tanto para planificadores y ejecutores de comunicación política como para electores de a pie. De hecho, los protagonistas del film son personas de carne y hueso, gente normal y corriente, que deciden enfrentar con decisión, inteligencia y profesionalismo una situación política, social y comunicacional de niveles altamente complejos. La historia de lo que ocurrió en Chile la conocen muchos. Seguramente usted lee estas líneas y piensa que es un cuento que ya conoce. Lo nuevo en esta producción cinematográfica chilena está en revelación del cómo y no tanto en los entresijos políticos de esos tiempos. Larrain lo hace de una manera comunicacionalmente fresca y cautivante, yo diría que sabrosa. Para hacerlo no recurre a complejidades de producción, sino a eso que es crucial para el logro de una película excelente que llegue a las masas y no se convierta en una pieza "caviar", a saber, un magnifico guión, unos actores que saben ponerse los trajes de los personajes (Gael García Bernal está estupendo pero los demás actores por cierto también), unas cámaras que saben transmitir la historia y, a no dudarlo, un director que se luce en su oficio. No sé cuándo llegara la película a Venezuela, sea a las salas de cine o en formato de DVD. Ojalá sea pronto. Ojalá millones de venezolanos puedan disfrutar en breve el placer de ver con cuánto entusiasmo se hizo una campaña que con el slogan de "la alegría ya viene" logró convencer y conquistar a unos chilenos que, por cierto, enfrentaban el mayor desánimo y la desactivación de la esperanza. No quiero echar a perderle el gusto contándole los detalles. Véala. No se va a arrepentir.

Dos hombres, dos metáforas

El próximo expresidente de nuestro país estuvo en Vargas. Allí, en ese estado prisionero de la injusticia, dijo lo mismo que lleva 20 años repitiendo y desde 1999 prometiendo: un estado próspero al cual la gente se desmoñe por ir y vivir. Como aderezo de la farsa, prometió un complejo hotelero turístico (ya contratado con los cubanos, para variar) en esa metáfora de degradación urbana, ambiental y humana que es la zona donde alguna vez operaron los hoteles Macuto Sheraton y Meliá Caribe. Encima, prometió un ferrocarril para la ruta Caracas - La Guaira, la puesta en marcha del teleférico, un nuevo acueducto, aumentar el calado del puerto y crear una empresa socialista para manejar un mega proyecto turístico del cual no aportó detalle. El próximo presidente de Venezuela estuvo en Caicara del Orinoco. Con un calor que revienta termómetros, esa zona impresiona por la majestuosidad del rio y por la pobreza que oprime a la gente. A esos venezolanos el candidato habla con la sinceridad del que no practica el engaño: "no tengo planteado eliminar las misiones, sino darles rango legal...". Antes de su arribo a la zona, el gobierno empapeló el paisaje con afiches del otro candidato. A ello sólo cabía una respuesta: "Con afiches no le van a ganar a la esperanza, no le van a ganar al progreso". En Tachira, el próximo expresidente llegó bufando cual fiera que presiente derrota. Le serrucho la candidatura a la gobernación a uno de sus hijos políticos: Tarek El Aisammi. Como le dio la gana escupió insultos a los dirigentes del chavismo. Los revolcó de una manera tan irrepetuosa e indigna que hasta pena sentí por ellos. En Ciudad Bolívar, el próximo presidente habla a los jóvenes. Sus palabras fluyen caudalosas: "... esta revolución no sacó a los jóvenes del camino de la violencia... Sus hijos y nietos vivirán en un país tranquilo... El 7 de octubre ganará el progreso y el futuro". En la avenida Los Proceres de Caracas, Pastor Maldonado, por lejos el deportista venezolano que mas miilones de dolares del erario publico ha recibido para financiar su accidentada carrera, hace una demostración de su pericia al volante. No hablamos de una competencia. Era una exhibición. El show termina con el piloto estrellandose antes de culminar la segunda vuelta. Destrozo la suspension del Williams FW34 al chocar contra una acera del paseo Los Proceres frente a la entrada del cirulo militar. El próximo expresidente, quien no asistió al evento pero al parecer estuvo muy atento, twittea "bravo Pastor, bravo Speedy..."¿Felicitaciones por un choque? El mismo día, el próximo presidente estuvo en la muy populosa Caricuao. Allí se comprometió a poner todo el esfuerzo en la salvaguarda de la seguridad de la gente. Porque se trata de un asunto fundamental, sin duda mucho mas relevante que el usar de manera baladi el dinero de los venezolanos para beneficiar a muy pocos. Compromiso. Esa es la palabra clave. El próximo presidente usa sus pies para ir casa por casa, pueblo por pueblo, ciudad por ciudad. Suda y extiende su mano abierta. El próximo expresidente, lejano de ese pueblo al que le juro desprendimiento y entrega total, anda en carroza. Y eleva el puño hiriente. Dos hombres. Dos metáforas. Uno gastado, agotado, seco, con un discurso que denigra y desangra el pais y desactiva las posibilidades. El otro con la pasión contagiosa y la esperanza que busca compartirse que permiten dibujar un futuro deslastrado de carencias y mentiras y con el progreso tatuado en el porvenir, porque Venezuela tiene más futuro que pasado. El 7 de octubre elegiremos un nuevo presidente. Y también el próximo expresidente.

domingo, 5 de agosto de 2012

Alfajores para Victoria

Pocos asuntos me despiertan tanta fascinación como la historia menuda, esa que se escribe con palabras de calle y que respiramos en las miradas de las personas. En San Telmo, en la ciudad de Buenos Aires, el paso de los años no ha conseguido derrumbar las leyendas de una mujer que, siendo un personaje de mucha monta en la historia argentina, fue alli en ese histórico barrio donde, según cuentan, vivió un episodio incorroborable pero no por ello menos creíble. Ella fue un mujer relevante. Acaso la más importante argentina del siglo XX. Su atractivo físico era notorio, pero su mayor trascendencia no estaba en su belleza sino en un temperamento que la hizo marcar todo a su paso. Fue, como era de esperarse, amada y odiada. Las mujeres como ella suelen generar sentimientos encontrados. Su vida fue intensa. Su alma pasional la hizo imborrable en la memoria porteña. No. No me refiero en modo alguno a Eva Perón. Dios me libre de claudicar y caer en el patético ejercicio de adorar como santa a una mujer que fue el epítome de la manipulación y el masaje populista. Y que me perdonen quienes creen en las patrañas que se siguen utilizando para exprimir las emociones argentinas con la figura de Evita como modelo femenino a seguir. Evita no fue un personaje. Fue, tristemente, una mujer de carne y hueso cuyo daño a las causas sociales aún se siente, sobre todo en los últimos años cuando Argentina padece la presidencia de una imitadora de Evita, la señora Cristina Fernández, quien ayudada por cientos de miles de dolares en trajes de firma y de pinchazos de botox, soba con indecencia las carencias de un pueblo que a pesar de todo sigue siendo ingenuo hasta morir y se deja camelar con impunidad por todo tipo de seductores aprovechados. Vierto mis letras sobre Victoria Ocampo, una intelectual de verdadero lujo, una escritora de letras notables, una mujer inevitable. Caminando por la avenida Libertador, en visita a un espacio donde hasta se puede sentir la presencia impresionante de ella, un señor de esos que sienten la necesidad de ser limpios y honrados, el jardinero que cuida de las plantas y flores, me contó lo que les narro a seguir. Resulta que Victoria había luchado con denuedo para lograr el voto femenino en Argentina. Mujer de temple indomable, recorría las calles de San Telmo en procura de mujeres del pueblo que sumar a su causa. En una de esas búsquedas, se cruzó con una muchacha que bordaba sayas de seda en la ventana de una casona frente a la plaza donde se realiza cada domingo el mercado de antigüedades. A Victoria le llamó la atención la belleza serena de aquella joven y sus ojos que recordaban a las violetas. Se le acercó. Indagó su nombre, su edad. "Epifania y tengo 18 años", respondió con suave voz. A Victoria no pudo menos que sorprenderle el nombre. De hecho, su verdadero nombre, conocido por pocos, era Ramona Victoria Epifanía. ¿Coincidencia? Victoria no creía en casualidades. "En la vida todo calza con algo por algo". Aquella muchacha, humilde y seguramente iletrada, se convirtió para Victoria en la segura imagen de la mujer argentina que debía romper el yugo misógino que imperaba en su país. Visitándola cada tarde de aquella primavera y valiéndose de un libo de versos de Juana Inés de la Cruz, Victoria enseñó a la muchacha a dominar el arte del lectura, todo ello a escondidas del padre a quien se le decía que la "señora viene a tomar lecciones de bordado fino". Cada tarde la muchacha recibía a Victoria con una taza de té de jazmín acompañado de alfajores, manjar que es magia de la gastronomía argentina y adorna la mesa de todos los hogares de esa nación, con independencia de linajes y posición social. Pero aquellos alfajores eran distintos, especiales. Algo los hacia siniguales. Victoria los disfrutó aquella primavera. Se le deshacían en la boca impregnando su alma de una dulzura honesta y sincera. Cuando Perón anunció que daría el voto a las mujeres, mandó a llamar a Victoria. Ella, auténtica y poco dada a aceptar lisonjas, declinó la invitación a visitar al general. "Un gobierno tan anti democrático como éste no puede ser tan farsante". Pero Victoria había logrado su cometido. Epifanía había aprendido a leer y recitaba versos de las mejores plumas. El resto lo lograría por ella misma. Así lo pensó Victoria. Desconocía que saber de letras depararía a la muchacha un destino insólito. Etiquetada la familia Ocampo por el peronismo como "aristocrática y burguesa", Victoria, divorciada, y su hermana Silvina, casada con el escritor Adolfo Bioy Casares, decidieron alejarse de la trifulca y se fueron al campo por unas semanas. Victoria no había sido leve en sus comentarios sobre Eva. De la mujer del presidente había dicho que "ella lo que busca es venganza, poder y Dior", frase que desató la furia de la supuesta benefactora de los pobres argentinos. Evita tenía que alimentar diariamente su insaciable egolatría. Para ello recurría al aplauso de los pobres. Eran los tiempos de esa fundación que literalmente lanzaba dinero sobre las manos que lo recibían como si viniera de una santa. Una mañana de frío invierno, Evita, enfundada en un traje de Dior y luciendo un tapado de mink, concurrió al barrio de San Telmo, fingiendo como solía amor por los desvalidos y necesitados que allí residían. En su comitiva estaba una señora que se encargaba de identificar las personas a quienes Evita debía abrazar para las fotos. La señora en cuestión hizo su tarea y entre las seleccionadas estaba Epifanía, la bordadora. Evita abrazó a Epifanía y le plantó sendos besos en las mejillas heladas. "Muchacha, te vamos a mandar a la escuela, para que aprendas a leer", le dijo la rubia a la joven bordadora. "Yo nunca fui a la escuela, pero sé leer, y también sé escribir", respondió la muchacha con voz entrecortada, a las claras asustada por la mirada de la primera dama. "Seguro que te enseñó alguna de nuestras maestras del sindicato", le dijo Evita. "No, me enseñó Victoria, Victoria Ocampo, y también me regaló mucho libros de versos", dijo Epifanía. Me dice el jardinero que lo que siguió fue un silencio agudo, penetrante, una daga de silencio. Que Evita empujó a la muchacha y le dijo: "esa es una burguesa, una enemiga de mi general Perón". Al día siguiente, Epifanía y su padre fueron desalojados de esa casa en San Telmo donde habían vivido por años. La casa sería utilizada como sede de la Fundación Evita. Padre e hija quedaron en la calle, en pleno invierno, con apenas una maleta con lo poco que tenían y con los sedales para el bordado de la muchacha. Pero antes de ser expulsados, Epifania tomó un libro de versos, regalo de Victoria. Como dedicatoria, una dirección en Palermo. Padre e hija caminaron por horas, bajo la lluvia en ese día invernal en que los termómetros marcaban un frío insoportable para el artrítico cuerpo del padre. Finalmente llegaron frente a un portón de hierro y sonaron la campanilla. Un hombre se acercó, el jardinero de aquella Villa. "Buscamos a la señora Victoria", dijo Epifanía. "Está en el campo y no se sabe cuándo regresa." La desolación debió notarse en en el rostro de la atribulada joven. Y debió inspirar la compasión del cuidador de jardines. "Pero no se queden bajo la lluvia. Está helando. Pasen al fondo. Allí hay matecito y calorcito pa que se sequen." Sentado en la mesa de la cocina, un hombre reconoció a Epifanía. Era el chofer que tantas veces había llevado a Victoria a San Telmo. Los alojaron en un cuarto cálido y con luz, con ropas de cama frescas y perfumadas. Allí esperaron el regreso de Victoria. Epifanía remendó calcetines y bordó pañuelos. Y cuando terminó, bordó manteles y ropa de cama y lencería de baño. Cada tarde preparaba dulce de leche y rellenaba alfajores. Victoria regresó y se puso muy contenta al hallar en su casa a la linda bordadora. El padre se convirtió en jardinero ayudante. Epifanía casó con el chofer y tuvieron varios hijos. Victoria y Epifania estuvieron juntas hasta la muerte de la escritora. Y hasta ese día, Epifanía preparó cada tarde dulce leche para rellenar alfajores, alfajores para Victoria.

viernes, 3 de agosto de 2012

Millones de manos

Mucha gente me pregunta, incluso rabiosa, por qué Henrique es tan comprensivo con los chavistas de base. A muchso esto les molesta. Y se preguntan si será que Henrique se esta debilitando. Dividir ha sido la estrategia de Chávez. Y si Henrique hiciera lo mismo, yo no lo apoyaría. Si algo nos ha hecho daño, si algo nos ha sumido en el fracaso, ha sido el comprar esta horrenda estrategia política de picotear en dos trozos a Venezuela y hacernos creer que hay unos venezolanos buenos y otros malos. La verdad es una: millones de ingenuos fueron vilmente engañados por el ilusionista mayor, ese manipulador de las emociones que llegó a la presidencia y se mantuvo allí a punta de falsas promesas y siembra de odio. Una estrategia medieval y altamente perversa. Pero vaya si fue efectiva en la obtención de creciente poder, eficiente en la sumisión y eficaz en la destrucción de nuestro aparato republicano. Pero hacer lo que Chávez hizo sería continuar en la perversión. Por eso Henrique tiene razón en luchar por la unión y en contra de la división. Algo que escuché por estos días creo ilustra bien lo que trato de explicar en estas lineas. Hace un montón de años, un peronista vio a Jorge Luis Borges, ya entrado en años y bastante cegato, caminando por Callao y Santa Fe. Decide ofrecerle ayuda para cruzar la calle, para en el medio del cruce decirle que es peronista y dejarlo abandonado en la mitad de la calle. Se le acerca y le ofrece su ayuda, la cual Borges acepta. En efecto, en la mitad de la avenida le dice "yo quiero que usted sepa que yo soy peronista". Borges le responde: " no se preocupe, yo también soy ciego". Brillante Borges. Votar por Henrique es votar por la paz, por el cese de la nefasta división, por la concordia. Todas esas cosas son indispensables para el progreso del pais. Votar por Henrique es darle una oportunidad a lo mejor que somos y tenemos y dar por terminada de una vez por todas esta miserable historieta de seudo epicas que lo único que ha hecho es arruinarnos. Votar por Henrique es entender que un hombre puede echar a perder un pais y tambien un hombre puede liderar un cambio constuctivo. A lo largo de esta campaña, "el flaquito" ha estrechado la mano de millones de venezolanos. No les ha preguntado si son chavistas o de oposición. Para él es más importante que son venezolanos. El bien sabe que con el puño cerrado elevado en bandera y gritando desaforadamente es imposible iniciar un dialogo. Y si algo necesita Venezuela es mucha conversa, mucho dialogo. Ah, lo llamo Henrique mientras sea candidato. Luego del 7 de octubre tendré el gusto, el privilegio y el honor de llamarlo "señor Presidente". Sentiré que con ese hombre en Miraflores Venezuela recobrara la sensatez y la visión de futuro. Muchas cosas se deciden en el palacio de gobierno, pero una decisión realmente trascedente se tomara en las urnas electorales el 7 de octubre.

Involucrada y comprometida

Es como cuando una pareja sabe que ya lo suyo simplemente no tiene remedio. Saben que esa despedida toma su tiempo. No puede ser de sopetón. Ni tiene sentido alguno hurgar buscando una manera de socorrer aquello. Siempre es difícil decir adiós. Siempre es difícil "quedar bien" cuando ha habido tanto daño y la relación se volvio papel ajado. Así pasa entre "el pueblo que alguna vez lo apoyó con pasión" y este ególatra delirante que cacareó como gallina clueca un amor que es incapaz de sentir. La relación se fue desintegrando; se le fueron haciendo grietas por las que se fugaron las ilusiones que no sobrevivieron en un mar de falsedades. A punta de mentiras el amor se rompió. Ahora trata de enmendar. Pero llego el "es muy tarde ya". El problema no está en cómo disolver en los hechos lo que ya ocurrió en las emociones. Eso es un trámite. Lo difícil viene después. Al día siguiente se contabilizan los activos y los pasivos. Están las cuentas por pagar, las deudas y las hipotecas, los millones de papelitos que cayeron en el pozo de la indiferencia. Henrique ya pasó por un escenario semejante. Recibió la Gobernación mirandina hecha trizas. Plagada de deudas, hundida en una pestilente riada de negocios truculentos, con servidores públicos a quienes se les había dado la orden de mirar para otro lado ante los bochornosos robos al erario regional. Pudo convertirse en ridículo paladín. Pero decidió que una gesta no produciría el bienestar que el pueblo necesitaba. Así, cada trajín hallado en las investigaciones se integró a un grueso expediente, que fue llevado a Fiscalía, espacio donde espera atención. Pasó Henrique a desarrollar sus tareas como gobernador. A ese estado ruinoso le inyectó vitaminas, entusiasmo, esperanza. La recuperación de nuestro país no será asunto de coser y cantar. Pero dejando de cometer las estupideces, con liderazgo trabajador y limpiando de crápulas las posiciones de decisiones, es posible un país decente, progresista, donde la gente deje de penar. Con su autobús del progreso, Henrique testimonia humildad, apertura mental, conciencia social y comprensión. Con la cara limpia. No me asalta la duda. Estoy involucrada y comprometida.

jueves, 26 de julio de 2012

Ya veremos en octubre

Ya sea apoyando a "el flaquito" o a "micomandantepresidentecandidato", o para pararse a ver como quien mira llover, la gente está en modo electoral. Los contendores, incluyendo el "no sé" y el "no voto", no tienen que hacer morisquetas para hacerse notar. Han quedado atrás los tiempos de la catatonia. Es una carrera que exige condiciones físicas, mentales y emocionales de atletas olímpicos. Cada acción, cada gesto, cada mirada, cada traspiés, cada palabra y cada silencio son evaluados con aprecio o animadversión. Los detractores de las encuestas afirman que no sirven porque "esto no tiene remedio". Quienes damos crédito a las mediciones bien diseñadas y ejecutadas, sentimos el cambio. El país despierta de un letargo. Va comprendiendo que la cosa política no tiene que ser estática, que no hay un destino inamovible. Que es la gente quien hace que los políticos dejen de ser voces que repiten lo que escuchan y sean creadores de soluciones. Estamos cambiando un círculo vicioso por un círculo virtuoso. Vicio por vitud. Entendimos que no da lo mismo votar o no votar; no da lo mismo elegir a un candidato o al otro. No da lo mismo el país que tenemos y el que podemos tener. Los "mandones" quieren que "micomandantepresidentecandidato" se quede en Miraflores hasta que la rana críe pelos o San Juan agache el dedo, para seguir exprimiendo. Pero la gente no quiere "eso", pues "eso" se ha convertido en un show prosaico en el cual los actores aferrados al coroto y chupando del poder se burlan y escupen a la gente. La gente tuvo mucha paciencia, demasiada, mucha más de la que la prudencia aconsejaba. Se caló la frivolidad y el esnobismo de un gobierno que creyó que Venezuela era su corral y que un gallo podía montar a todas las gallinas y cogerse los huevos de oro. Este despertar pone en aprietos a un régimen que tuvo todo para hacer de Venezuela un país modelo de progreso pero decidió comportarse como un vandálico ejercito de ocupación. Ese cambio que ya es notorio, muestra algo realmente importante: que las tácticas hasta hace poco tan y tan exitosas aplicadas por el ''ilusionista mayor'' ya no le rinden. La gente se hartó de los sermones del ''mandón mayor'', se hartó de los insultos y los gritos, se hartó de la siembra de odio y divisionismo. Se hastió de la inmunda procacidad del obeso Mario Silva, de las vulgaridades de muchos ministros y voceros del oficialismo, de la mentira que repetida millones de veces sin embargo no se convierte en verdad. Ya a esa actitud responde con el látigo de la indiferencia. En pocas palabras, dejó de querer. Y como dice Buesa, "se deja de querer y es como escribir en la arena la fecha de mañana y que el mar se la lleve con el nombre de ayer...". Si somos capaces o no de finalmente quitarnos las lagañas de los ojos, si de una vez por todas nos hacemos responsables o no de nuestro futuro, ya eso se verá el 7 de octubre. Las encuestas apuntan que ya no se cree más en épicas ridículas y cursis discursos que no pagan las cuentas de la gente y que nutren los bolsillos de los "mandones". Cambio de metáforas y de pensamiento. Cambio de narrativa de país. Somos los mismos pero, a la vez, ya no lo somos. Yo digo amén.

Sin que me quede nada por dentro

Es como cuando una pareja sabe que ya lo suyo simplemente no tiene remedio. Y sabe que esa despedida toma su tiempo. No puede ser de sopetón. Ni tiene sentido alguno hurgar para encontrar una manera de socorrer aquello. Siempre es difícil decir adiós. Siempre es difícil "quedar bien" cuando ha habido tanto daño de por medio y la relación se convirtió en un papel ajado. Eso es lo que está pasando en Venezuela entre "el pueblo que alguna vez lo apoyó con pasión loca y desmedida" y este ególatra delirante por el poder, que cacareó como gallina clueca un amor que en realidad es incapaz de sentir. Esa relación, esa juntura, esa simbiosis se fue desintegrando; de a poquito se le fueron haciendo grietas por las que se escaparon las ilusiones que no sobrevivieron en un trágico mar de falsedades. Fueron tantas las mentiras que el amor se rompió por tan mal usarlo. Ahora trata de armar el rompecabezas de las piezas rotas. Pero siempre llega el momento del "es muy tarde ya". El problema no está en cómo disolver en los hechos lo que ya ocurrió en las emociones. Eso es un trámite. Lo difícil viene después. Porque al día siguiente se contabilizan los activos. Y también los pasivos. Están las cuentas por pagar, las deudas y las hipotecas, los millones de papelitos que recibieron como respuesta millones de promesas que fueron a parar a un cuarto oscuro en los sótanos de Miraflores. A menor escala, Henrique ya pasó por un escenario semejante. Recibió la Gobernación de Miranda hecha trizas. Plagada de deudas, hundida en una pestilente riada de negocios truculentos, con servidores públicos a quienes se les había dado la orden de mirar para otro lado cuando vieran los bochornosos robos al erario regional. Pudo Henrique convertirse en una suerte de ridículo paladín. Pero decidió que una gesta no produciría el bienestar que el pueblo necesitaba. Así, cada sinverguenzura hallada en las investigaciones se integró a un pormenorizado expediente, que fue llevado como correspondía a Fiscalía, espacio donde esas denuncias duermen el sueño del abandono institucional que se apoltronó en Venezuela en los últimos años. Pasó Henrique a desarrollar sus tareas como gobernador. Y a ese estado ruinoso le inyectó una sobredosis de vitaminas, de entusiasmo, de esperanza. La recuperación de nuestro país no será asunto de coser y cantar. Pero dejando de cometer las estupideces, teniendo liderazgo trabajador y limpiando de crápulas las posiciones de decisiones, es posible y factible un país decente, progresista, donde la gente deje de penar. Habiendo sudado a Chávez en un sauna de catorce años, somos hoy un país capaz de pararse frente al espejo, diagnosticar sus errores y emprender una nueva vida. Es decir, un país que con la mirada en el futuro -y habiendo dejado ya de supurar vergüenzas- trabaje con denuedo por curar las heridas del pasado y armar un porvenir válido y valioso. Yo creo que sí se puede. Henrique, con esta campaña de su autobús del progreso, está dando testimonio de humildad, de apertura mental, de conciencia social y de comprensión. No habla sandeces, no declama versos cursis. No se esconde tras los faldones de medios de comunicación confiscados y convertidos en bufones de una fraudulenta corte de los milagros. Por eso no me asalta ni un minuto la duda. Lo apoyo. Y lo digo abiertamente. Sin que me quede nada por dentro. smorillobelloso@gmail.com @solmorillob

viernes, 6 de julio de 2012

Fogones y rezos

En la penumbra de las eternas madrugadas de sus vidas en los conventos, las monjitas se ajetrean en la preparación de delicias. Muchas son para vender y así hacerse de un modesto ingreso; otras, para comunicarse con los visitantes con quienes el voto de silencio no les permite cruzar palabra; las más son para apaciguar el hambre en los orfanatos o aliviar el pesar en los hospicios. En el mundo entero, una pléyade de ángeles cocinan. Se refugian en conventos donde viven su existencia de hábitos y rosarios. Sus recetas adornan la historia culinaria, haciéndola una de rezos y letanías que se expresan en sabores que albergan la voz de Dios. Me he dedicado en estos tiempos sombríos que nos han tocado a recopilar el arte de la "cocina de convento". Con ello he procurado un escape acariciante del rigor y la aridez continuos en que se ha convertido mi oficio de periodista de opinión, en el cual me ha tocado elevar gritos de alerta ante los desmanes que ocurren en mi país, y en otros tantos, a los cuales hombres pérfidos han convertido en agrios ejemplos del no deber ser. En mi búsqueda, he confirmado que las monjitas siempre incluyen en sus recetas algún fin definitorio: una plegaria por los enfermos, por los desvalidos, por los huérfanos, por los extraviados, por los carentes de fe. Las monjas, en lo que ocupa a las mesas, rezan y cocinan, rezan y amasan, rezan y cuecen guisos, rezan y baten claras, rezan y hornean. Cocinar es su rezo, su oración más dulce y extasiada. Doquiera que haya un convento cristiano, las monjitas se abocan a alguna tarea culinaria. Mientras cocinan, buscan ofrecer a los fieles una esperanza perdida en los recovecos de un mundo que tristemente cada vez reza menos. Hay monjas que son de clausura, pero que no han hecho voto de silencio y por tanto pueden narrar sus haceres en los fogones. Ello ha permitido a algunos autores verter ese conocimiento en libros en lo cuales la fe se mezcla, a partes iguales, con la mundanidad. Muchas recetas se han pasado de generación en generación. Han logrado que en esos sabores y aromas esté el suave aliento del Hijo de Dios. Es el caso de la historia de un dulce que descubrí cuando me hallaba en pleno quehacer de escribir una novela. En ese entonces, supe apenas la mitad de la historia. Me faltaba lo que conocí aquí en Chile. Aquí les dejo la historia completa, para quien quiera intentar imbuirse el alma del buen espíritu de cocina de monjas. En Caracas, en tiempos de guerra emancipadora, una religiosa preparaba un dulce. Lo había aprendido del aya de una criolla caraqueña, la negra Contemplación. Cuentan que quien lo comía sentía que sus calamidades entraban en reposos y serenidad. Que a pesar de lo cruel de su angustia, encontraría el respiro de la paz. Su secreto no estaba en la receta; estaba más bien en las horas. La monja, como lo hiciera Contemplación, lo preparaba en la madrugada, antes del cantar de los gallos, cuando los cocuyos eran los únicos despiertos por estar dedicados al arte de amar. En el silencio de la noche, en la cocina, a la luz de velas y sin emitir sonido alguno, preparaba el dulce. Su bienmesabe era medicina para el alma. Tomaba tres cocos grandes, los partía y les sacaba la pulpa. Esto lo ponía en un cazo y le añadía dos tazas de agua caliente. Con un mazo iba triturando la carne blanca. Entonces, lo pasaba por un paño, para extraerle la leche al coco. Le agregaba dieciocho amarillos y un puntico de sal. Luego, en una olla, juntaba tres tazas y media de azúcar con una taza de agua y lo llevaba al fuego, fuerte, muy fuerte, sin revolver, hasta lograr un almíbar a punto de hilo. Luego retiraba la olla del fuego, le agregaba la mezcla de carne de coco y huevos y lo batía hasta lograr una crema. Esto lo llevaba de nuevo al fuego y lo iba revolviendo lentamente, muy lentamente, hasta llegar al hervor. Entonces lo retiraba de la candela y lo dejaba enfriar un poco. Tomaba entonces un bizcocho que siempre tenía en la alacena y lo picaba en rebanadas finas. En un cuenco, colocaba las rebanadas y las bañaba con medio vaso de jerez dulce. A seguir, una capa de la crema. Y luego una generosa capa de un merengue preparado con tres claras de huevo, media taza de azúcar y una pizca de canela, batido todo a punto de nieve. Cada madrugada preparaba tres bienmesabes: uno para llevar al otro convento, otro para dejar en la Plaza frente al portón de la Catedral para los mendigos y un tercero para la merienda del convento. El mismo bienmesabe, sin diferencias. Porque todos somos igualmente hijos de Dios. Así lo había hecho Contemplación. Así lo hacía la religiosa. Se habían traspasado de una a otra la receta y la fe. Por esas maravillosas aventuras del destino, Contemplación, habiendo de huir de Venezuela, se embarcó en un navío que arribó a Valparaíso. Allá, el aya, sumida en el dolor de la nostalgia, lo preparaba para suspirar recuerdos, para poner a dormitar su llanto. Una tarde de vientos que hacían volar los sombreros, una dama porteña lo probó y se extasió con el manjar. Lo pidió para llevar a su casa y empezó a servirlo a sus amistades en la "once", que es como se llama la merienda en Chile. Una dama, que en el puerto se hallaba de visita, lo pidió para llevarlo a Santiago. Le dieron varias cuencos cargados con el dulce. Al llegar a Santiago, envió uno de los dulces al convento de las Carmelitas descalzas, con una nota en la que se leía: "esto tiene sabor a salvación". En la nota se leía también la receta. Las religiosas comenzaron a prepararlo y a venderlo para favorecer al hospicio de San Juan de Dios. Una doña santiaguina supo de ello y encargó un cuenco para obsequiarlo en la once en su casa de veraneo en las afueras de la ciudad. A aquella merienda acudió un hombre venido de tierras lejanas a quien le fue ofrecido el sugestivo "manto de ángeles", como lo había rebautizado la doña a quien quizás el nombre "bienmesabe" se le antojo rústico. El hombre lo probó y de sus ojos brotó una lágrima. Ese hombre era Don Andrés Bello, venezolano ilustre que en 1829 emigró a Chile donde sembró ideas y publicó la mejor gramática americana del idioma castellano. No sé si esto es cierto, pero así me lo narró un señor que pasa sus horas de anciano en las plazas del centro de Santiago. Hoy, en Chile y en Venezuela, en las mesas se sirve el dulce suntuoso para que 'bien sepa en la boca'. En ambos países los dulceros se adjudican la paternidad y lo llaman "criollo". De las manos de una negra pasó a los conventos y de allí a las calles, para sumarse a cientos de recetas que ponen en lugar cierto y cálido a la fe. En Chile abundan los conventos. A ellos acudiré a rezar, a pedir por la extraviada paz, a elevar mis plegarias por mi tan amado país y a escuchar a las voces populares para ver qué más cuentos desempolvo. Entretanto, escribo letras livianas y amorosas y, también, las que mi coagulante rabia me impulsa a publicar. Vivo en Chile temporalmente pero no le pierdo la pista a mi Venezuela. No soy turista aquí ni soy emigrante. Habito en dos naciones. Asunto difícil, pero posible. Quizás se deba a encontrar cada tarde la dulce caricia de un bienmesabe.

Memorias del futuro

"La palabra que nos une a todos es Venezuela y es la que debemos llevar en nuestros corazones". Henrique Capriles Radonski La democracia es el sistema que pone de acuerdo, civilizadamente, a los desacuerdos que existen en la sociedad. Algo así le escuche a Enrique Krauze la noche del 1 de julio, al hacer una análisis de las elecciones en México. Es un concepto interesantísimo. Y me sirvo de él para poner en pagina algunos pensamientos. En Venezuela, desde el palacio de gobierno, inoculando las entrañas de las instituciones del Estado con una suerte de suero de la furia, se ha esparcido una corriente para acendrar los desacuerdos. Con la palabra "batalla" como prefacio de una narrativa inhóspita y feral, unos cuantos despertaron a los dioses del odio y la inquina. Así llegamos a una mezcolanza de improperios y ataques, a un entuerto de enfrentamientos, a un guión tóxico, a costa de la paz, la prosperidad y el progreso. La consecuencia está a la vista: un país carcomido por la desunión que navega en un mar de fracasos y que ve cómo su gente piensa en encontrar una vía para escapar del desastre. Ese más de un millón de compatriotas que emigraron no se fueron del país porque lo desearan; el gobierno les dijo que sobraban, que estaban de más; sintieron con pesar que una a una las puertas se les iban cerrando. Corren ahora el riesgo de caer en peor aún desgracia: el presidente ha determinado que quien no es chavista no es venezolano. De allí a un edicto de destierro hay un paso. Ante semejante declaración del candidato oficialista, "el flaquito", desde el barrio Nazareth en el municipio Mara del estado Zulia ripostó que "no es el presidente el que decide quién es venezolano o no; son los venezolanos quienes deciden quién será el proximo presidente". Alivió así la rabia -y el justificado temor- de los millones que somos venezolanos y queremos seguir siéndolo y que no somos ni queremos ser chavistas. Somos mayoría los que creemos en un país diverso en el que podamos caber y convivir la más amplia gama de tendencias y pensamientos. Somos mayoría quienes afirmamos que el gobierno no debe tener preferencias ni sectarimos en lo que a los ciudadanos se refiere. Ha comenzado formalmente la campaña. El hombre que dirige al Estado exhibe un gritón discurso electoral que, eyectado cual misil desde un camión en el cual se encaramó como Evita Perón en sus últimos días, apela a la ferocidad. Desde ese palco móvil con apariencia de altar pagano, diseñado para esconder sus debilidades y asegurar la lejanía del pueblo, el hombre vomitó su amenaza: "los vamos a pulverizar el 7 de octubre". Augura así una campaña que habrá de teñirse del lenguaje de la agresión. En el léxico de ese señor no parece tener cabida la concordia. La comparación con el otro candidato surge entonces inevitable. Los mensajes de "el flaquito", en evidente contraposición, se condensan en una frase dicha en un mensaje a la Nación difundido la noche del 1 de julio: "mi camino es el del diálogo, el de la unión, para que los venezolanos progresemos". Hace ya muchos años que Chávez -quien se dice devoto practicante cristiano- viene cometiendo el horrendo pecado de la ira. No se le ha visto ni se le ve arrepentimiento ni propósito de enmienda. Desde aquel 4 de febrero cuando amanecimos de golpe hasta hoy contabiliza 20 años de siembra de odio, 14 de los cuales ha utilizado el cargo de primer mandatario para impregnar la piel social con un droga incitadora de violencia. Capriles también lleva 14 años en cargos de elección popular. Fue diputado nacional, dos veces alcalde y, hasta hace poco, gobernador de estado. Y en todo ese tiempo se ha empecinado en construir. De carácter recio, es por encima de todo un buscador de concilios, un hacedor de consensos. Su ánimo reconciliador quedó plasmado recientemente cuando en la población de Soledad, en respuesta a la amenaza del contrincante, este joven y estimulante flaquito dijo: "yo no vengo a pulverizar a nadie sino a trabajar por el país". Hay que tener mucho más coraje para fomentar la paz que para procurar la violencia. El uno vocifera, el otro habla. Barbarie y civilización. El presidente/candidato, en una frase sin duda muy cierta, apuntó que "en estos cien días se van a decidir los próximos cien años venezolanos". Tiene razón. Es un momento trascendental, un punto de quiebre. Menos de 100 días y descontando. Podemos admitir como válidos argumentos políticos como un juramento frente a una matica y la espetactiva de más odio, o podemos decidir que a Venezuela la gobernará democráticamente un apasionado, valiente y sensato cultor de la paz. Son dos rutas muy diferentes. Por la una se llega a una jungla; por la otra hay esperanza de hacer de Venezuela una habitación para la vida. Podemos hacer de Miraflores un castillo para un tirano o un faro que ilumine el camino del progreso. Yo espero que sepamos escuchar la sinceridad de un hombre que cree "que quien no vive para servir, no sirve para vivir". En octubre escribiremos las memorias del futuro. Ojalá lo hagamos con el músculo más inteligente que tenemos -el corazon- y no nos equivoquemos en las letras que pongamos.

La Tacirupeca Jaro

Todos conocemos el cuento de La Caperucita Roja. Fue originalmente una historia pasada por juglares de manera oral en Europa. Luego, por allá por el lejano 1697, Perrault la puso en página y años después los hermanos alemanes Wilhelm y Jacob Grimm escribieron una adaptación que fue publicada en 1812, como parte de un libro titulado "Cuentos de niños y del hogar" que se convirtió en el "bestseller" de la época. La versión de los Grimm es la que todos conocemos. Recientemente, el cine y la televisión han vuelto a poner sus ojos en esta historia, para versionarla de nuevo. Pasa a ser lo que seguramente fue al comienzo, una historia intensa de pasiones y lucha de poderes en un duro ambiente medieval, en el cual abundan las brujas, los hechiceros, los héroes, las pasiones y los conlictos. Es, al fin y al cabo, el eterno dilema entre el bien y el mal. Como tiene que ser, triunfa el bien y la conclusión es "y vivieron felices por siempre jamás". La tacirupeca jaro es la adaptacion del cuento a la realidad venezolana. En nuestra versión, el lobo es un bolsa del moño a la zapatilla, la muchacha de la caperuza roja es una zafia alzada, la abuelita es una vieja malhablada que vende favores y el leñador es un cobarde flojo, un tipo ordinario y procaz, a quien lo que ocurra le importa menos que nada. Por supuesto, al final triunfan los malucos, la vieja abuela pasa a mejor vida, el leñador termina borracho en la taberna del pueblo y los buenos acaban pudriéndose en las entrañas de un calabozo infecto. En este momento, hay un juicio en proceso contra unos directivos de la firma venezolana Econoinvest, acusados de no sé cuántos delitos, a cual más estrafalario. Es un cuento de locos, en el cual la justicia brilla por su ausencia, la lógica se fue a paseo y la cordura que debe imperar en eso que mientan ''debido proceso'' está tan escasa como en los supermercados la leche en polvo. Nadie entiende nada. Estos acusados llevan dos años presos y en el camino les ha ocurrido cuanto disparate sea imaginable, sin que se vea luz al final del túnel. Eso me recuerda cuando en reuniones familiares y de amigos me piden que eche el cuento de La Tacirupeca Jaro. "Tri la la... Tri la la... ¡Ñoco, ñoco!... ¡", digo, mientras la gente se esmoña de la risa. "¡El bolo, el bolo...!" Impepinablemente hay alguien nuevo en el grupo que no entiende nada y que termina comentando: "¡Cómo ha cambiao este cuento!". ¿Triunfará el bien sobre el mal en esta patética y tan mal escrita historieta del juicio a los de Econoinvest? No se pierdan los próximos capítulos, en vivo y directo desde la Corte de Apelaciones...

lunes, 28 de mayo de 2012

Gritos en la caverna

Un fin de semana que nos forzó a la calma hogareña nos permitió ver una película de producción canadiense, bastante insólita, que sin parlamentos planteaba el discurrir de la vida en la era cavernícola. No quiero ahogarles en los detalles cinematográficos de esta pieza, pero sí deseo resaltar algo de lo que deseó el director plasmar. Desde principios de los tiempos, aun en aquellos prehistóricos, ha habido una lucha sin cuartel por el poder. Herederos como somos de los primates, el macho dominante era en definitiva aquel que conseguía liderar a la manada. Al principio, ese macho se imponía por la vía de la violencia. Luego, como signo de progreso, el líder vencía al violento y se convertía en el jefe porque hallaba la forma de mejorar la vida de sus congéneres. Ese macho pudo ofrecer a la manada el bien más valioso para ese momento: el fuego. En el fin de semana también, vi la entrevista de Cala al ex presidente Álvaro Uribe, hombre querido y admirado por millones de sus compatriotas que aplauden el éxito en el liderazgo de este hombre que, con su política de seguridad, llevó a Colombia al indiscutible inicio de la paz y su consiguiente progreso. Uribe entiende de liderazgo. Ante un deslucido y torpe Cala, con preguntas cargadas de frases hechas y de lugares comunes, el inteligente Uribe destacó por la claridad de su pensamiento. Cala sólo quería brillar. Rafael Poleo, hombre a quien políticamente no se le conoce ningún logro, levanta su voz de "gurú" y critica agriamente a Capriles. Dice las babosadas de siempre. No agrega ni un solo pensamiento trascendente y se une a los gritos agónicos de los dinosaurios. El revuelo que causó pone de bulto cuán poco selectiva es la opinión pública con respecto a los análisis de la situación política, dando espacio a un hombre virulento a quien sólo le interesa el poder y no el liderazgo de un proyecto sensato y desprovisto de populismos baratones para este país nuestro que navega en aguas tumultuosas pero quiere llegar a puerto. Poleo no entiende que o se forma parte de la solución o se alimenta el problema. Le gusta insultar y cree que se ve lindo al hacerlo. Pero como el cavernícola perdedor, no lidera, no ofrece soluciones. Sólo grita en la caverna.

domingo, 27 de mayo de 2012

De la obesidad del gobierno

Notitarde, 27 de mayo, 2012 Buena parte de los seres humanos cambiamos el metabolismo con el paso de los años. Nuestro cuerpo se va transformando. Algunos adelgazan. Otros engordan. Cambian las medidas. La cintura se ensancha, las caderas se redondean y una panza necia se insinúa con descaro. Eso es normal. Es un proceso paulatino. Se llama envejecer. Pero lo que ocurre en los personeros del gobierno nacional nada tiene que ver con ocurrencias metabólicas. Piensen más en la obesidad de estos personajes como una consecuencia de la bonanza... y acertarán. La ministro Iris nunca fue bonita. Tuvo y tiene un lamentable peinado. Su peluquero es sin duda su peor enemigo. Y si descuella por la ferocidad y vulgaridad de su verbo, en igual medida la ha distinguido la más violenta carencia de gusto en el vestir. Al principio del gobierno estaba rellenita. Tenía esas curvas hasta voluptuosas que resultan de tanto agrado en la población masculina venezolana. De hecho, solía contonear las caderas al entrar al hemiciclo para acaparar las miradas de sus colegas. Ahora luce una gordura avasallante, típica de quien no sólo no tiene problemas económicos sino que ha experimentado el sabor de los platillos extra calóricos y los bolsillos extra repletos. El diputado Diosdado impresionaba por sus ojos claros que fulguraban. En varias reuniones a las que me tocó asistir fui testigo de cómo coqueteaba sin reparo. Hoy Cabello es un vil gordito. Sus ojos se hunden en el rostro hinchado. La panza recrecida empuja los botones de la camisa. Imposible esconder el pecado de la glotonería, emparentado directamente con ese otro pecado, la codicia. Ni hablar de la anchura creciente del canciller Maduro, de la frondosidad de la señora Cilia, del vientre impávido del vicepresidente Jaua, de la faja que no consigue esconder los muchos kilos de sobra de la presidente del TSJ, del volumen que no resiste un close-up de la opaca Defensora del Pueblo, del impertinente y tan poco profesional grosor de la periodista Vanessa Davies, de la señora Yadira Cordova y sus pantalones atrincados que destacan sus rollos, de los muslos inflados del grosero Pérez Pirela de VTV, del cada vez más voluminoso abdomen del showman nocturnal de La Hojilla, de las reporteras y anclas del "canal de todos los venezolanos" con sus sostenes que hospedan senos implantados por la pericia de cirujanos plasticos. Todos gordos, todos obesos. En todos el incremento de los kilos ha "coincidido" con el aumento del poder. La obesidad mórbida es hoy uno de los principales problemas de salud del mundo. Pero es mucho más grave cuando es consecuencia de la obesidad sórdida, esa que es producto del poder, grosera expansión corporal de quienes nomás ponerle las manos al coroto comenzaron a disfrutar de lujos y comodidades indisimulables a las que accedieron sin que las cuentas den. Los obesos del gobierno exhiben orgullosos sus abultadas figuras con el desparpajo de quienes han conseguido aumentar su status -y su peso- a costa de enflaquecer la salud y el erario de la Nación. Mientras más débil la república, mientras más hambrienta la población, su poder se apoltrona. El gobierno cada vez más obeso evidencia su desprecio a un país cada vez más famélico. Esos obesos mandan, aplastan, destruyen. En los ministerios, en la Asamblea, en el sisema de justicia, en los medios bajo la égida del gobierno. Su gesta es de gula pantagruélica. No son esas personas gorditas bonachonas que la psicología del siglo pasado clasificaba como "pícnicos". Estos son ofensivos, desfachatados, metáfora presente de la sequía institucional que ha arrastrado a nuestro país a una decadencia del siglo XIX que ya creíamos superada. Quienes al pasar al gobierno cambian su originaria delgadez por un protuberante volumen nos están diciendo que han engordado a nuestras costas. Eso dice mal. Eso dice mucho. En la otra acera política, vean el cuerpo de los alcaldes, gobernadores y funcionarios públicos de la alternativa democrática. Entre ellos abundan los atletas, los delgados, los prudentes. Eso no es mera coincidencia. El cuerpo habla. Manda mensajes. Escuchemos esa comunicación corporal. smorillobelloso@gmail.com @solmorillob

jueves, 17 de mayo de 2012

En el pantano

Como una cadencia imparable, hemos ido perdiendo al presidente. Ya dejó de estar. Se ha convertido en una presencia ausente. Dejemos de lado ya, por inútil, aquello de insistir en un parte médico dado por facultativos y no por diversos agentes de la desinformación gubernamental. Dejemos también de lado la barbaridad que supone eso de gobernar vía twitter. Y dejemos de lado la fútil narrativa nocturna del individuo ese que tiene un agrio show todas las noches en esa aberración que es Venezolana de Televisión. Pongamos sí en primer plano, en primerísimo primer plano, lo que sucede en la cotidianidad venezolana. País de barbarie, de acróbatas de la política que nada saben de políticas publicas y de gestión de gobierno, pero que vaya si han aprovechado estos años para volverse billonarios. No importa cuánto lo nieguen, la verdad está ahí, cruda, presente, indisimulable. No necesitamos grandes estudios estadísticos para saber que buena parte de esa gigantesca mole de dólares producto del petróleo mejoró la calidad de vida de apenas un puñado de venezolanos y algunos extranjeros. El nuevo riquismo tiene por defecto el exhicionismo. Abundan los trajes de marca, las carteras de firma, los automóviles caros y además blindados, las joyas que alumbran la avenida como el diente de Pedro Navaja. El derroche y la ostentación se dan la mano en este festival de ladrones pegados como sanguijuelas a la piel de la Nación, una piel de la cual han succionado la sangre de la república sin empacho alguno. El asunto es tan nauseabundo que los periodistas no hallan palabras en el diccionario para describirlo. Dicen los estudios que la corrupción no es considerada un punto grave en la mente de los ciudadanos. Que todo indica que no es óbice para la decisión política. No me sorprende. No es de extrañar que en un país donde los valores se han escurrido por las alcantarillas, donde las instituciones son entes esclavos de un presidente hecho deidad, donde cada dia se agradece el mero hecho de seguir respirando, la gente sienta que la corrupción es el menor de los males. No falta quien diga que Capriles sería un presidente honesto porque "como su familia tiene dinero, él no tendrá que robar". Tal comentario lo he escuchado no sólo en los contactos con los estratos populares, sino, para mayor desagrado, en boca de personas que se supone han tenido todas las oportunidades para disfrutar de una estructura sólida en su vida. Estamos en serios problemas cuando la clase media se permite pensar de tal manera sobre la calidad moral de un posible presidente. Los países que aceptan con displicencia lo que debería ser intolerable, han tomado la acomodaticia senda de la liviandad. Y por ese camino se llega a la entronización de la entropía, tal como ocurrió en Estados Unidos en la época de la prohibición y ocurre hoy en ese mal boceto de país que es Cuba. Si todos tenemos un precio, el país termina teniendo un precio. Y los gobernantes de turno se sentirán en derecho de venderlo a quien supongan el mejor postor. El cerebro sirve para reflexionar. Pero hay que saber usarlo.

La burla

La burla / Soledad Morillo Belloso Había un debate entre los candidatos. La nación entera estaba a la expectativa. No en balde. Con base en lo que se escuchara esa noche, millones de electores en suelo patrio tomarían una decisión. Otros miles en el exilio también presenciarían la controversia democrática, incluso a través de la redes, y escogerían a quien respondiera a sus necesidades. El escenario lucía bien. Digamos que ha podido ser más moderno. Pero no suponía problemas. Los candidatos llegaron a la hora prevista. Los cuatro se habían preparado para la ocasión. Seguramente habían destinado muchas horas, junto con sus respectivos equipos, a la previsión de respuestas a todas las posibles preguntas. Cada uno tenía un cartapacio de planteamientos. Al fin y al cabo, esa noche se jugaban el favor de electores. Y entonces ocurrió lo inesperado. Apareció ella. Nos referimos al debate de la noche del pasado domingo 6 de mayo. Allá en hermosa tierra mexicana. Tuvo asiento en el World Trade Center de la gigantesca Ciudad de Mexico. En ese país habrá elecciones presidenciales y de otros cargos públicos el primer domingo de julio. Cuatro aspirantes se miden en la gran encuesta electoral para lograr el apoyo y llegar a convertirse en el nuevo residente de Los Pinos. Este debate y los que habrá de haber son montados por el IFE, Instituto Federal Electoral. Pero ello no exime de responsabilidad a quienes produjeron el evento para la televisión, ni a los equipos de los candidatos, ni a ellos mismos y menos a quien fungió de moderadora, la periodista Guadalupe Juárez, quien a saber es conductora del espacio informativo matutino Formato 21 del grupo Radio Centro. Guadalupe no es una recién llegada al periodismo. En su curriculum consta, amén de la Iicenciatura en periodismo en la Escuela Carlos Septién García, donde también fue docente, un diplomado en Análisis Político Estratégico del Centro de Investigación y Docencia Economica, CIDE, con sede en el D.F. Repetimos, ella no es novata en estas lides. No fue su primer debate presidencial a moderar. De hecho, ella estuvo a cargo de aquel famoso debate de 2006, en el cual se midieron los candidatos para la contienda de la cual resultara triunfador Felipe Calderón, actual presidente mexicano. Guadalupe no tenía derecho alguno ni válida justificación para hacerse la vista gorda con respecto a lo que ocurría. Manchó su carrera. Ensució el apellido Juárez, de tanta significación en ese país. Y no hay forma que alguien pueda convencerme de lo contrario. Pero, repetimos, todos son culpables. Todos callaron, todos guardaron cómplice silencio. Todos vejaron a los electores. Y los cuatro candidatos hicieron trizas sus campañas. Para quienes no lo sepan, el debate, que prometía altura, fue empañado por una jugarreta de la más baja ralea. Encargada de actuar como edecán (innecesaria repartición de preguntas, como si hoy en día no hubiera recursos de la tecnología para ello). La "muchacha" en cuestión, la edecana, no era una estudiante de periodismo o de ciencias políticas, económicas o sociales. No. Era una modelito, argentina para más detalles y cuya ampulosa humanidad fue retratada para Playboy. Ella llegó vestida, o más bien desvestida, con un traje de amplio escote por el cual mostraba sus densos y prominentes atributos mamarios. Algo francamente vergonzoso y denigrante. Total, como conclusión, el debate es mucho más recordado por el pasear de la "niña" frente a las cámaras y la cadencia de su cuerpo entre los candidatos, que por las propuestas que éstos fueron a exponer para la evaluación de los millones de mexicanos convocados para votar el próximo mes de julio y elegir a quien habrá de liderar a esa república en el próximo sexenio. O en América Latina nos tomamos la política en serio o no haremos sino seguir sumergiéndonos en la vulgaridad. El haber convertido el importante debate en un reality show más tipico de cualquier canal de programación pornográfica debe ser motivo de bochorno para todos quienes organizaron, coordinaron y participaron en el debate. El silencio de los candidatos, el no haber tomado acción previa o durante lo que estaba sucediendo, revela cuán débiles pueden ser estos cuatro personajes. Y lo más triste, lo más patético está en que, al menos hasta el momento en que escribo estas líneas, esos cuatro no han pedido excusas a los mexicanos por haber permitido - y en cierto modo apañado - semejante atrocidad. Basta ya de la payaseria política. Basta de burlas a la democracia.

Error en la estrategia

Iban bien. No ganando, pero sí con paso firme. Habían logrado posicionarse como una respuesta para la desiderata de las grandes masas. No la respuesta, pero sí una visión posible de las soluciones. Y entonces, metieron la pata. Era una perfecta desconocida. Más o menos bonita, más o menos agradable. Es decir, una de esas piezas que calzan en cualquier juego, un hermoso jarrón de porcelana. O al menos así lucía y así les pareció a los expertos. Quienes evaluaron la estrategia miraron el envoltorio, no el contenido del producto. Vieron los números de aceptación en su espacio de actuación política. Y sí, hablaron sobre los temas que podían prestarse a controversia: el aborto, el matrimonio entre homosexuales, la religión en el ámbito público escolar. No había cien por ciento de concordancia, pero con lo que tenían bastaba para buenas declaraciones y para nadar en el mar de preguntas comprometedoras. Buscaron modistas y estilistas. Perfeccionaron su caminar y sus modales. Le hicieron un impecable portafolio de fotos. E hicieron la presentación publica. El aplauso no se hizo esperar. Las encuestas, las que ordenaron ellos y las que hicieron otros, dijeron que la selección había sido la correcta, porque era una cara fresca en el escenario, una ansiada novedad en medio de tanto "más de lo mismo". Los estudios de opinión revelaron que aquella decisión podría cambiar totalmente el panorama electoral. Que la selección era como sacar un comodín del mazo de naipes cuando los contrincantes tienen buenas cartas. Se dieron por triunfadores. Sentían que habían hecho una jugada magistral. El desastre comenzó apenas unas semanas más tarde. Fue entonces cuando se percataron que esa persona que habían escogido y que la opinión pública había aplaudido a rabiar tenía en el cerebro tres cotufas y con suerte una sola estallaría, que no era más que mucho ruido y pocas nueces. Por sorprendente que parezca, nadie en ese equipo de genios había creído prudente y necesario hacerle un examen intelectual. No habían indagado sobre sus conocimientos en materia de políticas publicas, o de relaciones internacionales, o de economía y finanzas. La candidata ya anunciada era una ignorante vestida de marca. Y ellos, que habían creído que la podían entrenar, cayeron en cuenta que, además de rebelde, la señora tenía algunas tuercas flojas. Cuando quisieron arreglar el entuerto, ya era tarde, muy tarde. La candidata era una presumida bibelot, incapaz de procesar cualquier información inteligente y, además, negada a aceptar ayuda. Es decir, terca y necia. Buscaron la manera de irse por un reemplazo. Pero el costo político del retiro era enorme. Carecían de suficiente capital político para respaldar semejante anuncio. Intentaron guiarle los pasos, escribirle letra por letra los discursos para que los memorizara, hacerle guiones con preguntas y respuestas. Ni hacía caso ni le parecían relevantes aquellos temas. Y si había logrado sobrevivir en los pequeños mítines y en los encuentros controlados, se hizo añicos al enfrentarse a las entrevistas con periodistas avezados. Y con cada barbaridad que decía, sepultaba a la campaña. La prensa comenzó a cuestionarla y empezaron a inundarse las redes de burlas y chascarrillos. Es cierto que Barack Obama tenía todo para ganar. Encanto, sex-appeal, magnifica sonrisa, sensual voz, mirada cautivadora, porte impecable y muchas otras ventajas en su físico. Es cierto que McCain era un hombre que comparado con Obama lucía avejentado y pasado de moda. Pero ambos eran competidores inteligentes, con carrera política sólida, con prestigio, con profundos conocimientos sobre los temas fundamentales de una gran potencia mundial. La competencia entre ellos era de igual a igual. Sarah Palin, la para entonces gobernadora del estado de Alaska (que tiene apenas tres votos electorales), fue el error estratégico más catastrófico que pueda recordarse al menos en las últimas tres o cuatro décadas en la historia del Partido Republicano en Estados Unidos. Para ponerlo en palabras llanas, ella tenía más defectos que el para entonces muy desprestigiado Bush y ninguna de sus cualidades y destrezas. Comenzó a a esparcirse por todo Estados Unidos y más allá de las fronteras una chanza que decía que entre un alce y Sarah Palin había una igualdad y una diferencia, ambos eran de Alaska, pero el alce era muy inteligente y Sarah tenía bonito pelo. Si John McCain acaso tuvo oportunidad de triunfar en las elecciones de 2008, Sarah Palin con su notoria estupidez lo hundió, lo sepultó en lo más profundo de las cavernas de los gruesos errores políticos. Su selección para acompañar como Vicepesidente a McCain en ese concurso electoral fue la más acabada demostración de cuán imbécil puede ser un equipo de campaña. Pero si el error fue del equipo, la culpa y la responsabilidad fue de McCain. El era el candidato. El era quien debía haberse asegurado de la calidad de la decisión. El no ha debido dejarse llevar por los cantos de las encuestas, esas mismas que luego iban diciendo cuánto daño le hacía Palin a la campaña. Ellas, las encuestas, leyeron en lo efímero de la opinión en un momento dado. El candidato tiene que poder tener visión telescópica. Hoy McCain es un superviviente en el partido, un hombre a quien cada día le cuesta más liderar dentro de su organización. Ella, Sarah Palin, una arribista de marca mayor, sigue haciendo daño. Ahora forma parte del Tea Party, una facción del partido republicano. Afortunadamente, Mitt Romney, virtual candidato republicano en las elecciones del próximo noviembre, dista mucho de parecerse a esa facción y ha marcado distancia. Y seguramente, habiendo aprendido del error de su copartidario, no caerá en la torpeza de elegir un compañero o compañera de ticket tan fantoche como la Palin. La historia completa de este desaguisado - y por cierto muy bien contada- ha sido llevada al cine en una película de HBO titulada "Game change" (algo así como "Cambio de juego"). Es un film magnífico, sin un minuto de desperdicio. Los actores hacen un maravilloso trabajo y Julianne Moore está estupenda en el papel de Sarah Palin. Es toda una lección de política. La pasaron en HBO el domingo pasado, así que seguro la repetirán. O búsquela en las tiendas. Espero que sea vista con particular atención por los muchos que tienen aspiraciones de ser elegidos para importantes cargos y también por quienes tenemos la gigantesca e ineludible responsabilidad de elegir. Es indispensable que ambos, electores y aspirantes a ser elegidos, usemos el cerebro y el sentido común, que como bien sabemos es el menos común de los sentidos. En Venezuela abundan los enmascarados como la Palin. Están sentados en ambas aceras y han logrado colarse en los espacios de decisión. Saben aprovecharse de las circunstancias y son oportunistas de oficio. Triviales, irrelevantes, superficiales y magos de las emociones, pueden hacer un inmenso daño. La única manera de detectarlos es haciéndolos pasar por la gota fría de un severo escrutinio de conocimientos, valores y posiciones. De lo contrario, cuando vengamos a darnos cuenta, ya habrán hecho caída y mesa limpia. Sarah Palin, afortundamete para Estados Unidos y para el mundo, no es Vicepresidente de esa nación. Pero en algunos países personajes como Sarah Palin llegan a presidentes.

sábado, 5 de mayo de 2012

La venganza del enfermo

Antes de permitir que alguien pudiera disfrutar de Roma, Nerón prefirió quemarla. Y antes de hacerlo declaró infinito e inconmensurable amor a su Roma. Hay que sospechar de todos esos que se dicen amantes incondicionales a su terruño mientras están en posesión del más absoluto y omnímodo poder. Chávez va a dejar de ser presidente. Sea porque la enfermedad que padece lo consuma hasta morir, o porque esa dolencia lo inhabilite para la función o porque pierda las elecciones presidenciales. Está out. Y él lo sabe. Con frecuencia en tiempos anteriores fuimos testigos de cómo los presidentes salientes, antes de entregar el mando, firmaban leyes y dictaban decretos que comprometían y perjudicaban al próximo gobierno. Aumentaban salarios, firmaban deudas, llegaban a acuerdos internacionales inconvenientes. Pero si bien algo de molestia les inundaba el alma, sobre todo si el cetro pasaba a un contrario político, jamás lo hacían por efecto de un odio desatado. Chávez siente eso, un odio intenso, trascendental, tan maligno como su enfermedad. Odio, furia, rabia, ira. Malos sentimientos, pecados. Cree que alguien tiene que pagarle con sangre y dolor lo que él está sufriendo. Esta enfermedad es culpa de quienes lo hemos adversado, de quienes han hecho un pésimo trabajo a su lado, del pueblo que le exige resultados, de los partidarios que porque han votado por él se creen con derecho a opinar, criticar o pedir. En pocas palabras, culpables somos todos. Tiros, troyanos y niníes. Aplaudidores de oficio, enconados opositores, criticos eventuales, transeúntes de la indefinición, pasmados en el silencio. Nadie se salva. Y todos tenemos que pagar. Antes de dejar de ser presidente, por cualquiera de las razones mencionadas, Chávez destruirá el país, el país de hoy y el país del futuro. Las deudas de la Nación son ya impresionantes y van en aumento supersónico. PDVSA es un desastre y pasó de ser una corporación exitosa a una empresa destruida, morosa, endeudada hasta el tuétano y sin el liderazgo profesional que alguna vez la distinguió. Canal 8, VTV, que en 1999 fue entregada al nuevo gobierno totalmente saneada, es hoy un antro donde medran pocos y desde donde emiten sus flechas envenenadas los decadentes nuevos liderazgos mediáticos del gobiernerismo, fascistas que han hecho una carrera para la que no tienen las calificaciones profesionales. Para ellos no hay ley resorte, no hay Conatel, no hay limitaciones. VTV se convirtió en un pozo séptico. Es una abierta metáfora de lo que es el gobierno. Las empresas del sur son un pueblo muerto, al estilo de los spaguetti westerns. Los trabajadores hacen huelgas de hambre y ello es ignorado olímpicamente por el gobierno. Ni lástima por esos trabajadores siente el mandatario. Los damnificados de lluvias y derrumbes viven en degradantes campos de refugiados, en los que ocurren los mas graves delitos. Robos, violaciones, estafas, narcotrafico y un largo etcetera. Los damnificados son los olvidados, como en aquella película de Buñuel. ¿Qué decir del sistema penitenciario? A las muchas penalidades que ya sufrían los presos depositados en ese infierno de Dante, cayó encima de sus adoloridos huesos todavía más desgracia. El presidente creó un ministerio y puso al frente a la mujer más vengativa y rencorosa de su entorno. Ella no ha hecho sino empeorar una situación que ya era grave. Asfixiados financieramente, los municipios y los estados padecen los rigores de tratar de mantener un mínimo de calidad de vida para los ciudadanos. Los alcaldes y gobernadores hacen magia. Del estrangulamiento no se salva ninguno, sean del oficialismo o de la alternativa democrática. La lista de lo destruido es más larga que los papelores de Proust. Pero el enfermo no se satisface. Enfermo del cuerpo y enfermo del alma, está furibundo, sediento, hambriento. Eleva cánticos a los dioses de la venganza. Les pide castigo para los culpables. Según Chávez, somos todos. Y a todos nos dejará un país en ruinas, un país de casas muertas. Esa será su herencia, ese su legado. Por ello, Capriles tiene que empecinarse en la fe, en la esperanza, en el amor. No con cándida visión benevolente. Sino entendiendo que de allí, de la fuerza de lo bueno sale la energía para el progreso. Dale, Henrique. No te rindas. Que nosotros no desfalleceremos.

miércoles, 25 de abril de 2012

La sociedad del progreso

Nicolás Maduro, quien no se distingue por ser un Adonis, siente una envidia portentosa al ver cómo las mujeres de Venezuela, incluidas las chavistas, se derriten por Henrique Capriles, no sólo por su estilo sencillo y atractivo sino por su figura apolínea. Ante esa realidad, la reacción de Maduro es tildarlo de "mariposón". Bueno, no usó esa palabra sino un vocablo procaz, típico de malandros de la más baja ralea. Pero mi respeto y concierto con la impecable corrección que caracteriza a El Universal impide que yo lo escriba tal como lo dijo el ilustre canciller y como ha sido suficientemente referido por los medios, en especial por aquellos bajo el control del gobierno, que se han solazado en transmitir una y otra vez la grabación del evento en el cual ocurrió el nefasto y tan denigrante ataque verbal que ha retumbado dentro y fuera de las fronteras. El contundente rechazo a semejante declaración no se hizo esperar, nacional e internacionalmente. No en balde estamos ya en el siglo XXI, un siglo en el cual la corrección en la formas es ya tan importante como el fondo. Maduro pretende arreglar el desaguisado, entuerto más bien, y no halla más infeliz manera que armar una segunda declaración en la que destaca la siguiente perla: "... no tendría que meterme con la condición sexual de nadie. Nosotros respetamos a todos los seres humanos, pero si ofendí a alguien pido disculpas... Lo dicho en ese momento fue al calor de los recuerdos. Toda la pasión que se genera al recordar a los sifrinitos fascistas que creyeron que tenían el poder en la mano y salieron para capturar al pueblo...". El problema de estos señores del feudalismo del siglo XXI que detentan el poder en Venezuela es su absoluta incapacidad para metabolizar el cambio que ha emergido en la sociedad universal a partir del nuevo pensamiento progresista. A las sociedades modernas ya les importa un rábano las decisiones que en materia de sexualidad tomen sus políticos. A las sociedades actuales de primer mundo les sabe a carato de pepino si sus hombres o mujeres en política son heterosexuales, homosexuales, bisexuales, metrosexuales u omnisexuales. Ello se ha dejado para los debates religiosos. Capriles no es homosexual, pero si lo fuera importaría poco. Importa sí a los ciudadanos, y mucho, que los políticos sean gente honesta, altamente preparada y capacitada para el gobierno y la gestión publica, coherente, eficiente y cuya ejecutoria sea limpia, transparente, respetuosa y con altísimos niveles de responsabilidad social. Son precisamente esas las virtudes que no adornan al Canciller. Que su relación de pareja sea una confusión en la que él pareciera producir altas dosis de progesterona en tanto su pareja denote abundancia de testosterona acaso explique el porqué el Ministro de Relaciones Exteriores esté infradotado para comprender que el mundo cambió, cambió para bien, cambió para siempre. En ese nuevo y progresista mundo los gritones de oficio, y en particular quienes lanzan lecos encolerizados como instrumento de la adulonería, comienzan a ser identificados por los ciudadanos como lo que son, fascistas. Pocas actitudes resultan más reveladoras del fascismo a la carta que aquellas que pretenden hacer de la evaluación de la sexualidad del competidor una manera de lapidarlo. En todos los regímenes fascistas, incluyendo el de Fidel y Raul Castro que contabiliza ya más de cincuenta años, la persecución a todos aquellos que son distintos, o piensan o actúan diferente, muestra hasta el carozo su talante destructivo y esencialmente antidemocrático. Igual comportamiento se observó en la Alemania de Hitler, en la Italia de Mussolini, en la España de Franco, en la Unión Soviética, el Chile de Pinochet y tantos otros que llenaríamos ediciones enteras de este periódico si mencionáramos a todos. Millones de ciudadanos en esas sociedades eran marcados ya fuere por su origen étnico, sus principios religiosos, la calidad de su condición física y mental, su preferencia sexual o su tendencia política o ideológica. Así fueron denigrados, excluidos, pisoteados, encarcelados y hasta asesinados. Estos regímenes de la decadencia tienen expedientes de persecución que apilados cabrían apenas en un espacio de magnas proporciones como el Estadio Azteca de México, D.F. La historia ha sido manchada de sangre por estos salvajes que se dicen salvadores de las patrias. Lejos de construir una sociedad progresista, los fascistas de hoy, como los de ayer, patrocinan y ejecutan la exclusión social. Destilan odio por cada poro. No deja de resultar curioso, por decir lo menos, que Maduro, acaso uno de los funcionarios de mayor jerarquía en el gobierno y con mayor numero de horas de vuelo y de viajadera por los cinco continentes, no haya empero aprendido que los políticos son dueños de lo que callan y esclavos de lo que dicen, concepto clásico de la diplomacia. Este canciller, con sus torpes y pendencieros modos, hizo uso de las pocas neuronas que habitan en su cerebro para vomitar una declaración que dentro de un miserable carácter homofóbico -que hizo reír a mandíbula batiente a Maripili Hernández (invito a que la vean en el video)- en realidad puso de bulto la clase de lupanar en que quieren convertir a nuestro país. Maripili, imagino, reaccionó espontáneamente, sin poner freno a sus más íntimas emociones y desnudando su alma en vivo y en directo frente a las cámaras. ¿Cómo se explica tanto machismo en una mujer que presume de periodista "posmo"?¿Qué le pasó a la política con maquillaje operático que le habla a los jóvenes con un supuesto discurso de amplitud? ¿Pedirá disculpas por tan inapropiada carcajada? Hay que apuntarle a Maduro lo que seguramente le dijo no pocas veces el ex Canciller Roy Chaderton, individuo que mucho estudió gracias a sus años en la escuela Calvani y sabe de las artes y complejidades de la diplomacia: que es bueno procesar y aplicar lo de "dime de qué presumes y te diré de qué adoleces". En su aspiración de ser el escogido heredero al trono de Miraflores, dada la enfermedad del rey, el Canciller recurre y recurrirá aún a cualquier bajeza con tal de lograr el cometido que no ha conseguido hasta ahora: posicionarse en la mente de Chávez y de los electores como competidor con posibilidades de triunfo en la contienda del 7 de octubre frente a un Capriles Radonsky que ofrece para la evaluación del electorado un magnifico portafolio de obras realizadas durante sus ejecutorias como alcalde y como gobernador, una campaña gallarda, con propuestas de soluciones a los problemas que agobian a los venezolanos y con una altura que lo coloca como estadista y no como un politiquero barato lanzado en aventuras de piratas. La sociedad del progreso, esa sociedad vanguardista que estamos empeñados en construir en Venezuela se distingue por borrar de los dichos y los hechos la descalificación y la exclusión. En esa amplia sociedad encontrarán cabida estos malandros que porque se ponen un traje de firma y una corbata de marca se creen gente, pero no gobernarán. El progresismo venezolano vencerá al fascismo del siglo XXI.

lunes, 16 de abril de 2012

Juego de tronos

Detrás del lagrimeo y la abundancia de frases típicas de plañideras de oficio, lo que persiste es la ambición de convertirse en "heredero al trono". Se dicen adoradores de la revolución y defensores a ultranza de los deseos de micomandantepresidente. De soslayo se miran los unos a los otros, planificando el expediente que desean armarle al competidor para sacarlo del juego. Se dan palmadas en los hombros como dolientes en hospital en la antesala de cuarto de enfermo, cuando en realidad darían lo que no tienen por clavarle un chuzo y dejarlo frío.

El Canciller se pasea de cumbre en cumbre y de embajada en embajada. Busca apoyos internacionales. El presidente de la Asamblea da discursos apasionados, en los que abundan las florituras de ese lenguaje tan digno que lo caracteriza, mientras se cruza pines con oficiales en ejercicio y alguno que otro ya en retiro. El Vice afina estrategias con encapuchados. Es el único que ruega a todos los santos y las animas benditas - esos en quienes no cree con la solemnidad del ateo - que el jefe no se le ponga peor. Como se tenga que retirar, su suplencia tendrá los días contados. El zar del petróleo no se queda atrás y recuerda a otros zares que el que maneja los reales es él. Quiere que quede claro que su nombre se pronuncia siempre en mayúscula.

Se preparan para las zancadillas. Si al jefe le sigue caminando el mal, veremos como este juego de tronos se convierte en guerra. El hombre de la pantalla nocturna afila la hojilla. No ha decidido todavía a quien o quienes pasar su filoso instrumento por la yugular. Porque abundan las venas. Y él ya aprendió que no hay que apostar a perdedor.

Entretanto, al hombre ya ni lo recibe el presidente isleño. Ahora mandan a un subalterno y ponen la alfombra roja usada. Toda una señal. Y él que se creyó eterno, inmortal... Va camino a convertirse en estatua de plaza.

Advertencia: si antes la unidad era importante, de aquí en más será crucial, asunto de vida o muerte.

domingo, 15 de abril de 2012

Tras la fachada

Notitarde, 15 de abril, 2012

A la gente - y con mucha razón- le angustia el creciente proceso de estatización. Siente -de nuevo con razón- que todos los días el gobierno se apropia de algo, sea una empresa, un terreno urbano, hectáreas productivas rurales, la bodega de la esquina, un estacionamiento o las prestaciones sociales de los trabajadores. La excusa es invariablemente la misma: aducen que el Estado será un excelente gerente de todo lo confiscado y que el gran beneficiado será el pueblo. Toda la evidencia deja claro que ni el Estado es un gerente eficiente ni el pueblo ha salido beneficiado de toda historia de apropiaciones indebidas.

Pero todo ese feroz capitalismo de estado, propiciado y puesto en práctica por el gobierno, es la perfecta y contundente fachada tras la cual ocultar lo que verdaderamente tejen los poquitos que controlan el poder. Venezuela no es para ellos un país o una nación; es una telaraña en la cual han logrado imponer sus marramuncias, sin que exista quien les ponga preparo.

Dos son las fuentes principales de ingresos para estos sórdidos bandidos: el sector petrolero, en el cual el negociado está como plato principal y consiste, según me explican expertos, en asegurar que el país produzca menos petróleo y eso que deje de producir pueda ser surtido por otros proveedores. A eso se suma la cantidad de coimas en los acuerdos, adjudicaciones y supuestas licitaciones. En muchos países, varios de los cuales están en el portafolio de naciones con las cuales Venezuela hace negocios, el pagar comisiones no es ilegal.

Cada asignación de espacios para la exploración puede ser una mina y puede suponer algo por debajo de la mesa. Cada supuesta compra de materiales comporta pagos adicionales. En muchas ocasiones, lo comprado ni siquiera existe o es material de segunda. Y como además a los petroleros les ha sido asignada una madeja de asuntos no petroleros, pues la oportunidad la pintan calva. Si alguna vez PDVSA fue una caja negra, ahora es no sólo negra sino peluda. No puede producir asombro escuchar de la vida de jeques que se dan muchos de los recientes magnates que proclaman a los cuatro vientos que PDVSA es roja rojita.

El segundo espacio de fétidos multimillonarios negociados está en el narcotráfico y la compra de armamento. Todos los informes internacionales sobre movimiento de drogas coinciden en advertir que a consecuencia del plan de seguridad iniciado en el gobierno de Uribe y continuado por Santos, muchas operaciones de los traficantes se han mudado. Dicen que la droga que va para el norte de América es manejada por narcos de algunos países centroamericanos y los inefables querubines mexicanos que han cobrado miles de vidas ya en ese hermoso país donde hay una guerra no declarada que se deglute millonadas en fondos públicos que son asignados a la lucha contra esos mafiosos en lugar de costear gastos en educación y salud para los mexicanos. En esos mismos informes se advierte que un alto porcentaje de las drogas que van a Europa pasan por Venezuela.

Se sabe que el trafico de drogas es un negocio redondo. Ningún grupo independiente en Venezuela tiene el músculo ni el poder para concentrar ese negocio. Ah, y como con el aumento del narcotráfico viene el incremento en la lucha contra esa inmundicia, pues aparecen los negocios de compras de armas y otros productos asociados. En un país de unos 27 o 28 millones de habitantes, se dice que hay unas 10 millones de armas en poder del hampa. Supongamos que en manos de los organismos de seguridad del estado hay cuanto menos igual numero. Bueno, son 20 millones de armas. Llegue el lector a sus propias conclusiones. Y abísmese. Y también pregúntese quién o quiénes están comiendo ahí.

¿Y la Contraloría? ¿Y la Fiscalía? ¿Y los tribunales de la República? Bien gracias. Abanicándose,porque hace mucho calor.

viernes, 13 de abril de 2012

La mentira tiene patas cortas

No voy a tildar de patético el asunto de la misa familiar transmitida por tv en la que hubo abundancia de lagrimas. Creo sí que fue un tema en el que la decente privacidad estuvo ausente. Quien haya decidido convertir esa Eucaristía en un show, no tiene ni la menor idea por lo que están pasando el paciente y su familia.

Bien apunta Elides Rojas que tarde o temprano la verdad será revelada. La mentira tiene patas cortas. Yo creo que el hombre está peor de lo que dicen, que fue mal tratado, que los médicos venezolanos hubieran hecho mucho mejor trabajo y que todo ha sido manejado a las patadas. Haber exprimido esta situación para sacarle jugos políticos y electorales me parece degradante y despreciable. De ello son exclusivamente responsables los pesos pesados de la Revolución. Son ellos quienes han abordado todo este drama con la carencia de escrúpulos de los sinvergüenzas de oficio. Son responsables de todo lo que ocurre y ocurra.

Hace varios años, mi único hermano enfermó de cáncer. Murió en la flor de la vida, a los 38 años, sin que pudiéramos evitarlo. Aún hoy, tanto tiempo después, cuando me cuentan que alguien tiene esa enfermedad, sea quien sea, se me eriza la piel.

El amor sufre la mayor de las pruebas cuando uno pasa por la terrible experiencia de un ser querido gravemente enfermo. Se desata en uno la más gigantesca rebeldía. Habla con médicos, lee cuanta información existe, se declara en pie de lucha. Busca alguien que le diga que los médicos se han equivocado, quiere despertar de esa pesadilla y necesita que nada de lo que sucede es verdad. Pero llega el momento de darle cara a la realidad. Entonces, luego de ese proceso, uno entiende que nadie sufre tanto como el paciente, que hay que dejar de lado el dolor propio, abandonar todo rastro de egoísmo, para pasar a compartir con el enfermo su angustia, su miedo y su tránsito por tratamientos horrendos y los más agudos dolores físicos. De todo eso no se puede hacer un espectáculo.

No sé cuán grave está el presidente. En el guión de este "reality show" han incluido un secretísimo y morboso estilo comunicacional, basado en el concepto de "el mensaje es el masaje". No tengo ni idea de cuán creíbles son las informaciones que se filtran y según las cuales la enfermedad hace estragos y está tomando terreno. Sólo sé que con mi hermano fuimos a Margarita una Semana Santa. Paseamos por la isla, visitamos amigos, nos reímos, comimos rico. El tenía una energía inagotable. A las pocas semanas estaba muerto.

Basta de shows.

martes, 3 de abril de 2012

Santana y Silva: la SS criolla

Los años perdidos

No sé si el 7 de octubre lograremos despertar al país de esta pesadilla que ya lleva casi 14 años ahogando en un mar de penas a millones de ciudadanos, se percaten de ello o no. Por allá por el 2001, en una charla para un público muy heterogéneo, dije que a Chávez había que sudarlo, como quien se mete en una sauna para sacar por los poros todas las toxinas. En ese momento fui muy criticada. Recuerdo que hasta uno de los asistentes en la sala se levantó iracundo y me reclamó airadamente.

Pasado ya mucho tiempo de aquel episodio sigo pensando que Chávez no es un hombre, ni una tendencia política. Es un craso error, una sustancial equivocación en nuestra historia. Que es uno de los reyes del segundo juego de barajas, lo creo y lo sostengo. Pero eso no lo convierte en acierto.

No somos capaces los venezolanos de comprender a cabalidad la magnitud de dinero que ha percibido Venezuela a lo largo de estos años de desastre revolucionario. No somos capaces de procesar una cifra que asciende a montos astronómicos. Entonces, como no lo logramos metabolizar, no conseguimos entender la clase de barbaridad, el tamaño del manirrotismo en el que navegamos.


Son los años perdidos. Los años del despilfarro, los años en los que pudimos corregir los errores del pasado y dar un salto cuántico a la modernidad. Los años en los que pudimos haber derrotado la epidemia de malos servicios públicos, escuelas que se caen a pedazos y malandros acabando con la vida y con los bienes de la gente decente.Pero lejos de haber hecho eso, el gobierno liderado por Chávez hizo del país más prometedor de América Latina un espacio de mediocridad, de barro y fuego, de peor es nada. Los platos rotos de catorce años de desaguisados, torpezas, estupideces y corruptelas los pagaran no los ciudadanos adultos de hoy, sino los venezolanos que son jóvenes y por diseño inocentes y también los que aún no han siquiera nacido.

Lo que este gobierno ha hecho con el país es francamente imperdonable. Lo sé y no pretendo en modo alguno justificar lo injustificable. Pero el tema crucial no está en buscar cobrar los malos hechos sino en más bien enfocarnos en curar las heridas y sanar los daños. No es tan importante que paguen los culpables, al menos no por ahora. Lo indispensable es votar el 07 de octubre para sacarlos de los puestos de poder desde los cuales han hundido a Venezuela en el fango. Sabremos luego la verdad de todo, cuánto en realidad van a dejar en las arcas públicas, cuánto robaron, cuánto trajinaron y por cuánto nos vendieron.

No estoy en modo alguno dando espacio a la impunidad. No, mil veces no. Pero sí creo que hay que poner prioridades por delante. Si Henrique Capriles hubiera privilegiado la persecución a Diosdado Cabello por los saqueos al erario de Miranda, no hubiera podido adelantar la buena gestión realizada por la que los mirandinos le agradecen y aplauden y que es una de sus muchas cartas de presentación para aspirar a la Presidencia.

Pongamos la carreta por detrás de los bueyes. No al revés. Elijamos un buen presidente, saquemos con votos al que actualmente dice serlo. Seamos inteligentes. Y entendamos que ya sudamos a Chávez hasta la última gota. Ya habrá tiempo para juicios y tribunales. Por ahora, a buscar votos.

A lo lejos , duele igual

Seis horas y media de vuelo más tarde, un taxi que entra a la ciudad nos deja en la puerta de este apartamento de tamaño gaveta. Un clima harto más cálido de lo que tocaba por estas fechas nos sorprende. Dos sismos nos dan la bienvenida a tierras nerudianas. El primero no lo sentimos. Ocurrió esa primera madrugada y por el estropicio del viaje habíamos caído muertos en la cama. El segundo, el domingo a las veinte para las ocho de la tarde, nos tomo por sorpresa, descalzos y en este piso 15. Nos asombró no entender desde el primer segundo que lo que ocurría era una tremenda sacudida de tierra. Nos miramos. "Está temblando", dice mi marido. Se alarga el asunto y se nos empieza a despertar el miedo. El edificio de enfrente cruje. El nuestro se bambolea. Aguanta sin daños. Nunca se produce una interrupción del servicio eléctrico. En la tele reportan lo sucedido. Instan a la calma. A que quienes que se encuentra en zonas aledañas al mar procedan a buscar tierras altas.

Minutos después, desde nuestro balcón santiaguino escuchamos sirenas. Bomberos. Ambulancias. Suponemos que hay gente atrapada en ascensores. Y de seguro muchos afectados por el miedo. No en balde hace apenas dos años y poco este país sufrió una de las peores catástrofes naturales de su historia.

Aquí la prensa no es amordazada por regulaciones gubernamentales que impidan reportar lo que ocurre en tiempo real. Los medios dicen lo que pasa y se da espacio a toda la critica. Si, la critica. Los sistemas de emergencia son evaluados. Nos asombra que asuntos que para nosotros son mínimos pongan en tela de juicio la gestión de los entes públicos a los cuales toca responder a las emergencias. Qué bien.

Estamos lejos. Pero a los lejos, Venezuela nos duele igual. Nos eriza la piel el pensar qué pasaría en nuestro país si fuese tierra tan proclive a terremotos. De nada sirve tener excelentes profesionales preparados para la atención de emergencias, como el querido Coronel Angel Rangel, si desde el gobierno más importante es cómo luce Miraflores y no cómo hacer que la ciudadanía aprenda a enfrentar las situaciones difíciles.

A lo lejos, Venezuela duele igual.

martes, 20 de marzo de 2012

Palabras para la hojilla

El Sr. Silva conduce un programa en VTV, emisora del Estado pagada con dineros de los venezolanos. En virtud de ello no puede insultar a ciudadano alguno, pues ello es una desviación que cae en malversación de fondos. Una cosa es la crítica constructiva. Ella nutre al sistema democrático. Pero La Hojilla no es un programa de opinión o investigación o de análisis; es un paredón.

El sábado en la noche vi un segmento del programa y fui testigo de cómo se vejó a la periodista Mariana Gómez. Hasta de “estúpida” se la tildó, en contra del comedimiento de la democracia que nos dimos los venezolanos como modo de vivir civilizadamente. Cuando en ese programa se denigra a un ciudadano que además es una persona pública, la comunicación se sumerge en el pantano de lo impresentable y se torna en una convocatoria a la violencia, transgrediéndose las leyes y los mandatos constitucionales.

Pero hay más. Con su procacidad, el Sr. Silva mal orienta al niño que lo acompaña, quien apenas hace pininos en la comunicación y quien, acaso por insuficiencia educativa, carece de los instrumentos intelectuales para un atinado juicio de valor y el despeje de malezas. Es irresponsable el mal guiar a un niño cuyo desempeño está bajo su égida.

Si el Sr. Silva intuye en sí mismo un talento para la comunicación, ese talento no pasa de ser un utensilio sin pulitura si él no transita por un proceso de formación académica, de pregrado y postgrado que son exigencia en el desempeño de un comunicador. El talento para brillar no basta. Hay que profesionalizarse, pasar por los rigores de la universidad, permitir que la academia lime las aristas, enseñe ética y fuerce a profundizar. En esta profesión la meta es la excelencia y la calidad. El resto es subdesarrollo.

jueves, 15 de marzo de 2012

La sucesión

Hay sólo dos escenarios: 1. Que Chávez, con todo y enfermedad y debilitado físicamente, insista en ser el candidato del PSUV en las próximas elecciones de octubre (o de diciembre); 2. Que Chávez no sea el candidato y se nombre (democráticamente a dedo o como consecuencia de unas primarias estrafalarias en ese partido) para que sustituya a Chávez en la competencia electoral.

Si Chávez –contra viento y marea- es el candidato, veremos una campaña oficialista de esas que inunda hasta el más pequeño resquicio, pintando cada milímetro de rojo y con cadenas veinte veces al día. Pero será una campaña totalmente mediática, es decir, sin la participación real del candidato. Todo ello en contraposición a la campaña de Capriles, a quien le abundan la salud, la jovialidad, las energías y el más feliz entusiasmo. Esto meses que tenemos por delante, Henrique se caminará Venezuela, le dará la mano o besará a por lo menos 1.5 millones de venezolanos, participará en unas 100 mil reuniones, asambleas, caminatas, conferencias, ruedas de prensa, mítines, etc., ello sin contar las poquitas cuñas que puedan ser transmitidas a través de los medios audiovisuales. Chávez estará en todas partes pero no estará. Henrique parecerá no estar y sin embargo andará por todas partes. Por cierto, ya aprendió el gobierno/partido que atacarlo con violencia en los lugares que visite le termina resultando carísimo, pues le genera al opositor una visibilidad nacional e internacional enorme.

Por estos días, un colega con quien chateaba y quien es chavista hasta la médula me dijo que yo tengo razón en perfilar ese escenario y que tal situación sería injusta, pues la campaña debe ser equitativa y “si el comandante está enfermo, pues las elecciones deben ser pospuestas hasta que él se recupere totalmente”. Claro, en el planteamiento de semejante disparate a mi colega se le olvidó que la Constitución nada dice con respecto a postergación alguna de una elección porque algún pretendiente al cargo esté enfermo. Eso sería como si suspendieran un juego de la serie mundial porque el pitcher principal de un equipo esté enfermo o lesionado.

De vuelta a los escenarios, en ese primero Chávez puede ganar pero con mucha dificultad. Eso no ocurriría si el país estuviese estupendo y aquí no hubiese ni un solo problemita social, si no hubiera una inflación que nos agujereara los bolsillos, si la inseguridad fuera inexistente, si no hubiera ni un solo niño fuera del sistema escolar, si el transporte público fuera inmaculado y ejemplo mundial de eficacia, si los hospitales fueran eficientes hasta el asombro, si jamás hubiera escasez de producto alguno y si no abundaran las “sensaciones de corrupción de los del gobierno”. Pero la debilidad de Chávez no está realmente en su enfermedad; ella se monta sobre su pésima gestión de gobierno. Por eso la horriblemente llamada Misión Lástima es un fracaso. La gente tiene demasiadas angustias, demasiados problemas, demasiadas carencias y demasiadas rabias y desilusiones como para que haya espacio para la lástima.

Si Chávez pierde, para él, como bien lo dijera en sus exactas palabras, “no es el fin del mundo, ni ahí se acaba todo”. Es sí el acabose para muchos en la revolución, sobre todo para quienes tienen “asuntos pendientes”.

Pero la cosa se complica si Chávez no puede ser candidato, en primer lugar porque no hay un sucesor que le llegue ni por los talones. Todos están a la altura del betún. En todo estos años él mismo se encargó que así fuera pasando por la molienda a cualquiera que medio descollara en liderazgo. Pero si ninguno da la talla, pasa también que ninguno es competencia para Capriles.

Jaua es incoloro, inodoro e insípido. Y a esos atributos suma que exhibe la peor gestión posible en todos los cargos que ha tenido. De hecho, el nombramiento como presidente encargado no ocurrió porque se duda en todas las esferas que hubiera aguantado cuarenta y ocho horas sin que se hubiera armado una pelotera de quinto patio.

Diosdado, con sus ojos azules-azulitos y su proclamación de alma roja-rojita, es un tipo muy poco confiable y además ya Capriles lo revolcó cuando se enfrentó a él en las elecciones por la Gobernación de Miranda. Además, lo de Diosdi en su paso por la gobernación mirandina es una historia de Ali Babá.

Muchos dicen que será Nicolás, quien ha desarrollado toda una campaña de adulación a los Castro y a los otros mandamases del Alba para que le den la buena pro. Y ha sido exitoso en ello. Tiene a su favor que nunca ha tenido gestión ejecutiva como tal (la presidencia de la Asamblea y la Cancillería no valen como elementos de medición de eficiencia de gestión pública) y entonces es una incógnita. Tiene también eso de la juventud, a pesar que se le nota por la abultada panza que estos años en el gobierno le han “magnatizado”. Pero eso se medio parapetea con un mes de gimnasia dirigida por un entrenador personal de esos bien kilúos que abundan por montones en los centros de desarrollo físico en Venezuela.

El problema está entonces en que Chávez transita un tremendo dilema. Si él no es el candidato y tiene que poner a otro, si ese otro gana, pues entonces Chávez es sustituible. Y eso, me perdonan, no cabe en la cabeza de “micomandantepresidente”. Entonces el que ponga como candidato tiene que perder.

Se enreda el asunto pero también se va aclarando. Interesante, muy interesante.